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Por Ruben Navarrette Jr.

Nota del Editor: Rubén Navarrete es colaborador de CNN y un columnista sindicado nacional con el Grupo de Escritores del Washington Post. 

Charlotte, Carolina del Norte (CNN) — El discurso de Julian Castro en la Convención Nacional Demócrata fue histórico.

Significó la primera vez que un latino pronuncia con nota un discurso en ese evento, y el hecho de que el alcalde de San Antonio, de 37 años, haya sido invitado por el Partido Demócrata para hacerlo —y que su hermano gemelo, Joaquín Castro, representante de Texas y candidato al Congreso fuera escogido para presentarlo— fue un espectáculo de respeto para la minoría más grande de Estados Unidos.

Como nosotros los latinos podríamos decir: “Ya era hora”. Una mayoría de latinos han votado por el candidato demócrata en cada elección presidencial desde 1960. Esas son 13 elecciones, votos leales para candidatos fuertes y débiles. Desde hace medio siglo, muchos demócratas le han debido sus carreras políticas a electores que tienen apellidos como Gutiérrez, Rodríguez o Morales.

El discurso, tal cual, tuvo sus momentos brillantes, muchos de ellos hablando de la familia, cultura y comunidad, aunque también tuvo sus deslices, como al usar un lenguaje político acerca de ‘invertir’ en crear oportunidades, algo que los republicanos desecharán como una retórica de más impuestos y gastos, lo que significó una solución pobre para alguien que era vendido como un líder del futuro.

Esto fue lo más brillante:

“Mi abuela se pasó toda su vida trabajando como sirvienta, cocinera y niñera, apenas sobreviviendo, pero trabajando duro para darle a mi madre, su única hija, una oportunidad en la vida, para que mi madre nos pudiera dar a mi hermano y a mí una todavía mejor. Y todavía puedo recordarla, todas las mañanas, cuando Joaquín y yo salíamos por la puerta, dándonos la bendición detrás de nosotros, diciendo, ‘Que Dios los bendiga’.”

Y esto: “Mi abuela nunca fue dueña de una casa. Ella limpiaba las casa de otros para poder rentar la suya. Pero vio cómo su hija fue la primera de su familia en graduarse de la universidad. Y mi madre luchó duro por sus derechos civiles para que en lugar de un trapeador, yo pudiera sostener este micrófono.

“Y aunque ella podrá estar orgullosa de mí esta noche, tengo que decirte mamá, yo estoy más orgulloso de ti. Gracias mamá. Hoy, mi hermosa esposa Erica y yo somos los orgullosos padres de una niñita de 3 años, Carina Victoria, nombrada así por mi abuela. Hace un par de lunes fue su primer día de maternal. Cuando la dejábamos, salimos del salón de clases y me descubrí susurrándole, como cuando alguna vez me lo hicieron a mí, ‘Que Dios te bendiga’.”

Pero debido a lo que había pasado fuera de la Time Warner Cable Arena, en Charlotte, unas horas antes, el discurso de Castro también fue agridulce.

Diez personas que se identificaron como inmigrantes ilegales, parte de una caravana nacional denominada Undocubus, fueron arrestados afuera de la Arena por bloquear una intersección y negarse a dispersarse. Estaban ahí para protestar por las políticas de inmigración del presidente Barack Obama.

Y ya que el programa de refuerzo de inmigración característico de la administración de Obama, Comunidades Seguras, requiere que la policía local le entregue a las autoridades federales las huellas dactilares de los arrestados que se sospecha podrían estar en el país de una manera ilegal, esas 10 personas podrían ser deportadas. Ellos tienen apellidos como Estévez, Carrasco, Castellanos, Díaz, Sánchez y Torres.

No cabe duda de que Castro le hizo un enorme favor a Obama en la Convención Demócrata al inspirar y energizar a los votantes latinos, la mayoría de los cuales le dicen a los encuestadores que el presidente les gusta en lo personal pero que desaprueban sus políticas migratorias, pues su administración acumula un número récord de deportaciones que llega a la cifra de 1.5 millones.

Para los latinos, esas deportaciones representan más que números en una hoja de cálculo. Representan cientos de miles de familias que han sido destruidas y divididas por toda la frontera y miles de niños nacidos en Estados Unidos de inmigrantes ilegales colocados en guarderías. Obama rompió la primera ley al tratar con latinos: no meterse con la familia.

A pesar de que las últimas encuestas muestran que Obama lleva la delantera con respecto a Mitt Romney con un margen de más de 2 a 1 con los latinos, el presidente ha provocado un desfase con esos electores. Y realmente solo hay dos maneras para que Obama pierda el voto latino: que el 40% de los latinos voten por Romney o que un gran número de votantes de Obama estén tan poco emocionados por su gestión en la presidencia que de plano se queden en casa. La primera no pasará. La segunda puede que si. Una nueva encuesta Zogby desubrió que más del 14% del voto latino aún está indeciso.

Recientemente, Obama anunció una nueva política en el Departamento de Seguridad Interna en la que los inmigrantes ilegales que reúnan ciertas características —tener menos de 31 años, sin antecedentes criminales y que hayan llegado a Estados Unidos antes de los 16 años, etc.— pueden aplicar por una acción diferida de dos años para no ser deportados. Pero no todo el mundo es elegible y muchos son demasiado escépticos como para participar. De ahí las protestas.

Las buenas noticias para la campaña de Obama son que los latinos no olvidarán tan rápido las palabras que Castro pronunció en la Convención. La mala noticia es que no se olvidarán del horroroso registro en asuntos de inmigración del presidente, lo que hizo que el discurso fuera tan necesario.

Y esa es la parte agridulce. En la Convención, los latinos escucharon una hermosa historia que nos recordó qué tan lejos hemos llegado. Pero afuera de donde esta ocuría, fuimos testigos de una fea realidad que nos dice cuánto más nos falta por recorrer.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ruben Navarrette Jr.