(CNN) — Acurrucada en posición fetal, Vivi Rathbon miraba el tapiz texturizado de la oficina de su analista mientras hablaba.
A veces se recostaba sobre la espalda con los brazos colgando del sofá de cuero. Su terapeuta se sentaba detrás de ella, en un sillón reclinable fuera de su vista. La puerta estaba cerrada para tener privacidad.
Así es como la estadounidense Rathbon comenzó sus sesiones de psicoanálisis cuando vivió en Buenos Aires, Argentina, después de la universidad. Fue a terapia en 2011 porque tenía depresión intensa y se sentía culpable por vivir tan lejos de su familia.
No sabía que el psicoanálisis es tan común en Buenos Aires, más incluso que en su país natal. Cuando fue por primera vez a ver a su terapeuta, no tenía idea de lo que iba a pasar, y pasó las primeras dos semanas de las sesiones en silencio.
“Al principio fue realmente extraño”, dice Rathbon, de 26 años.
“Es muy Woody Allen. Estás allí, el analista solo dice, ‘está bien, habla’. ‘¿Hablar sobre qué?’ ‘Lo que sea’. Es una asociación libre. Solo tienes que hablar sobre lo que venga a tu mente. Y eso en realidad es mucho más difícil de lo que crees”.
Argentina se distingue por tener más psicólogos per cápita que cualquier otro lugar en el mundo. Casi la mitad de ellos se concentran en la capital, Buenos Aires.
Los porteños —así es como los residentes de Buenos Aires se nombran a sí mismos— dicen que buscar tratamiento de salud mental no está tan estigmatizado como en Estados Unidos. Mientras que el tratamiento de salud mental en Estados Unidos suele mantenerse en secreto, en Buenos Aires es común hablar sobre problemas emocionales o lo que pasa en terapia.
Ir con un terapeuta solo para tener un espacio para trabajar en cierto problema podría parecer frívolo en algunas culturas, pero es normal en Buenos Aires, dijo Daniela Frankenberg, una psicóloga bilingüe que trabaja ahí.
“En la comunidad de expatriados aquí, veo más y más personas que vienen a mi oficina y que quizás en su país natal nunca hubieran ido a terapia”, dijo Frankenberg. “Aquí, al sentir que es algo que la gente hace, se dan un espacio para hacerlo”.
El área alrededor de Plaza Guemes es apodada “Villa Freud” debido a la concentración de consultorios de psicólogos. Frankenberg dice que se debe a que es un barrio “muy seguro, hermoso y comercial”, además de tener un fácil acceso.
El psicólogo Modesto Alonso dice que la psicoterapia es una herramienta, “no solo para curar enfermedades emocionales y psicológicas, sino también para desarrollarte como persona, con una mejor calidad de vida”.
Las cifras
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2005 calificó a Argentina como el líder mundial en psicólogos per cápita, con 106 psicólogos por cada 100.000 personas.
En 2011 otro estudio de la OMS no incluyó a Argentina, pero de los países incluidos el que más tenía era Austria, con 80 por cada 100.000.
Según un estudio de Alonso y sus colegas publicado en 2012, ya hay 202 psicólogos por cada 100.000 personas en Argentina; un total de 81.000, de los cuales el 46% está en Buenos Aires. Estas cifras no incluyen a psiquiatras.
Una de las próximas graduadas en psicología es Agustina, de 31 años, quien no quiso que se utilizara su apellido, debido a que sus futuros pacientes podrían buscarla en Google.
Cada miembro de la familia de Agustina va a algún tipo de terapia, pero, “no es que estén completamente locos o algo así. Nadie tiene grandes problemas”, dice.
Está en una terapia grupal, en la que los participantes hablan sobre sus problemas y un terapeuta media la discusión. Entre sus amigos de la escuela, cualquiera que no haya ido a terapia es visto raro; es como decir “oh por Dios, esta persona tiene problemas”, dijo.
¿Por qué hay tantos?
Aunque en otros países puede haber una división más clara entre enfermedades físicas y mentales, “en Argentina se ganó una batalla muy importante, lo que dio espacio a la salud emocional” y se reconoció que una persona que sufre emocionalmente necesita ayuda profesional “justo como cuando tiene dolor en las rodillas o cualquier otro síntoma físico”, dijo Gabriel Rolón, un prominente psicoanalista y autor de varios libros bestseller.
Rolón dice que las personas que crearon Argentina escaparon de la guerra, del hambre y las persecuciones ideológicas o religiosas. Todos dejaron algo atrás (parientes, amigos, el idioma, su tierra) y también trajeron con ellos algo de tristeza y nostalgia.
“Nos convertimos en oyentes interesados en el dolor de otros, porque también necesitábamos que las personas estuvieran interesadas en nuestro dolor”, dijo.
Esta teoría, admite, puede ser más poética que real, pero es verdad que Argentina tuvo mucha inmigración europea, particularmente desde su independencia en el siglo XIX hasta la década de 1950, cuando se impusieron fuertes restricciones de inmigración durante las dictaduras militares.
La lentitud del psicoanálisis en particular puede no ser atractiva para otras culturas, dijo Rolón. Ningún analista puede garantizar un resultado en seis meses, y la terapia dura mientras el paciente y el analista se sientan bien con eso. Rolón ha ido a terapia psicoanalítica durante 25 años.
“Quizá un paciente venga por un problema. Y cuando ese problema se resuelve, se percata de que quiere continuar con otros problemas. En el análisis, eso se permite. En otros tipos de terapia, cuando un problema se resuelve, la terapia se acaba”, explica.
Fundamentos del psicoanálisis
Los fundamentos de la teoría psicoanalítica aún son importantes, desde el punto de vista de Rolón. La sexualidad es importante en la estructura de la mente. Hay un inconsciente. También está lo que Sigmund Freud llamaba la “pulsión de muerte”, una fuerza autodestructiva relacionada con por qué las personas siempre cometen los mismos errores. La niñez es importante; la personalidad se desarrolla durante los primeros seis o siete años de vida. Pero eso no es lo que más discuten los pacientes.
“Vas a contar cómo es tu trabajo, si estás en una relación, qué te preocupa, por qué fuiste, por qué estás triste o preocupado”, dijo. “Vamos a hablar sobre hoy”.
Ni Rolón ni la mayoría de los otros psicoanalistas intentan replicar exactamente el psicoanálisis de Freud.
“Lo que cambia es la necesidad de adaptarse a las condiciones de la cultura de la que vienen los pacientes (no son iguales) en más de 200 años”, dijo Rolón.
Por supuesto, no todos los terapeutas en Buenos Aires son psicoanalistas; puedes encontrar terapeutas cognitivos y del comportamiento, así como de otras escuelas de pensamiento.
También hay una cuestión financiera que diferencia al psicoanálisis moderno. Tradicionalmente, los pacientes del psicoanálisis tendrían cinco sesiones a la semana, pero en la sociedad moderna eso es costoso e impráctico. Ahora, la mayoría de las personas tienen una o dos sesiones semanales. “Nadie tiene más de tres”, dijo Rolón.
Las sesiones de psicoterapia pueden costar entre 50 y 500 pesos argentinos (aproximadamente de 10 a 100 dólares) por sesión, dice Alonso.
Aunque aún puede ser costoso, dependiendo del terapeuta, Frankenberg dice que generalmente el cuidado de la salud mental en Buenos Aires es accesible a más personas que solo la élite.
Rathbon aprendió mucho sobre ser un paciente y cambiar “un día a la vez”. En enero, decidió que era momento de ir a casa a Idaho y despedirse de su terapeuta en Buenos Aires no fue fácil.
“Tu analista está tan metido en tu cabeza. ¿Cómo les dices que sientes que ya se acabó?”, preguntó. “Le dije que me mudaba a casa y creía que era un buen punto de ruptura. Fue difícil, f
ue emotivo, pero él entendió”.