Por Karol Brinkley

(CNN) — Mario Colao se saltó de la cama a las tres de la mañana. Estaba cubierto en sudor, tenía completamente dormido el brazo izquierdo y su corazón latía aceleradamente.

Empezó a llorar porque estaba aterrado de lo que le estaba ocurriendo.

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Esa noche en enero de 2010 fue la tercera vez en dos semanas que se había despertado con síntomas similares a los de un ataque cardíaco, y creyó saber por qué.

“Es triste decirlo, pero sabía que lo merecía porque no me cuidaba”, dice Colao.

Tenía 28 años, pesaba 206 kilos y usaba ropa talla 6X. Sabía que sus hábitos de beber en exceso, fumar dos paquetes de cigarros al día y atiborrarse de comida lo estaban matando lentamente.

“Le pedí a Dios que me diera otra oportunidad”, dice Colao, “y me desmayé”.

El joven originario de Chicago había tenido sobrepeso desde que era niño. Venía de una familia italiana donde todo giraba alrededor de la comida. Sus padres trabajaban muchas horas al día, así que su abuelo jugó un papel importante en su crianza.

Colao era objeto de burlas en la escuela debido a su peso, y su abuelo era su único amigo. Pero cuando tenía 9 años, su abuelo murió. Él se refugió en la comida para compensar la soledad que sentía.

“La comida se convirtió en un escape total”, dice. “Siempre la consideré mi droga”.

Los kilos de más se siguieron acumulando durante su adolescencia y más allá. A la edad de 18 años, empezó a fumar. Empezó a beber en exceso cuando tenía 22 años. Durante todo ese tiempo, continuó comiendo alimentos poco saludables de día y de noche.

En su blog, I’ve Said It All Before, Colao da ejemplos de lo que usualmente comía en esa época. Entre ellos menciona dos hamburguesas, una gaseosa grande, papas fritas y medallones de pollo, lo que suma un total de 2.400 calorías.

Para el 2010, Colao bebía hasta 10 copas en una noche, y fumaba dos paquetes de cigarros al día. Pero luego de que esos alarmantes síntomas lo despertaran repetidamente, hizo un pacto con sí mismo para cambiar.

“Dejé de fumar y dejé de comer todo lo que era malo”, dice.

Los padres de Colao le compraron una cinta de andar porque no se sentía cómodo con la idea de ejercitarse en un gimnasio. “En realidad, eso fue lo que más me ayudó: lograr la estabilidad física y mental, y ejercitarme solo”, recuerda.

Él empezó por caminar, y poco a poco llegó a trotar y a levantar pesas.

Colao también modificó su dieta. Dejó de comer comida rápida, frituras, carne roja y dejó de tomar gaseosas. Se obligó a sí mismo a acostumbrarse a las opciones saludables, mientras se daba pequeños gustos a fin de no sentirse abrumado.

Se sintió motivado a cambiar sus hábitos alimenticios cuando se dio cuenta de lo mucho que tendría que ejercitarse para quemar las calorías que estaba consumiendo.

Durante los primeros dos meses, Colao bajó 22 kilos. Esta pérdida de peso lo motivó a seguir adelante, y estableció el objetivo de bajar 90 kilos.

Cuando había llegado a 138 kilos, Colao pasó por una difícil ruptura; dejó de practicar el conteo de calorías y redujo el ritmo de sus hábitos de ejercicio. Seis meses después, había subido 18 kilos.

Asustado de volver a subir de peso, retomó lo que había empezado.

“Terminé estando tan enojado por la situación en la que me encontraba, que me obligué a volver a la dirección correcta”, recuerda.

Empezó a controlar su ingesta de calorías de nuevo y comenzó a ejercitarse dos horas al día cinco días a la semana.

Como recompensa por haber alcanzado su objetivo de bajar 90 kilos, Colao reservó un viaje a Filadelfia para correr por las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia y recrear una famosa escena de la película “Rocky”. Todo estaba preparado para cumplir su objetivo, cuando una fractura en el pie lo retrasó durante algunas semanas.

Cuando el viaje a Filadelfia estaba cerca, Colao había bajado 83 kilos y le faltaba poco para llegar a su meta. No obstante, decidió ir y subir corriendo las escaleras.

Colao finalmente alcanzó su peso meta de 117 kilos en octubre. Todavía quiere bajar de 10 a 15 kilos más, pero ahora su enfoque es desafiarse con nuevos ejercicios. También está levantando peso para tonificar parte de la piel flácida que ha desarrollado alrededor de sus brazos y estómago.

A lo largo de su viaje, Colao ha encontrado apoyo y motivación en sus padres y en su novia, Julia González. Él dice que todavía lucha por ver su cuerpo más delgado, y González lo anima a que vea el lado positivo.

“Siempre voy a ser una voz positiva para que recuerde lo mucho que ha logrado”, dice. “Él es una inspiración para muchos. Las personas lo ven y se dan cuenta de que también pueden hacerlo”.

Colao está usando su experiencia para convertirse en un entrenador personal certificado.

“Mi principal deseo es ayudar a personas como yo; personas que están obesas y sienten que no tienen esperanza”, dice.

Hace cuatro años, Colao no se podía atar los zapatos sin que le faltara el aire. Hace unas semanas, hizo una flexión de brazos por primera vez. Dentro de dos meses, espera ser un entrenador personal certificado, e ir en dirección a ayudar a otros a alcanzar sus objetivos de pérdida de peso.