Por Allison Gilbert, especial para CNN
Nota del editor: En días festivos y otras ocasiones especiales en las que las familias se reúnen para celebrar, muchos padres se preguntan si deben permitir a sus hijos brindar con un poco de vino o cerveza. Los expertos discuten si dejarles probar el alcohol ocasiona problemas o los prepara para el mundo real.
(CNN) — Antes de que su hijo se mudara a otra ciudad para estudiar la universidad, el fotógrafo de publicidad Robert Tardio salió de vacaciones de verano con toda la familia por última vez.
Mientras su esposa y su hijo más joven exploraban Montreal, Canadá, Robert llevó a su hijo mayor por una cerveza. “Mi hijo es un joven increíble y concienzudo. Pero a los 14, 15, 16 años, el alcohol no estaba a discusión. Le dejamos claro cuáles eran nuestras expectativas y que no bebería”.
Las reglas cambiaron cuando Ames cumplió 18 años. Entonces, una cerveza de vez en cuando ya no era algo imposible. (En Estados Unidos, la ley de la Edad Mínima para Beber prohíbe la posesión pública y venta de alcohol a los menores de 21 años.)
“En nuestras mentes se convirtió en una especie de adulto y estábamos dispuestos a establecer nuevos límites. Entendía que si iba a beber tenía que ser responsable y estar en control todo el tiempo. También tuvimos muchas pláticas con él sobre las consecuencias de sus acciones si no estaba bajo control”.
Así que los Tardio hicieron lo que muchos padres: crearon sus propias reglas, dentro de su propia casa, en lo que se refería al consumo de alcohol y sus hijos menores de edad.
Como madre de una niña de 10 años y un niño de 12, a menudo reflexiono si está bien darles a mis hijos un sorbo de vino en la cena. ¿Enviaría un mensaje irresponsable o desmitificaría el alcohol y debilitaría su atractivo en el futuro?
Las dependencias gubernamentales de Estados Unidos insisten en que, para los menores, ninguna cantidad de alcohol es aceptable. “Si los padres tienen una idea liberal sobre el alcohol, los niños pueden obtener el mensaje equivocado”, dice la médico Vivian Faden, directora de la Oficina de Políticas y Comunicaciones de Ciencia en el Instituto Nacional sobre Abuso de Alcohol y Alcoholismo (NIAAA, por sus siglas en inglés) en los Institutos Nacionales de Salud en EE.UU.
“La bebida en los menores de edad puede llevar a lesiones, accidentes automovilísticos fatales, comportamiento sexual riesgoso y también hay un riesgo potencial para el desarrollo del cerebro”.
La pregunta con la que a menudo batallan los padres es si pueden ayudar a sus hijos a tomar mejores decisiones sobre beber en el campus universitario si permiten la experimentación en casa.
Tamar Abrams, administradora de Comunicaciones en una empresa de desarrollo global, dice que nunca permitió a su hija beber cuando estaba en la preparatoria. “La línea para mí era lo que era legal contra lo que era ilegal. Torcer las reglas parecía ser una pendiente resbaladiza y no iba a romper la ley”.
Actualmente, su hija es una alumna de segundo año en la Universidad Drexel en Estados Unidos y no ha tenido ningún problema relacionado con el alcohol.
El médico Westley Clark, director del Centro para la Calidad y Estadísticas Conductuales de Salud de la Dirección de Servicios sobre Abuso de Sustancias y Salud Mental de EU, concuerda con el enfoque de Abrams.
“Las estadísticas muestran que los niños que comienzan a beber a una edad más temprana tienen más problemas después. También sabemos que, particularmente los hombres menores de 21 años, aún están desarrollando lo que llamamos la función ejecutiva (que regula cómo toman decisiones y cómo manejan el riesgo)”, explicó.
“A los 21, el cerebro simplemente es más maduro y la habilidad para controlar los impulsos es mucho mayor. La edad legal son los 21 años. El mensaje a los padres es ganar tiempo y retrasar la aparición de cualquier consumo”.
En la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, Meghan Morean, investigadora posdoctoral en Psiquiatría, ha estudiado el abuso de sustancias en la adolescencia y principios de la edad adulta durante casi una década.
Aunque concuerda con Clark en que beber a una edad temprana está asociado con “un mayor consumo de alcohol a medida que los niños crecen”, ella dice que la voluntad de los padres para tratar el tema es a menudo la clave para evitar los problemas.
“La pieza del rompecabezas que probablemente falta es armar a los bebedores menores de edad con información concreta y real. Es muy fácil decir ‘si tomas, no manejes’, y allí es donde generalmente los padres dejan de hablar. En lugar de eso, deben interrogar a sus hijos para saber si realmente entienden cuántas bebidas se necesitan para emborracharse. ¿Saben realmente lo que es el consumo excesivo de alcohol y cómo se ve? Estas son el tipo de preguntas que se deben hacer abierta y honestamente”.
Los Tardio tuvieron este tipo de conversaciones con Ames antes y después de ofrecierle su primera cerveza en casa. Y es la razón por la cual, cuando se despidieron de él en la universidad, manejaron de regreso con menos ansiedad que la que sienten muchos padres de estudiantes universitarios.
“Construimos una relación de confianza con nuestro hijo y sabemos que tomará las decisiones correctas sin que nosotros cuidemos de él”, reflexiona Tardio. “Le permitimos jugar un poco con el alcohol en casa y no nos preocupamos porque, de repente, sin nuestra supervisión, tome las decisiones equivocadas. Siempre hemos tenido altas expectativas sobre su comportamiento y eso no ha cambiado ahora que está en la universidad”.
¿Dejas a tus hijos beber en ocasiones especiales?