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(CNN) — Los jóvenes entran con confianza al gimnasio en la capital de Ruanda, Kigali, se sientan y casualmente desabrochan sus piernas.

Cada extremidad protésica es de un tamaño y una forma diferente. Algunas están adornadas con tenis Nike, otras con Puma. Son abandonadas en las sillas de ruedas alrededor de la pequeña cancha de voleibol mientras sus dueños toman el piso y se deslizan hábilmente hacia su posición.

Ha sido un mes difícil para el equipo de voleibol sentado de Ruanda. Cada día han tenido sesiones dobles de prácticas. Tienen que preparase para los partidos más importantes de sus vidas: un torneo de calificación subsahariano contra Kenia y la República Democrática del Congo.

Se llevará a cabo en terreno conocido, en Kigali, y los atletas de Ruanda son los favoritos. Pero no solo juegan para quedar bien en casa, pues el ganador consigue un lugar en los Paralímpicos de Londres 2012.

Ruanda es un país que sigue siendo sinónimo del genocidio de 1994, cuando casi un millón de personas murió en ocho meses de guerra civil entre los hutus dominantes y las minorías tutsis.

Hoy, el país sigue en el proceso de reconstrucción tras el horror brutal, casi inimaginable.

Pero hay una señal del genocidio que no puede ser borrada tan fácilmente: los cientos de miles de personas que sufrieron amputaciones pero sobrevivieron a la violencia, que se mueven silenciosamente a través de los mercados concurridos y las calles, como fantasmas apologéticos; sin ser vistos ni oídos.

Nadie habla ya del genocidio, aunque las personas con amputaciones permanecen como un registro del terrible pasado del país.

Es una situación que los hombres que practican voleibol sentados en el suelo tienen muy presente.

“Comencé en 2009, y vi el juego y no estaba cómodo con este, pero después de un año vi que era un buen juego para personas con discapacidades”, cuenta Emile Vuningoma, un estudiante universitario de 25 años que juega como atacante, mientras descansa del entrenamiento en un pasillo oscuro.

Vuningoma nació con discapacidad, pero sus padres no tenían dinero para pagar un tratamiento médico que quizá le hubiera permitido utilizar su pierna. Jugar para el equipo le ha dado un propósito que muchas personas con discapacidad en Ruanda aún no encuentran.

“Estar en Londres es muy importante para las personas con discapacidades en Ruanda, porque tenemos que estar allí para presentar nuestro país ante las personas con discapacidades y a aquellos sin discapacidades”, dijo.

“Hay algunas personas en Ruanda que tienen heridas del genocidio de 1994 y no tienen las capacidades para formar parte de la sociedad. Piensan en el pasado. Hay tantos con discapacidades por el genocidio de 1994. Trabajamos duro para ir a todas las provincias y pedirles que regresen”.

Dejar a los fantasmas descansar

El capitán del equipo, Dominique Bizimana, quien también encabeza el Comité Paralímpico de Ruanda, es uno de los afectados por el genocidio.

“Hubo un genocidio y éramos jóvenes, había minas y por mala suerte perdí mi pierna cuando tenía 16 años”, relata.

“Era jugador de voleibol desde antes de que perdiera mi pierna. Pero cuando perdí mi pierna dije: ‘No, no puedo rendirme. Tengo que luchar para hacer deporte’. Y comencé a jugar voleibol sentado en 2004. Somos afortunados, porque los deportes son una manera de integrar a las personas con discapacidades (en la sociedad). Utilizamos a los deportes como una manera de hacer esto”.

El deporte también ha ofrecido a Bizimana una oportunidad para olvidar algunos fantasmas.

Cuando ocurrió el genocidio él era un conscripto de una milicia tutsi. Ahora juega junto a Jean Rukondo, un hombre de 48 años que peleó en las filas de los hutus. Ambos perdieron una pierna en combate, pero hoy forman parte del mismo equipo y son amigos.

El entrenamiento comienza. Los jugadores se mueven en el piso a una velocidad vertiginosa, cuidadosos de mantener parte de su trasero y muslos en el piso al mismo tiempo (la regla principal del voleibol sentado).

De pie está Peter Karreman, el entrenador holandés que dirigió el pase de Ruanda al campeonato mundial el año pasado. Perdieron cada juego, algunos por mucho, pero la experiencia previa al torneo de calificación subsahariano fue invaluable.

“Hace unos ocho años entrenaba voleibol normal y por coincidencia vi el voleibol sentado y me llegó, me llegó al corazón. Me convertí en el entrenador principal del equipo de Holanda. Luego el equipo de Ruanda me pidió”, recuerda Karreman afuera del salón.

Muchos desafíos

A diferencia de otros deportes paralímpicos, el voleibol sentado es muy difícil de perfeccionar y es tan rápido que la técnica de algunos jugadores principales es mejor que la de los deportistas sin discapacidad.

“Las reglas son las mismas, pero el término sentado no está bien. Se mueven en el piso, se mueven, se mueven”, explica Karreman. “El resto del juego es el mismo. Pero es rápido, el campo es más pequeño. Así que es muy atractivo. Es bueno que lo jueguen los jugadores regulares porque aprenden cómo jugar rápido también. Es bueno para su técnica”.

Pero preparar el equipo para los Paralímpicos ha sido el trabajo más difícil de Karreman hasta ahora. Las instalaciones son austeras. En la esquina hay un montón de sillas de ruedas chuecas. Desde hace mucho tiempo que las duchas no sirven y el piso es tan duro que Karreman está sorprendido de que el equipo de Ruanda esté feliz de jugar en él. “En Europa se negarían a jugar en un piso tan duro”, dice.

Para lograr un progreso real es necesario más financiamiento. “Para que realmente mejoren necesitan dinero. Sigue siendo un problema”.

Estas dificultades fueron destacadas hace unas semanas, cuando se reveló que a los atletas de Ruanda les faltaban 5,000 dólares para ser anfitriones del torneo de calificación. Estuvieron cerca de cancelarlo y con eso el sueño paralímpico del equipo.

En lugar de eso, el Alto Comisionado Británico para Ruanda dio una aportación.

“Tienen la atención (del gobierno) ahora”, dice Karreman antes de regresar con sus jugadores para otra sesión de entrenamiento exhaustiva. “Esto dará un impulso al resto del país, de que Ruanda está en Londres con este equipo”.

‘La discapacidad no es nada’

El torneo siguió y Ruanda se robó el espectáculo. Ganaron todos los juegos excepto uno y derrotaron a Kenia en la final con un marcador de 3-0, para calificar a los Paralímpicos.

Pero aún están lejos de la medalla. Como dice el entrenador, tendrían que “entrenar 48 horas al día” para acercarse.

Mientras, otros problemas han surgido. Ruanda tuvo que cancelar otro torneo regional debido a la falta de recursos, una situación frecuente en el deporte para personas con discapacidad en África.

Sin embargo, Bizimana cree que su aparición en Londres puede enviar un mensaje a quienes todavía luchan para reconciliarse con su vida después de 1994, un mensaje que resuena más allá de este pequeño y herido estado africano.

“Es muy difícil tener confianza, aceptar lo que pasó. Algunas personas no lo han hecho. Siguen luchando”, dice Bizimana.

“Creo que somos superestrellas. Para nosotros la discapacidad no es nada. Podemos hacerlo. Estamos seguros de que diremos a las personas que la discapacidad no es nada. No es inhabilidad”.