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Por Sumnima Udas

NEW DELHI (CNN) — A los 17 años, Sonali Mukherjee tenía todo a su favor. Era una mujer hermosa, joven inteligente y ambiciosa, dedicada a sobresalir en sus estudios.

Fue presidenta de la Unión de Estudiantes, capitán del Cuerpo Nacional de Cadetes y una estudiante de honor que estudiaría un doctorado en sociología, a pesar de su modesto origen familiar, su padre trabajaba como guardia de seguridad en el estado indio oriental de Jharkhand y su madre era ama de casa.

“Yo había visto a mis padres luchar por las cosas más básicas, por lo que me esforcé para lograr algo grande para que yo pudiera darle a mi familia una vida mejor”, dijo.

Sin embargo, la vida de Mukherjee cambió después de que tres estudiantes varones de la universidad comenzaron a acosarla. Ella no respondió a sus agresiones, porque ellos la amenazaban con matarla.

Al principio, ella no se dejó intimidar. Durante su tiempo en el cuerpo de cadetes - una organización presente en todas las escuelas y colegios en la India, dirigida a preparar a los estudiantes a unirse a las fuerzas armadas - Mukherjee había ganado varios premios por sus habilidades de tiro.

En un día caluroso de verano cuando Mukherjee estaba profundamente dormida en el techo de su casa, los tres hombres arrojaron una jarra de ácido sobre ella. En los primeros segundos estuvo en estado de shock y no sabía lo que había sucedido.

“Todo lo que podía sentir era la enorme cantidad de dolor, estaba ardiendo, como si alguien me hubiera arrojado al fuego”, dijo a CNN 10 años después del ataque de 2003.

En una fracción de segundo, lo que tardó el ácido en derretir la cara y la parte superior del pecho, Mukherjee perdió la capacidad de ver, oír, comer, caminar y hablar.

Mukherjee, ahora de 27 años, dijo que entonces se veía y se sentía como un cadáver.

“Casi no había vivido nada, pero ese incidente cambió todo el sentido de mi vida. Era como si la luz se hubiera ido de repente y la oscuridad me hubiese rodeado por todos los lados. No tenía esperanza, yo no sabía qué hacer”, dice.

El abuelo de Mukherjee murió poco después y su madre cayó en una depresión, solo su padre se mantuvo resistente.

“No puedo decir lo mucho que me duele ver a mi hija en este estado, pero al ser el jefe de la familia no podía permitirme el lujo de quebrarme”, dice Charan Das Mukherjee.

Y con la fuerza de voluntad y determinación tanto el padre y la hija, ambos continúan su lucha por la justicia y su recuperación.

“He decidido que no quiero morir así, o vivir así. Decidí que no puedo renunciar, tengo que mejorar, tengo que castigar a los que me hicieron esto y tengo que mantener a mi familia. Volver a mi plan de vida”.

Su padre vendió la tierra ancestral de su familia y gastó hasta el último centavo de los ahorros en su tratamiento, que incluyó varias cirugías reconstructivas.

En 2012, Mukherjee decidió participar en el juego más popular del país: “¿Quién quiere ser millonario”, en la edición de India. Necesitaba el dinero y quería que el mundo supiera su situación como víctima de un ataque de ácido.

“He crecido viendo sus películas y ahora no puedo verte pero puedo sentirte”, le dijo al anfitrión Amitabh Bachchan, que es también la mayor celebridad de la India.

Mukherjee ganó el premio mayor lo que le permitió trasladarse a la capital, Nueva Delhi, para un mejor tratamiento médico.

“Cuando ella vino a nosotros tenía 98% quemaduras. No tenía orejas, ni ojos, ni párpados, ni nariz, ni labios, ni el cuero cabelludo y no tenía parte de su pecho”, dijo su médico, del hospital BLK, Sanjeev Bagai.

Bagai y su equipo médico han logrado reconstruir sus labios, los párpados, la nariz, pero el desafío ahora es darle “algún tipo de una cara normal”, dice.

Los hombres que la marcaron de por vida fueron liberados después de solo dos años de cárcel.

Mukherjee ha apelado la decisión del tribunal, pero tendrá que esperar unos años más antes de conseguir una nueva cita en la Corte.

“Mi padre gastó hasta el último centavo, con la esperanza de que obtendría justicia. Pero al final hemos perdido todo, mientras que los criminales están ahí afuera”.

India aprobó una nueva ley en abril que castiga a los perpetradores de los ataques con ácido, con 10 años a cadena perpetua en la cárcel, junto con una multa.