Por Piers Edwards
(CNN) — La rivalidad, disgusto e incluso odio son emociones comunes en el lugar de trabajo. Añade testosterona y adrenalina a la olla, revuelve y obtendrás una mezcla potencialmente combustible; basta preguntarles a Boris Becker y Michael Stich.
En agosto de 1992, Becker y Stich tenían mucho que celebrar ya que el dúo se volvió el primer equipo de tenis alemán en ganar el oro olímpico; derrotando a Sudáfrica para llevarse en título de dobles varonil en España.
La noche española era joven y Becker había arreglado una cena esa noche para Stich y una pareja de otros atletas alemanes, pero Becker dice que su compañero prefirió tomar el primer avión fuera de Barcelona en lugar de brindar por su éxito.
Veinte años después, dos de los más celebrados jugadores de tenis de Alemania; cuya relación personal fue limitada por una intensa rivalidad, aún tienen que levantar una copa por su victoria histórica.
“Cuando ganamos, todo lo que recuerdo fue que nos abrazamos, como si fuéramos hermanos, pero créeme, eso hubiera sido imposible una semana antes del torneo”, dijo Becker a CNN.
“Esperemos que un día seamos lo suficientemente maduros para sentarnos, tomar una botella de vino tinto y sólo hablar (sobre eso).
“Sabes, gané gracias a él y él ganó gracias a mí. Nunca va a desaparecer así que esperemos que podamos celebrar este logro grandioso uno de estos años”.
Los Juegos Olímpicos habían llegado cuando la rivalidad del dúo, dice Becker, era no solo por ser los mejores jugadores en Alemania sino en el mundo, mientras competían entre sí por los mayores honores.
Sólo un año antes, Stich había vencido a Becker en la primera final varonil completamente alemana en Wimbledon.
Aunque la fuerza de la asociación fue probada en repetidas ocasiones en España, con sus últimos tres partidos yéndose a cinco sets, Stich y Becker lo lograron; un resultado de ambición individual en su equipo de dos hombres, dice un psicólogo deportivo británico.
“La investigación ha mostrado que su rivalidad no necesariamente hubiera afectado el resultado porque aún así hubieran querido ganar para ellos mismos”, dice Dan Abrahams.
“Puede haber hostilidad en un nivel social pero sólo fue lo que ocurría en la cancha; y reunirse para lograr su tarea, eso importó”.
Becker dice que fue durante los cuartos de final contra Sergio Casal y Emilio Sánchez de España, quienes tenían una clasificación alta y jugaban en casa, que el equipo alemán finalmente puso sus egos de lado, una vez que se percataron de que sólo el trabajo en equipo podía hacerlos salir adelante.
“Cuando trabajo con equipos como psicólogo refuerzo el concepto de que si vamos a establecer metas en equipo entonces todos necesitan trabajar juntos”, dice Abrahams, quien actualmente trabaja para el club de futbol de la Liga Premier, Queens Park Rangers.
“No es el fin del mundo si los jugadores no son amigos. La investigación en psicología deportiva sugiere que los jugadores no tienen que llevarse para que un equipo sea exitoso”.
Puede haber pocos ejemplos más finos que el de la relación en la cancha entre los exdelanteros del Manchester United, Andy Cole y Teddy Sheringham.
Durante sus cuatro años en el United, la pareja formó una relación fluida que contribuyó a tres títulos de liga, una Copa FA y una Liga de Campeones de Europa.
Todo esto se logró a pesar de que nunca se hablaron, después de que Cole se ofendió gravemente por un pequeño insulto de Sheringham durante su debut con la selección de Inglaterra en 1995.
Cole, quien aún es el segundo goleador más importante de todos los tiempos de la Liga Premier, dijo en 2010 que preferiría socializar con un jugador que rompiera su pierna en dos partes que “con Teddy Sheringham, a quien he detestado durante los últimos 15 años.
“Jugamos juntos durante años. Anotamos muchos goles, nunca le dirigí una sola palabra”, dijo Cole.
Una razón por la que Sheringham y Cole pudieron canalizar su enemistad por el bien del equipo fue la influencia de Alex Ferguson.
El entrenador del Manchester United ha manejado innumerables peleas en los vestidores durante su tiempo en el equipo; y no tiene miedo de poner a sus jugadores a descansar, para promover la competencia, como lo hizo el pasado mes cuando puso en la banca a Wayne Rooney a favor de la nueva contratación, Robin van Persie.
“Los deportes en equipo a menudo pueden ser deportes individuales porque cada individuo intenta ser seleccionado para el equipo y obtener la atención del entrenador, así que los deportes en equipo se prestan a un poco de rivalidad dentro del equipo”, dice Abraham.
“Eso puede ser algo bueno para la administración porque si tienes a dos jugadores compitiendo por un lugar, eso saca lo mejor de ellos en el entrenamiento y en los partidos.
“Sin embargo, puede ser perjudicial para su rendimiento en la cancha si no trabajan coherentemente, así que puede ser un arma de dos filos”.
Algunos equipos han sido afectados por peleas entre estrellas a lo largo de los años.
La Copa Ryder de 2004 fue un ejemplo de ello, cuando el capitán de Estados Unidos, Hal Sutton, hizo una enorme apuesta, ya que juntó a dos figuras muy contrastantes, en espera de que Tiger Woods y Phil Mickelson pudieran poner sus diferencias a un lado para crear un Equipo de Ensueño.
Esto era como hacer “el aceite y el agua se vieran como una combinación perfecta”, ambos perdieron sus partidos mientras, ayudando a los europeos a mantener el trofeo.
Las rivalidades dentro de los equipos han arruinado las asociaciones en la F1, con Ayrton Senna y Alain Prost repetidamente en desacuerdo mientras estuvieron juntos en McLaren a finales de la década de 1980.
Aunque sus dos años juntos resultaron en un campeonato, sus choques frecuentes; algunos de los cuales ocurrieron en la pista, generaron que el francés dejara McLaren.
Por supuesto, las rivalidades deportivas incluso se han extendido a violencia física, como el caso de las patinadoras estadounidenses Nancy Kerrigan y Tonya Harding.
En 1994, tres años después de ganar medallas como compañeras de equipo en los campeonatos mundiales, el guardaespaldas y exesposo de Harding contrató a un agresor para que le rompiera una pierna a Kerrigan antes de los Campeonatos de Patinaje Artístico de Estados Unidos.
Shane Stant no logró completar su misión, aunque si causó un daño, suficiente para asegurar que Kerrigan se retirara del torneo que Harding eventualmente ganaría.
A pesar de negar cualquier involucramiento, Harding fue despojada de su título y se le prohibió participar de por vida en cualquier evento de patinaje artístico en Estados Unidos.
Dentro de toda esta tensión en los vestidores, mientras los jugadores tratan de sobre salir y con la enemistad entre compañeros de equipo potencialmente hundiendo a cualquier equipo, Abrahams advierte que amistades fuertes entre los jugadores también pueden traer complicaciones.
“Un elemento de cercanía entre los jugadores puede volverse un problema para un entrenador en que no exigirá más de cada uno. Necesitas ser muy fuerte para ser mejor amigo de alguien, pero ser alegre de vez en cuando.
“Mi experiencia sugiere que los jugadores que son buenos amigos se interrogarán, pero necesitan ser mejores en su estilo de comunicación ya que esto puede crear problemas”.
Abrahams cree que la naturaleza individual del tenis, donde los jugadores están tan acostumbrados a ganar y perder por sí mismos, les permite tratar con hostilidad a otros cuando juegan dobles mejor que aquellos que forman parte de deportes en equipo.
Pero no descarta la fuerza en la mente de los jugadores.
“Personajes fuertes como Becker y Stich pueden enfrentar una rivalidad intensa pero los menos fuertes no pueden”, dice Abrahams.
En cambio, el dúo alemán, quienes tenían un gran respeto por el otro, fueron admirablemente exitosos al dejar a un lado temporalmente sus diferencias y unirse para ganar el oro para su país.
“Debido a nuestra rivalidad, no fuimos tan cercanos en un nivel primado”, admite Stich.
“Pero lo bueno fue que ambos teníamos una meta. Queríamos ganar esa medalla.
“Después de que ambos perdimos en la rama individual, la única oportunidad que teníamos; era como equipo. Queríamos ganar la medalla así que teníamos que hacerlo bien en dobles y fuimos lo suficientemente profesionales para seguir en ese camino”.