Por Matthew Casey, especial para CNN

(CNN) — El viaje de Kay y Mike Alexander hacia la obesidad es un camino familiar para muchas parejas casadas.

Ninguno tenía sobrepeso cuando se conocieron en un descanso en el trabajo. Tampoco tenían obesidad cuando cortaron su pastel de bodas, decorado con una imagen de la USS Enterprise de Star Trek.

Pero con el paso de tiempo, el trabajo y su labor en la crianza temporal de niños sin hogar en Kalamazoo, Michigan, Estados Unidos, los kilogramos aumentaron.

“Subí aproximadamente entre 2,2 y 4,5 kilos al año durante 20 años”, dijo Kay Alexander.

A los 55 años, dice que estaba “a una prueba sanguínea de ser diagnosticada con diabetes Tipo 2”, cuando comenzó a tener dolores en el pecho.

Al recordar que su padre murió de un infarto cuando tenía 55 años, fue al hospital. Allí, un médico le dijo que había sufrido un infarto; uno que, sin atención médica, la hubiera dejado con solo algunas horas de vida.

“Ese fue el gran detonador”, dice.

Con 1,60 metros de estatura, pesaba casi 136,07 kilogramos. Sabía que tenía que perder peso, pero también sabía, por experiencia, que la dieta no era la respuesta. Su esposo, cuyo índice de masa corporal había subido de 23 a 34 desde que se graduó de la universidad, estaba de acuerdo.

Así que en lugar de reducir sus porciones a raciones para entrar en inanición, los Alexander decidieron confiar en su entrenamiento como ingenieros químicos. Comenzaron a jugar con recetas para ver si podían reducir la cantidad de calorías en sus alimentos favoritos.

“Ponemos a dieta a nuestra comida”, dice Kay Alexander.

La estrategia de los Alexander es poderosa, dice Rachel Berman, directora de nutrición para Caloriecount.com, un sitio que Kay Alexander utilizó para calcular las calorías de sus nuevas recetas.

Berman, quien también es una dietista certificada, utiliza el enfoque de los Alexander en los asesoramientos y ha visto a los pacientes experimentar en sus casas.

“La privación no funciona a largo plazo”, dice. “Y Kay y Mike son un gran ejemplo de cómo convertir esto en un cambio de estilo de vida”.

Les tomó cuatro o cinco meses de experimentación rediseñar algunas de sus recetas favoritas y comenzar a perder peso, de acuerdo con Mike Alexander. La clave para las recetas nuevas, dice su esposa, fue minimizar la cantidad de carbohidratos y maximizar la cantidad de vegetales.

“Mucho de lo que hicimos fue engañar a la mente y el estómago (…) Por cada alimento que sacábamos, intentábamos poner uno nuevo”, dijo.

Reinventaron muchos de sus platillos favoritos, como el puré de papas, al sustituir las papás con coliflor. Cambiaron el arroz blanco y el pollo salteado por wraps de pita altos en fibra. Incluso reemplazaron el espagueti horneado con una ensalada de brócoli.

En el siguiente año y medio, Kay Alexander perdió más de 58 kilogramos. Mike Alexander bajó 29 kilogramos.

“Todavía intentamos hacer galletas y dulces que sean bajos en calorías”, dice. “Tiene una galleta de merengue que tiene cuatro o cinco calorías. Creemos que las empresas de alimentos deberían diseñar sus alimentos para que sean bajos en calorías, como lo hemos hecho”.

Al utilizar un enfoque científico, la pareja convirtió la pérdida de peso en un proyecto en el que pudieran trabajar juntos. Antes de que comenzaran a experimentar con recetas, Mike Alexander cocinaba en su mayoría alimentos empaquetados. Ahora colaboran en recetas; ella se encarga de gran parte de la preparación de los alimentos y él de la limpieza.

“Fue en parte algo intelectual y en parte hacerlo”, dice. “Fue realmente bueno para nuestro matrimonio”.

Además de contar calorías, Kay Alexander se ejercita más. Comenzó a usar un podómetro. Con el paso del tiempo, sus pasos se incrementaron de 3.500 a aproximadamente 17.000 al día.

“(Lo que camino ahora) casi me hace una persona amish”, bromea.

El ejercicio aumentó significativamente el nivel de energía de Kay Alexander, dice Taylor Rose de 19 años, quien llama a los Alexander sus abuelos. Describe a su abuela como una loca por la salud, y dice que ahora disfruta ir de compras con ella porque ya no tiene que detenerse a cada rato para recuperar la respiración.

“Ahora podemos compartir ropa”, dice. “Me encanta eso”.

Kay Alexander está jubilada; su esposo se le unirá en aproximadamente seis años. Está contento de que escogió perder peso lentamente porque es más un indicador de un cambio exitoso de estilo de vida que una dieta. Sabe que la jubilación lo expondrá a más oportunidades de comer mal y excesivamente.

“Intento desarrollar cómo lo voy a impedir (ganar peso)”, dice.