Por Bibek Bhandari, para CNN
Katmandú, Nepal (CNN) – Al verla jugando con sus amigas, Maya Lema parecería ser como cualquier otra niña.
Sin embargo, hasta el año pasado, la pequeña nepalí de 12 años tenía una existencia completamente distinta, obligada a trabajar agotadores turnos de 16 horas en una fábrica de alfombras de Katmandú, la capital de Nepal.
El sufrimiento de Maya empezó en 2011 cuando, con 10 años, llegó a la ciudad para visitar a su tío. Difícilmente sabía que su tío la obligaría a convertirse en uno de los 1,6 millones de niños trabajadores que hay en el país.
Durante el siguiente año, en vez de ir a la escuela, debió trabajar todos los días desde las 4 de la mañana hasta las 8 de la noche, prácticamente sin descanso.
Como Maya, Yangzee Sherpa, de Taplejung, también fue forzada a trabajar a corta edad. La niña dijo que su abuelo la trajo a la capital para trabajar porque su familia necesitaba dinero.
“Mi padre era alcohólico y mi madre no podía cuidarme”, dijo la muchacha de 12 años. “No sé por qué me mandaron a trabajar mientras mis hermanos iban a la escuela”, se preguntó.
Los niños trabajadores de Nepal
Pese a que el trabajo infantil está prohibido en Nepal, se estima que 1,6 millones de niños de entre cinco y 17 años están en la fuerza laboral, según el Informe Nacional de Trabajo Infantil.
Un 75% de ellos son menores de 14 años. La mayoría son niñas.
Los niños trabajadores son una postal de las calles de Katmandú, sea limpiando platos en restaurantes locales o como conductores del transporte público de la ciudad.
Varios están empleados en las industrias de alfombras, de la construcción o textil, o en hogares privados como empleados domésticos.
Los empleadores suelen percibir el vínculo como una relación de beneficio mutuo, ofreciéndoles a los niños alojamiento y educación y un salario para sostener a sus familias, dijo Krishna Hari Pushkar, directora general del Departamento de Trabajo de Nepal.
Pese a que la ayuda doméstica de menores de edad está definida como explotación infantil, parte de un acuerdo entre los niños, sus padres y los empleadores, aseguró Pushkar, para luego referirse a esta situación como una “adopción social”.
Rescatadas de la fuerza laboral
Mientras miles de niños continúan trabajando como proveedores de sus familias, Maya y Yangzee han tenido suerte. Fueron rescatadas por la Fundación Goodweave, una organización no gubernamental que trabaja para erradicar la explotación infantil dentro de la industria de las alfombras.
Hoy viven junto a otros más de 30 niños, todos menores de 14 años, en el hogar de tránsito que la fundación tiene en Katmandú.
En un día común en este establecimiento, los niños conversan, juegan y asisten a clases. Pero cuando se sientan y cuentan su pasado, un doloroso silencio se apodera de la sala.
Pese a que la Constitución garantiza los derechos del niño y que Nepal se ha suscripto a convenciones internacionales sobre la materia, la aplicación de la ley es débil. Según el Plan Maestro Nacional contra el Trabajo Infantil, el país aspira a barrer con esta realidad para el año 2020.
En un discurso reciente durante el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, Hanna Singer, de UNICEF, dijo que el abordaje de este problema debe ser una prioridad. Sin embargo, indicó que el país carece de la cantidad necesaria de inspectores para monitorear estas prácticas ilegales.
Recientemente, Katmandú fue el foco de varias protestas por la muerte de una niña de 12 años que trabajaba como empleada doméstica en el distrito residencial de Lalitpur.
Srijana Chaudary, que padeció el kamlari o la servidumbre por deudas, se inmoló en marzo por su mal desempeño académico, según el testimonio que sus empleadores le ofrecieron a la policía.
Sin embargo, los activistas aseguran que la niña era maltratada y que sus empleadores deberían ser responsables por su muerte. En respuesta a las protestas, el gobierno anunció la formación de un comité para investigar el caso. El informe todavía no ha sido divulgado.
El problema moderno de los kamlari
Pese a que la servidumbre por deudas ha existido durante siglos en Nepal, el sistema kamlari contemporáneo nace en los años 50, cuando la erradicación de la malaria llevó a migrantes de varias partes del país a ocupar tierras tradicionalmente pertenecientes a la etnia Tharu.
Sin registro legal de la propiedad de esas tierras, los Tharu fueron obligados a trabajar como agricultores para los nuevos terratenientes y muchos fueron forzados a endeudarse.
Muchas niñas Tharu fueron vendidas y obligadas a trabajar para pagar las deudas de sus familias. Fueron años de esclavitud, violencia y abuso, según Shanta Chaudhary, una antigua kamlari.
Cuando las autoridades de Nepal prohibieron la práctica en el año 2000, unos 200 mil trabajadores bajo ese régimen fueron emancipados, según estadísticas de la organización no gubernamental Backward Society Education.
Sin embargo, la prohibición del gobierno se concentró en los hombres que trabajaban en granjas y miles de niñas esclavas fueron ignoradas, aseguró Man Bahadur Chhetri, del Proyecto Abolición de Kamlari.
Según Cheetri, unas 12 mil kamlaris han sido rescatadas. No obstante, señaló, más de 500 niñas, especialmente en los distritos de Kailai y Kanchapur, todavía trabajan como empleadas domésticas.
Una tradición familiar
Shanta fue una de las niñas rescatadas tras la decisión de la Corte Suprema de Nepal de declarar la ilegalidad de la práctica de kamlari en 2006.
“Nací en una familia en servidumbre por deudas”, dijo Shanta, hoy una activista y exmiembro de la Asamblea Constitucional del parlamento interino de Nepal. “Fui obligada a trabajar desde los ochos años”, aseguró.
Durante 18 años, Shanta fue esclavizada como empleada doméstica en la región de Dang.
Finalmente, a sus 26 años fue liberada. Hoy con 32 años, ha aprendido a leer y escribir y ha volcado su vida a la política.
Pese a los esfuerzos del gobierno, Shanta cree que mientras persista la pobreza en Nepal, la esclavitud infantil seguirá existiendo.
“Puede ser minimizada pero no completamente erradicada”, dijo.
Según cifras de las Naciones Unidas, el 44,2% de la población de Nepal vive bajo la línea de pobreza. En casos extremos, los padres envían a sus hijos a trabajar. En otras ocasiones, son los propios niños quienes huyen en busca de una vida mejor.
En un país marcado por esta trágica realidad, aquellos que son rescatados son optimistas sobre el futuro.
“Quiero estudiar y convertirme en una consejera para ayudar a niños como yo”, indicó Maya.
Yangzee, por su parte, dijo que quiere continuar el legado alpino de su comunidad. “Algún día escalaré una montaña”, aseguró. “Será el Everest”.