Por Adriana Hauser y Mariano Castillo
(CNN) — Su caída en la prostitución siguió muchos caminos, pero terminó en la misma pesadilla: abusos, drogas y miedo. Durante años, se trató como criminales a las niñas que venden su cuerpo en algunas esquinas y hoteles de Miami. Sin embargo, con las nuevas leyes estatales se instruyó a la policía y a los jueces a tomar en cuenta el contexto y considerarlas como víctimas de la explotación sexual.
El sur de Florida es la tercera zona de mayor tráfico de personas en Estados Unidos, según el Departamento de Justicia de ese país; con frecuencia, son niñas quienes caen en la red sin siquiera darse cuenta.
“Siempre piensas que eso no te pasará a ti y que no ocurrirá. Cuando te das cuenta, eres tú y no sabes qué hacer”, dijo una exprostituta. April accedió a dar una entrevista siempre y cuando se ocultara su identidad. La joven de 18 años entró y salió de la prostitución durante su adolescencia, y finalmente la encarcelaron.
En enero se promulgó la Ley de Refugio Seguro, con lo que cambió el trato que recibió de parte del sistema de justicia. La liberaron de prisión y le dieron acceso a un tratamiento para contrarrestar el abuso. La nueva ley se diseñó para garantizar la seguridad de las víctimas menores de edad del tráfico sexual, según el Departamento de Niños y Familias de Florida.
April dice que huyó de su casa a los 14 años, tras soportar años de abuso sexual por parte de su abuelo. Conoció a dos chicas que tenían joyas, autos y popularidad. April también quería eso.
Le dijeron: “¿Sabes? Si haces esto y aquello por nosotras, también puedes tener todo esto”. Así empezó a vender su cuerpo. “Aunque suene muy mal, es realmente fácil abrir las piernas por cinco minutos en vez de ir a trabajar todo el día y regresar a casa con las manos vacías”, dijo April. “Es muy fácil, pero por dentro duele mucho”.
Un foco rojo en Miami
Miami es un importante centro para el tráfico humano porque la ciudad atrae a viajeros de todas partes del mundo. “Tenemos un sector turístico floreciente. Tenemos una población masculina flotante muy activa aquí; los hombres vienen y van”, explica Wilfredo Ferrer, fiscal del distrito Sur de Florida. “Si por ejemplo vienen a un evento deportivo, usan a muchas de esas víctimas para que los atiendan, por decirlo de alguna manera”.
Durante los últimos dos años y medio, su oficina ha procesado y encarcelado a 35 traficantes sexuales. En Florida, quienes soliciten servicios sexuales pueden recibir una condena de 60 días de prisión además de la vergonzosa exposición pública; los proxenetas pueden recibir hasta cinco años de prisión o más si hay menores involucrados o reincidencia.
Lo que ocurre en Florida es solo una parte de un conflicto que se aprecia a nivel nacional e internacional. Según el Departamento de Justicia, entre el 15% y el 20% de los hombres de EU reconocen haber pagado por sexo al menos una vez. Según la dependencia, se estima que las ganancias anuales que deja el tráfico sexual en todo el mundo es de más de 32,000 millones de dólares al año (400,000 millones de pesos).
Los traficantes “recurren a la coerción, la violencia, el fraude (y) las amenazan con lastimar a su familia si no les hacen caso”, dijo Ferrer.
En el caso de April, las cosas empeoraron luego de su incursión en la prostitución. Llegó el momento en el que terminó drogada en una casa desconocida. No está segura, pero cree que la retuvieron allí por ocho o nueve días. Los días parecían largos porque no tenía nada que hacer en su habitación más que ocuparse de los hombres que pagaban para estar con ella.
Mientras estuvo cautiva en la casa estaba sujeta a libertad condicional y cuando salió, la arrestaron rápidamente por violar las condiciones de su liberación.
Las cosas cambiaron cuando se implementó la Ley de Refugio Seguro, dice April. “Fue realmente grandioso, salí (de prisión) y simplemente se dieron cuenta de que era una víctima y de que primero debieron haberme tratado como víctima, que debieron haber investigado mi caso como víctima en vez de tratar de criminalizarme”, dijo.
Expuesta a temprana edad
Samantha, otra exprostituta, quedó expuesta al tráfico sexual por primera vez sin siquiera saber lo que era eso. Ese no es su nombre real, ya que pidió que se ocultara su identidad.
Explicó que abandonó su casa a los 15 años junto con su hermana “por rebeldes”. Su hermana empezó a trabajar como acompañante y Samantha puso atención aunque no sabía cómo se llamaba lo que veía. “No era glamoroso, pero estaba asombrada por el dinero. Siempre tenía mucho dinero”, relata Samantha.
Hay casos de niños o niñas a los que secuestran y los obligan a incorporarse al tráfico sexual, pero en la mayoría de los casos los seducen hombres que los hacen sentir amados y les ofrecen otras clase de estabilidad, dijo María Clara Rodríguez, supervisora de divulgación y educación de Kristi House, un centro dedicado a combatir el abuso sexual infantil.
“Las niñas no se ven como víctimas. ‘Es mi novio; vamos a casarnos; me prometió el cielo y las estrellas’. Ellas lo creen”, dijo. Una vez que entran en el negocio del sexo, su esperanza de vida es de siete años, ya que la tasa de muertes por homicidio y sida es la más elevada, dijo Rodríguez.
Samantha tenía 17 años la primera vez que le pagaron por sexo. Recuerda sentir remordimientos, pero volvía a caer. Una amiga la invitó a un hotel cuando tenía 18 años. “Ella sabía lo que ocurriría, pero yo no”, dijo Samantha.
Resultó que su amiga era reclutadora de un proxeneta y ese día dejaron a Samantha a solas con un hombre y “se sintió obligada” a regresar al mundo de la prostitución.
A eso siguieron las drogas y el alcohol, y finalmente Samantha se encontró reclutando a otras chicas para el proxeneta. Escapó de esa vida cuando las autoridades la atraparon en el acto. Ahora, Samantha está embarazada y quiere regresar a la escuela y dedicarse a criar a su hija. Su exproxeneta es el padre de su bebé.
Compartir historias para empoderar
Kat Rosenblatt, activista que lucha contra el tráfico de personas, empezó a compartir su historia hace cinco años, cuando se dio cuenta de que los niños que vivían en ese mundo se identificaban con ella y querían salir.
“El problema es tan grave que no se puede cuantificar”, dijo Rosenblatt. “Las cifras que encontramos son mayores de lo que se haya reportado antes”.
Rosenblatt ha llevado a cabo labores de difusión en paradas de autobús, escuelas, prisiones y clubes de striptease, en donde ha encontrado a muchas víctimas del tráfico sexual infantil que están dispuestas a enfrentar su situación.
Rosenblatt descubrió que las víctimas del tráfico sexual provienen de todos los estratos socioeconómicos, y de todas las razas y grupos étnicos. Rosenblatt ha visto un patrón de niñas vulnerables a causa de las drogas, el alcohol, el abuso sexual o la violencia intrafamiliar.
El principal método para atraer a chicas nuevas al tráfico sexual es usar a otras niñas para reclutarlas, dijo Rosenblatt. Su historia comenzó cuando tenía 13 años y dejó su casa con su madre para escapar de un padre abusador. Ambas se mudaron a un hotel, en donde Rosenblatt estaba a menudo sola mientras su madre trabajaba. Conoció a una chica mayor en la alberca del hotel.
La chica le presentó a un hombre; Rosenblatt se daría cuenta más delante de que era un proxeneta. Él le prestó atención y actuaba de forma que llenaba el vacío que había quedado al alejarse de su padre. Poco después, la chica mayor intervino para que Rosenblatt vendiera su virginidad por 550 dólares (6,900 pesos).
Adriana Hauser reportó desde Miami y Mariano Castillo escribió este artículo en Atlanta.