Por William Lee Adams, para CNN

(CNN) – La vida del célebre artista noruego Edvard Munch estuvo llena de ansiedad y alucinaciones.

El pintor, que murió ya hace 70 años, creó una de las más reconocidas obras maestras de la historia, “El grito”, que se le ocurrió durante una siniestra visión mientras permanecía de pie a orillas del Fiordo de Oslo.

Si estás viendo esta nota en tu móvil, mira aquí la galería.

“El sol se empezó a poner - de repente el cielo se volvió rojo sangre”, escribió. “Me quedé allí temblando con ansiedad -y pude sentir un interminable grito atravesando la naturaleza”.

Se cree que la pintura representa la angustia del hombre moderno, la cual Munch experimentó profundamente a lo largo de su vida, pero visto como un indispensable propulsor de su arte. El escribió en su diario: “Mi temor a la vida es necesario para mí, como lo es mi enfermedad. No se distinguen de mí y su destrucción destruiría mi arte”.

Munch podría ser uno de los artistas de más alto perfil en caminar sobre el límite entre el talento extremo y el tormento, pero él no es el único.

Vincent van Gogh, quien se cortó la oreja después de una discusión con su amigo Paul Gauguin, y quien posteriormente se suicidó, oscilaba mucho entre la genialidad y la locura.

En una carta a su hermano Theo en 1888 escribió: “Soy incapaz de describir exactamente qué me ocurre. A veces tengo ataques de ansiedad, aparentemente sin motivo o, de otra manera, una sensación de vacío y cansancio en la cabeza… a veces tengo ataques de melancolía y de remordimientos atroces”.

Las luchas personales de estos pintores todavía resuenan en la cultura popular actual y han dado lugar a la creencia que los artistas son más propensos a una serie de enfermedades mentales, incluyendo el trastorno bipolar y la esquizofrenia.

Un cuerpo de investigación en crecimiento sugiere que hay un mérito para esa suposición popular. La demencia puede acechar donde mora la creatividad.

El lado oscuro de la creatividad  

Los psicólogos han estado fascinados por este vínculo potencial durante décadas. Los estudios más recientes y rudimentarios examinaron a personas ilustres de varios campos, incluyendo la literatura y las artes.

Estos estudios descubrieron que los creativos mostraron una cantidad elevada inusual de trastornos del estado de ánimo. Charles Dickens, Tennessee Williams y Eugene O’Neill parecían sufrir de depresión clínica. Al igual que Ernest Hemingway, Leo Tolstoy y Virginia Woolf. Silvia Plath, como bien se sabe, se suicidó poniendo su propia cabeza en un horno mientras sus dos hijos dormían.

Los críticos bien señalan que estos estudios se enfocaron en grupos muy específicos de personas muy exitosas y que ellos se basaron en la evidencia anecdótica.

Estudios posteriores han ampliado el campo de acción. Simon Kyaga dirigió a un equipo de investigadores en el Karolinska Institute de Suecia.

Utilizando un registro de pacientes psiquiátricos, le dieron seguimiento a 1.2 millones de suecos y a sus familiares. Los pacientes mostraron condiciones que iban desde esquizofrenia y depresión a TDAH y síndrome de ansiedad.

Ellos descubrieron que las personas que trabajan en los campos creativos, incluyendo a los bailarines, fotógrafos y autores, tenían un 8% de mayor probabilidad de padecer trastorno bipolar. Los escritores tenían un sorprendente 121% de mayor probabilidad de padecer esa condición y casi un 50% de mayor probabilidad de cometer suicidio que la población en general.

También encontraron que las personas en las profesiones creativas tenían mucho más probabilidad de tener familiares con esquizofrenia, trastorno bipolar, anorexia y autismo.

Esto es importante. Estudios recientes sobre familiares han sugerido que podría haber un rasgo hereditario que da lugar tanto a la creatividad como a las enfermedades mentales.

Algunas personas podrían heredar una forma del rasgo que impulsa la creatividad sin la carga de la enfermedad mental, mientras que otros podrían heredar una versión ampliada que agudiza la ansiedad, depresión y las alucinaciones.

Existe evidencia anecdótica que respalda la conexión. El hijo de Albert Einstein vivió con esquizofrenia, como lo hizo la hija de James Joyce.

Keri Szaboles, un psiquiatra de Semmelweis University en Hungría, ha estudiado el papel que los genes pueden jugar más directamente.

Szaboles les dio a 128 participantes una prueba de creatividad seguida de un examen de sangre. Él descubrió que aquellos que demostraron tener mayor creatividad tenían un gen asociado con trastornos mentales severos.

¿Método en la demencia?  

Los psicólogos han establecido un vínculo entre las enfermedades mentales y la creatividad, pero aún están uniendo las piezas para determinar qué mecanismos subyacen en el mismo.

En septiembre, el neurocientífico Andreas Fink y sus colegas de University of Graz en Austria publicaron un estudio comparando el cerebro de la gente creativa y de las personas que padecen esquizotipia.

La esquizotipia es una manifestación menos severa de esquizofrenia. La gente que padece esa condición podría mostrar creencias raras (como creer en alienígenas) o conducta (como usar ropa inadecuada). A diferencia de los esquizofrénicos, ellos no tienen ideas delirantes y no están desconectados de la realidad.

Fink y su equipo reclutaron participantes que mostraban bajos y altos niveles de esquizotipia. Luego los deslizaron en una máquina de imágenes de resonancia magnética y les pidieron que plantearan formas novedosas de usar los objetos de uso diario. Luego evaluaron la originalidad de sus respuestas.

Surgió un interesante patrón. Entre los que presentaban un alto nivel de esquizotipia y quienes obtuvieron la mayor calificación en originalidad, el precúneo derecho -una región del cerebro implicado en la atención y concentración - se estuvo encendiendo durante la generación de ideas. Normalmente, esta región se desactiva durante una tarea compleja, lo que se cree que ayuda a la persona a concentrarse.

Puesto de forma más sencilla, los resultados sugieren que los creativos y aquellos con los niveles más altos de esquizotipia absorben más información y son menos capaces de ignorar detalles superfluos. Su cerebro nos les permite filtrar.

Scott Barry Kaufman, un psicólogo norteamericano y escritor de Scientific American, ha resumido los resultados de esta forma. “Parece que la clave para cognición creativa está abriendo las puertas de la inundación y dejando entrar toda la información que sea posible”, escribe. “Porque nunca sabes: algunas veces las asociaciones más extrañas pueden convertirse en las ideas más productivamente creativas”.

Claramente algunas personas sufren por su arte y claramente algún arte se origina del sufrimiento. Pero sería impreciso decir que todos los creativos corren el riesgo de padecer enfermedades mentales.

Kyaga, el profesor sueco, señala que los bailarines, directores y artistas visuales mostraron enfermedades mentales con menos frecuencia que la población general.