Por Daphne Sashin, CNN

(CNN) – Luke Cox solía ser atleta. Pero hace un año, nadie lo hubiera pensado.

El profesor de estudios sociales de secundaria y entrenador pesaba más o menos 415 libras (188 kilos); era demasiado grande, y se sentía demasiado cansado al final del día como para tirarse al suelo y jugar con sus hijos.

Si estás viendo esta nota en tu móvil, mira aquí la galería.

Con 6,5 pies (1,9 metros) de altura, Cox usaba camisetas 5XL y pantalones talla 50. No podía parar de comer. Sus mañanas comenzaban con dos emparedados en el desayuno y dos rosquillas con mermelada. Por la noche, Cox comía dulces y les robaba los bocadillos a sus hijos, en aquel entonces de 2, 3 y 5 años de edad, los cuales se suponía debían llevar a la escuela al día siguiente.

Los atracones de comida chatarra pusieron a prueba a su cuerpo, al presupuesto de alimentos de la familia y a sus relaciones personales.

“Ahí estaba yo, enseñándole a los estudiantes y atletas sobre disciplina y trabajo duro cuando personalmente, no practicaba nada de eso”, escribió el padre residente de Missouri en el espacio iReport, de CNN. “Regresaba a casa después del entreno, ignoraba a mi esposa y a mis hijos, me sentaba frente al televisor y me quedaba dormido allí”.

Su esposa, Rudy, recuerda que decía lo siguiente: “Simplemente no sé por dónde empezar. Así que no voy a hacerlo”. Le pedía que diera un paseo con ella, y él le decía:   “Eso no tiene sentido. ¿A dónde voy a ir?”

Rudy había oído hablar sobre un desafío de pérdida de peso en 12 semanas que comenzaba en marzo de ese año, organizado por la revista Kansas City Fitness Magazine. El 11 de enero de 2013, ella envió un correo electrónico con una “súplica de esposa” para que admitieran a su esposo.

”Por favor denle una oportunidad y ayúdenlo a salvar su vida”, escribió. “Luke lo es todo para nuestra familia”.

El programa, similar al programa de televisión “The Biggest Loser”, les proporcionó a 30 participantes entrenadores autorizados, membresías al gimnasio, asesoramiento nutricional, sesiones de entrenamiento, sesiones semanales para el control de peso y un “centro de rendición de cuentas”. Las 10 personas con el mayor porcentaje de pérdida de peso se ganaron un cambio de imagen y fueron presentadas en la revista.

Los participantes debían pagar una cuota de inscripción de 600 dólares por parte de la familia y amigos, como una manera de hacerse responsables.

“No me gustó eso al principio. Me sentí incómodo al pedirle a las personas que pagaran por mi error”, dijo Cox. Pero funcionó. “Si las personas estaban dispuestas a hacer eso, yo no quería decepcionarlas”.

La competencia le dio a Cox la motivación que había estado buscando, pero él estaba en desventaja. Debido a que vivía en Tarkio, Missouri, un pequeño pueblo a 2 horas y media de la ciudad de Kansas, él no podía hacer uso de los entrenadores físicos autorizados, de los gimnasios de vanguardia, y de los entrenamientos en grupo a los que los otros participantes tenían acceso.

Eso sólo aumentó su determinación.

“Tenía esta carga sobre mis hombros. Yo no tenía los entrenadores que trabajaban con los demás; tampoco asistía a los gimnasios donde ellos podían ejercitarse”. Entonces pensó, “les demostraré que no soy un tonto de pueblo”.

Cox, quien había logrado bajar unas cuantas libras por su cuenta antes de que empezara la competencia, le pidió a Ty Ratliff, profesor de gimnasia de la escuela primaria local, y entrenador como él, que fuera su entrenador. Ellos hicieron sesiones de ejercicios de alta intensidad divididas en intervalos y carreras cortas tres, y luego cuatro veces por semana en el gimnasio de la escuela, en el cuarto de pesas, en la pista y en un centro de recreación local.

Fue un nuevo reto para Ratliff, quien estaba acostumbrado a trabajar en los músculos de los estudiantes como el profesor de levantamiento de pesas y entrenador principal de fútbol americano de la escuela secundaria.

“Usualmente, nuestra meta es lograr que los chicos sean más grandes, más rápidos y más fuertes. Aquí, estábamos haciendo lo contrario: quitándole libras a Luke”, dijo Ratliff. Queríamos hacerlo más fuerte… pero en realidad nos enfocamos en el aspecto cardiovascular”.

Cox nunca faltó a un entrenamiento. Al mismo tiempo, cambió su dieta. Él dejó de tomar gaseosas y se aseguró de consumir grandes cantidades de proteína magra. Para el desayuno, comía tres huevos cocidos y yogur griego. Almorzaba ensalada de espinacas con 2 onzas de pavo rebanado. Para la cena, comía pollo asado o pescado. Él preparaba sus comidas la noche antes y no se comía nada que no estuviera en su lonchera del equipo Nebraska Cornhuskers.

“Dejaba mi billetera en casa, así que no podía ir a la máquina expendedora de la escuela. No comía con los otros maestros en la cafetería, porque sabía que querría comer comida de la cafetería. Comía solo en mi salón. “Una vez logré tener suficiente confianza en mí mismo, comencé a comer con ellos y llevaba mi billetera a la escuela sin ir a la máquina expendedora”, escribió en iReport.

Su pequeño pueblo de más o menos 1.600 habitantes fue una gran fuente de aliento.

Una mañana, compré unas rosquillas para celebrar la victoria con mi equipo de baloncesto. La empleada en la tienda de conveniencia me recordó que estaba tratando de bajar de peso y que no las necesitaba”, dijo. Le dije que apreciaba su preocupación y que eran una sorpresa para mi equipo. Eso es lo grandioso de vivir en un pequeño pueblo”.

El esfuerzo dio resultado: Al final, ganó la competencia. En 12 semanas, bajó de 396 a 316 libras (179 a 143 kilos), lo cual representa una pérdida de 20,2% de peso corporal, y fue presentado en el artículo principal en la edición julio/agosto de la revista Kansas City Fitness Magazine. Este mes, habrá otro artículo sobre él en la revista.

Y siguió adelante. Hace poco, compró su primera camiseta talla XL, algo que no hacía desde que era un estudiante de primer año en la universidad, y corrió sus primeros 5 kilómetros. Ahora, pesa 283 libras (128 kilos) y le gustaría bajar a 265 o 270 (120 o 122 kilos).

“Sé que por mi constitución, siempre voy a ser grande, pero quiero ser una persona fuerte y estar físicamente en forma”, dijo. “Nunca volveré atrás, porque sé lo mucho que he trabajado para cambiar eso”.

La transformación ha cambiado a toda su familia. En lugar de ver la televisión juntos, van al centro de recreación cinco días a la semana, en familia. Ahora, Cox llega a casa y cocina para su esposa e hijos, sale en bicicleta con ellos y salta en la cama elástica. Aunque sus hijos todavía son bastante pequeños( tienen 3, 4 y 6 años) se disculpó con ellos por tener sobrepeso y no hacer tantas cosas divertidas con ellos como un padre debería hacerlo.

“Está lleno de energía ahora… Es una persona totalmente distinta”, dijo Rudy, su esposa. “Los niños consideran que tienen a su padre de vuelta”.