Washington (CNN) — Cuando la contienda haya terminado, los globos se hayan desinflado y el confeti haya sido barrido, la Campaña 2012 podría terminar marcada más por sus fracasos que por sus triunfos.
Pero aquí está el más crudo de los fracasos de estos últimos días previos a la votación: Ningún candidato ha presentado un argumento lo suficientemente convincente como para escapar del margen de error en las encuestas rumbo a la presidencia.
No importa quién resulte electo, muchos estadounidenses habrán votado casi por igual en su contra como a su favor.
Barack Obama ha estado uno o dos puntos arriba de su rival en la mayoría de los campos de batalla, pero más allá de sus poderosas arremetidas y la ventaja de su púlpito, él casi no ha hecho más. Y Mitt Romney, aunque ha logrado incesantemente mordisquear los talones del presidente como un perro persiguiendo a un coche (a diferencia de alguien que va a la cabeza), nunca ha podido superar con firmeza la brecha entre el “participante” y el “puntero”:
La más reciente Encuesta de Encuestas de CNN —que promedia unas 10 encuestas nacionales— pone a Obama con solo un punto de ventaja sobre Romney, 48%-47%. La más reciente encuesta de CNN/ORC, en el estado clave de Ohio pone a Obama arriba con un 50%-47%, y en Florida por un solo punto, 50%-49%. Ambos resultados se encuentran dentro de los márgenes de error de las encuestas, que es de más menos 3,5%.
Y si ambos partidos no están preocupados por la cada vez mayor cantidad de votantes que se autodenominan independientes, deberían estarlo.
Al menos la doctora Rita Kirk, de la Universidad Metodista del Surm, cree que sí. La directora del Centro Maguire sobre Ética y Responsabilidad Pública dice que “independiente no es un partido (…) Solo significa ‘ninguno de los anteriores’. La gente en verdad no está satisfecha con ninguno de los partidos”.
Las penurias de Romney para salir del margen de error ha sido bien documentadas: un lento comienzo que permitió a la Casa Blanca describir su punto positivo más fuerte, su experiencia empresarial, como un punto negativo; un viaje torpe al extranjero; y más de un tropezón que ayudó a construir la caricatura de un gato gordo distanciado de la gente. Nota para los que hagan campaña en un futuro: la gente de la clase trabajadora tiene un poco de dificultad en vincularse con un tipo que propone apuestas de 10,000 dólares.
Ser apartado de la derecha
Pero tal vez una parte de los problemas más profundos que enfrenta Romney se remonta a la humillación más grande de Obama desde que asumió el cargo.
Un mes como este, pero de hace dos años, los republicanos le quitaron el control de la Cámara de Representantes a los demócratas, aumentaron su tamaño en el Senado, y capturaron 10 gubernaturas adicionales, en lo que parecía ser un rotundo rechazo de la agenda de la Casa Blanca. Una poco animado Obama denominó este episodio como una “paliza”, y en una obra maestra del eufemismo dijo que, “algunas noches electorales son más divertidas que otras”.
Sin embargo, el remonte republicano hacia el Capitolio no fue dirigido por los puristas del partido. Las banderas del Tea Party ondeaban en lo alto sobre la derrota demócrata, y crearon un camino completamente nuevo para los aspirantes presidenciales del Partido Republicano, como Romney. Los inflexibles partidarios del Party Tea dejaron en claro que apoyarían sólo a alguien que pagara el peaje de una dura e inequívoca vuelta a la derecha, sobre todo en materia fiscal.
Y como Kirk dice, “Un candidato (que haga esa vuelta) tiene muy pocas posibilidades de volver a tiempo al centro para las elecciones generales”.
¿Fue alguna vez lo suficientemente ‘duro conservador’?
Romney siempre fue alguien que no encajaba. Se las vio duras en abrazar con entusiasmo a la extrema derecha, y la derecha sentía lo mismo por él. Esa es una razón por la cual el proceso de nominación se prolongó tanto, mientras los fieles intentaban que funcionara con Rick Perry, Herman Cain, Newt Gingrich y Rick Santorum.
Pero Romney no solo luchaba con diferencias filosóficas. “Otra cosa que aleja a los candidatos del centro es el dinero”, dice la profesora asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Northwestern, Georgia Kernell, quien señala que el ahora infame comentario del “47 por ciento” hecho por Romney fue casi con toda seguridad impulsado por la necesidad de seducir a los donantes de derecha en ese evento para recaudar fondos.
“No tenía que decirlo”, dice Kernell, “aunque ciertamente esto hizo (su mensaje) más poderoso”. Lo mismo podría decirse del tropezón parecido que dio el candidato Barack Obama hace cuatro años, cuando en privado dijo a los donantes que los votantes rurales “se aferran a sus armas o la religión”.
Kernell cree que el candidato republicano, considerando todo lo que ha sucedido, ha caminado bien en la cuerda floja. “De hecho creo que Romney hizo un gran trabajo en el primer debate al posicionarse de nuevo en el centro”.
Todo tuvo un precio. Su vacilación entre la derecha y el centro le ha permitido al equipo de campaña de Obama lanzarle acusaciones por ser una candidatura voluble y esquizofrénica, haciendo que Romney sea incapaz de salir de la zanja de margen de error.
Un presidente marginado
Obama no tuvo que virar tan a la izquierda como lo habría hecho si hubiera luchando con otros demócratas por la nominación de este año, y sin duda tuvo algunos logros para presentarlos en la elección. La reforma de salud fue confirmada por la Suprema Corte. La guerra en Iraq terminó y la guerra en Afganistán está por terminar. En su calidad de vicepresidente, a Joe Biden le gusta decir que gracias a Barack Obama, “Osama Bin Laden está muerto, y General Motors está vivo”.
A pesar de todo eso, el presidente también ha pasado la campaña en un lugar marginal, justo con Romney. Su enemigo es la economía, o como Kernell dice, “el desempleo no ha disminuido”, por lo menos no debajo del rango de 5% que el mismo Obama prometió al comienzo de su mandato, cuando estaba promoviendo el estímulo.
La mayoría de los votantes se han mostrado dispuestos a culpar a la herencia de los años de Bush, y el presidente ha alentado ese pensar en cada momento, recordándoles a todos que él heredó la peor recesión desde la Gran Depresión.
Un participante indispuesto en su propia reelección
Pero su equipo de reelección sabía claramente que “podría ser peor” no era un buen eslogan de campaña, por lo que durante el verano paulatinamente viraron hacia una estrategia de divide y vencerás.
Ya no está el “No hay drama Obama”, el hombre aparentemente despreocupado que llegó a la Casa Blanca con la promesa de traer a la mesa de la paz y la prosperidad a los beligerantes partidos políticos. En su lugar está un candidato de palabras mucho más ásperas y que no pierde la oportunidad para arremeter contra los republicanos, para ridiculizar a Romney como un “pen…”, y de igual forma que su rival, para doblar la verdad hasta romperla. “Están haciendo caso omiso de los información veraz”, dice Kirk sobre Obama y Romney.
El presidente, que evidentemente lucía mucho más feliz predicando en 2008 su campaña Esperanza y Cambio, por momentos ha parecido un indispuesto participante en su propia reelección. En la Convención Demócrata, los críticos vieron ampliamente superior el discurso de Bill Clinton, vieron más apasionado el de Joe Biden, y el del presidente pasó, por mucho, como aceptable.
El primer debate con Romney trajo a los demócratas aún más inquietudes. El presidente Obama se sentó cabizbajo la mayor parte del tiempo y a veces parecía enojado, aburrido o desconectado. Su actuación fue tan mediocre que hasta sus más fieles seguidores se preguntaron si él realmente quería continuar en la Casa Blanca.
Quizá también por eso él, más allá de un breve repunte agosto, no ha podido establecer una postura de liderazgo. A pesar de su fuerte y constante popularidad personal, ha tenido que aferrarse a su vida política en cada voto que pueda juntar a duras penas dentro del margen de error.
Más dinero, menos unidad
Ninguno de los candidatos puede decir que su entrampado destino en las encuestas se debe a que la gente no ha escuchado su mensaje. Ninguna otra elección ha visto tanto dinero recaudado y gastado para ganar la Casa Blanca. Según los cálculos más recientes, la campaña 2012 ha costado al menos 6.000 millones de dólares.
Todos los comerciales, todas las entrevistas en televisión con los candidatos y sus subalternos, todos los debates y las giras en autobús. Cada uno ha tenido su oportunidad de causar gran impacto una y otra vez. Sin embargo, ninguno ha sido capaz de hacer el trabajo.
Sin embargo, puede que hayan logrado otra tarea. A pesar de que cada uno vendió mentirosamente la idea de que todos estamos juntos en esto, la división de la propia contienda parece haber endurecido todavía más las opiniones en un Estados Unidos rojo (republicano) y azul (demócrata).
Al final, queda por verse si habrá un presidente de EE.UU. Alguien ganará la elección, pero parece que ambas campañas han hecho todo lo posible para asegurarse de que el país será todo menos uno unido. Si Obama gana, los republicanos incondicionales pueden atrincherarse en su “amargura”, solamente soportando los próximos cuatro años a la espera de la próxima oportunidad para asaltar el castillo. Si Romney gana, los fieles demócratas pueden alimentar su furia y hacerle al presidente del otro partido exactamente lo mismo de lo que ellos acusan que los republicanos hacen con el suyo: obstruir cada uno de sus planes.
A Kernell le gusta no pensar en ello. Cree que los políticos que han contribuido a llevar a Estados Unidos a este punto pueden conducirlo de nuevo a días más conciliadores, aunque sea solamente por razones cínicas. “La economía va a cambiar”, dice, “y todos van a querer adjudicarse algo de responsabilidad”.
No obstante, Kirk cree que esos días mejores pueden estar lejanos todavía. “Creo que aparecerá el liderazgo. No creo que ya haya sucedido”.
Tal vez, dice, los candidatos alguna vez tuvieron ideas de un momento grande, unificador, de una nación que se une para enfrentar sus problemas comunes en esta campaña, pero a lo largo del camino esos sueños se perdieron entre los márgenes.