Por Rafael Romo
(CNN) — Una tarde, no hace mucho, Brianda Cabrera estaba ayudando a su hermana menor, Diana, con su tarea de Matemáticas. Brianda, de 23 años, no solo es la mayor de tres hermanos, sino que durante los últimos nueve años también ha sido su madre. Los Cabrera, Diana, de 15 años, y José, de 18, son huérfanos.
“Mis padres ya no están. Para mí, esto es todo lo que me queda de mi familia”, dijo Brianda desde su casa en Georgia, Estados Unidos. Su padre murió hace 13 años en México. Su madre no logró encontrar trabajo en su país para mantener a sus hijos, por lo que decidió llevar a la familia a Estados Unidos; su hermana vivía en Atlanta. Sin embargo, su madre murió atropellada en febrero de 2005. Tenía 36 años y Brianda 14.
Los niños se fueron a vivir a casa de su tía, pero la situación no era ideal. “Era caótico”, dice Brianda. “Ellos tenían cuatro hijos y nosotros éramos tres. Para ellos era muy estresante mantener a todos esos niños”.
Brianda empezó a tomar trabajos aislados para apoyar a la familia. Tan pronto como cumplió 18 años, decidió mudarse con sus dos hermanos. Se convirtió en la proveedora de la casa y la madre, a pesar de que apenas ganaba suficiente dinero para costear la comida, la renta y la escuela.
“Pasó a ser una segunda madre y asumió responsabilidades que no tenía que asumir: cuidarnos”, dijo Diana, llorando. Además de vivir solos, los Cabrera se enfrentaron a otro reto: su situación como indocumentados.
Según la ley, los Cabrera entraban en una categoría conocida como “menores sin acompañante”, lo que significa que son niños inmigrantes que no tienen padres ni tutores en Estados Unidos. La cantidad de menores sin acompañante que hay en el país se ha triplicado en los últimos cinco años, según las estadísticas gubernamentales.
El año pasado, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos puso bajo custodia a 24.481 niños, a diferencia de los 8.041 que se registraron en 2008. La gran mayoría que llegó en 2012 provenía de México (13.974), pero algunos provenían de países tan remotos como India (23), China (16) o Rumania (16).
Jessica Daman, abogada especialista en inmigración, dice que estas estadísticas que compiló la Patrulla Fronteriza tal vez representen solo una fracción del total. “Obviamente solo cuentan a los niños a los que han aprehendido al cruzar la frontera; en teoría se trata de llegadas recientes, así que a nivel nacional, quién sabe cuántos cruzaron sin ser detenidos y no los hemos detectado”.
Daman, que trabaja en la Asociación Latinoamericana de Atlanta, llevó el caso de los Cabrera ante los tribunales. “Pedimos que se determinara que los niños estaban desvalidos según la ley estatal y que se nombrara (a Brianda) como su tutora. Gracias a esa orden, los dos niños menores serían candidatos a un estatus de inmigrante juvenil y a un permiso de residencia”.
Pero, ¿qué pasa con los hijos de inmigrantes indocumentados cuando sus padres o tutores mueren, cuando están ausentes de alguna forma o no pueden cuidar de los niños? ¿Qué pasa con los menores sin acompañante que entran en el país ilegalmente y los atrapan las autoridades de inmigración?
La agencia de Aduanas y Protección de Fronteras, dependencia del Departamento de Seguridad Nacional, entrega la custodia de estos niños al Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS, por sus siglas en inglés) dentro de las 48 horas que siguen a su detención.
El DHHS cuida de los niños por medio de la Administración para Niños y Familias y una red de proveedores que ofrecen hogares sustitutos, casas para grupos, refugios y centros de tratamiento. En promedio, los niños permanecen 45 días en el sistema, según el DHHS; entregan al 88% de los niños a familiares que ya viven en Estados Unidos.
Por ahora, los Cabrera pueden seguir juntos. Brianda se está concentrando en el bienestar de los hermanos menores, y se asegura de que no dejen la escuela y de que aprovechen las oportunidades que el país les ofrece.
“Asiste a la escuela y sé que espera que vayamos a la escuela; ella hizo esto posible al hacer todas estas cosas legales”, dice Diana.
Brianda está estudiando una especialidad en contabilidad en la Universidad Estatal Kennesaw y trabaja en un despacho contable para mantener a sus hermanos.
“La familia es primero, así me criaron: antes que nada tienes que cuidar de tu familia”, dice. “Creo que eso fue lo principal. Ahora que mis padres se han ido, tengo que cuidar de mi familia porque es todo lo que me queda”.
La lucha no ha terminado. El destino de Brianda depende de una propuesta de ley para los inmigrantes jóvenes, conocida como Dream Act. Pero, tras varios intentos no se ha logrado obtener la aprobación del Congreso para la legislación, cuyo nombre oficial es Ley de Desarrollo, Asistencia y Educación para los Menores Extranjeros.
Sin embargo, Brianda dice que quiere mantener una actitud “positiva”. Es la única esperanza que tiene de mantener unida a la familia. Y se aferra a esa esperanza.