Por Camilo Egaña, CNN

(CNN Español) – Juan Gelman, el poeta al que los fascistas le robaron el hijo, la nuera y la nieta ha muerto.

Dicen que Juan Gelman murió arropado por los suyos. Dicen que la muerte se confabuló con el síndrome de mielodisplasia, una cosa horrible que tiene que ver con la médula ósea.

Gelman era un viejo maravilloso, lleno de intuiciones y escaso de certezas. Como toda la gente buena de este mundo. Sabía que la muerte le rondaba porque “Dios, si existe, debe estar aburridísimo de su eternidad”.

Harto de hartarse, se hizo montonero pero acaso fue el guerrillero menos sectario. Jamás tomó en serio a los intelectuales que entonces escribían en América Latina únicamente con sangre verde olivo y esgrimían la banderita del “arte comprometido” como si fuera el Santo Grial.

Lo obligaron a exiliarse en 1975. Vivió en Italia, Francia y finalmente en México, un país que le fascinó. Y allí ha muerto, en la colonia La Condesa, isla art deco que sobrevive incrustada como un pegote en ese DF de locos.

Gelman no regresó a su país. Aunque, como nos pasa a todos, tal vez nunca se fue.

Sospecho que seguía harto de hartarse. Pero aún así, jamás hizo del odio una misión de vida. Es más, cuando condenaron a uno de los culpables del asesinato de su hijo, dijo que no sintió nada. “Ni odio, ni alegría”.

No sé cómo se logra eso tras perder a un hijo y tras buscar, como judío errante y durante 23 años, a un nieto que resultó ser una nieta: Macarena, una chica medio roquera y muy seria que conocí en Montevideo. Esa carta de Gelman en la que habla de su nieto/nieta me mata.

“Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera”.

Macarena nació en cautiverio como animal de zoológico, poco después de que su madre fuera secuestrada en Buenos Aires y exportada a Uruguay, entre agosto y diciembre de 1976. En el 2002 recuperó su identidad, y supongo que habrá sufrido lo suyo porque una vida no se remienda con tres pespuntes. Pero es tan reservada que no soltó prenda. Al final terminamos hablando de abuelos, del mío que era mago y lejano y el de ella que se le hacía cada vez más entrañable.

Ganador del Premio Cervantes 2007 y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005, Juan Gelman pudo haberse instalado de una manera muy cómoda entre los grandes escritores, pero decidió andar entre los pequeños ciudadanos. A El País, de España, le confesó que le repateaba la fuerza que según él, ha cobrado “un sistema para recortarnos el espíritu”.

Juan Gelman es un misterio. Era un hombre triste pero con sentido del humor. Militante y tolerante. Enérgico y compasivo.

Y si le hubieran dejado, habría sido, seguro, el abuelo más abuelo del mundo.

(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Camilo Egaña)