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Simferópol, Crimea (CNN) —- ¿El presidente de Rusia, Vladimir Putin, es un oportunista que aprovecha la ocasión para incomodar a Occidente o es un estratega inteligente con el objetivo a largo plazo de restaurar la grandeza de Rusia? ¿Está aprovechando la oleada de fervor patriótico por Crimea? ¿Es un actor racional consciente del delicado equilibrio del sistema internacional o está, como dijo un observador, “ebrio de poder” e inconsciente de las sanciones?

Estas preguntas preocupan a los gobiernos occidentales y a los vecinos de Rusia tras la rápida anexión de Crimea y de las maniobras militares rusas cerca de la frontera con Ucrania.

Hubo algunas claves interesantes en el incendiario discurso de Putin ante la Duma, esta semana. Dijo que la caída de la Unión Soviética había sido desafortunada porque había separado a los rusos. “La nación rusa se volvió uno de los mayores, si no es que el mayor grupo étnico del mundo al que separaron las fronteras”, dijo.

“No fue sino hasta que Crimea terminó formando parte de un país distinto que Rusia se dio cuenta de que no solo le habían robado, la habían saqueado”. Prosiguió: “si comprimes el resorte hasta el límite, se expandirá con fuerza”.

Fue un discurso apasionante y populista, y proyectó al presidente de Rusia a su mayor índice de aprobación en los años recientes (71%), según el Centro de Investigaciones sobre la Opinión Pública de Rusia.

Putin dijo que Rusia no tenía intenciones de violar la soberanía de Ucrania (esta semana absorbió más del 5% de su territorio). “No crean a quienes quieren que teman a Rusia y gritan que a Crimea seguirán otras regiones”, dijo a los ucranianos.

Entonces, dijo: “por el bien mismo de Ucrania debería garantizarse sobre todo la protección total de los derechos e intereses de estas personas. Esta es la garantía de la estabilidad y la integridad territorial del Estado ucraniano”.

En otras palabras, si el Kremlin cree que se está discriminando a los rusos, la independencia de Ucrania ya no estará garantizada.

Esas palabras deben haber hecho eco a lo largo de varias partes de la antigua Unión Soviética con grandes poblaciones de rusos: Moldavia (10%), Lituania (6%), Letonia (27%) y Estonia (25%). ¿La región rusa del Transdniéster, en Moldavia, empezará a agitarse para pedir su propio referéndum? ¿Los oblasts (regiones) del este de Ucrania exigirán celebrar su propia votación?

Transnistria ya está fuera del control del gobierno de Moldavia. Así como una estatua de Lenin reina sobre la plaza principal en Simferópol, la capital de Crimea, otra se encuentra afuera de la Asamblea regional de Transnistria en Tiraspol. En un referéndum que se celebró en 2006, más del 95% de los votantes dijeron que querían volver a ser parte de Rusia.

En el cuartel general de la OTAN se asume que Putin no se detendrá con Crimea. El secretario general, Anders Fogh Rasmussen, dijo que la anexión de Crimea era un “revisionismo del siglo XXI, un intento por regresar al pasado, de trazar nuevas líneas divisorias en nuestro mapa, de monopolizar los mercados y someter a las poblaciones”.

La OTAN ya intensificó la vigilancia aérea sobre los Estados del mar Báltico; todos pertenecen a la alianza.

La Casa Blanca tampoco cree que Crimea sea el fin del juego de Putin. Al imponer sanciones a los personajes cercanos a Putin, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, subrayó el jueves que si Rusia lleva a cabo mayores incursiones provocaría la aplicación de una tercera ronda de sanciones dirigidas contra los sectores clave de la economía rusa.

Una de las razones por las que Putin ha ignorado las advertencias hasta ahora es la historia, como lo dejó en claro ante la Duma. En el caso de Kosovo, la expansión de la OTAN y otros temas, dijo, Occidente ha mentido y engañado a Rusia.

Gradualmente, los gobiernos pro-Occidente han asumido el poder alrededor de Rusia, a lo largo de los países bálticos y ahora en Ucrania, con lo que se agrava el viejo temor ruso a quedar rodeado. De hecho, Putin preguntó a la Duma esta semana qué pasaría si Sebastopol, en Crimea, —con su glorioso pasado en la historia militar de Rusia— se hubiera vuelto una base de la OTAN en Ucrania. Era necesario trazar un límite.

Sin embargo, ese límite solo ha precipitado que Ucrania firme el acuerdo de asociación con la Unión Europea. Al firmar el acuerdo el viernes, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, señaló que era una respuesta a “un ansia popular de tener una vida decorosa como país, una forma de vida europea”. El contexto era que la Rusia de Putin estaba del lado equivocado del asunto: es antidemocrática, corrupta y carente de valores.

La ‘pandilla’ de Putin

Otra de las razones para que Putin adoptara un nacionalismo acérrimo, de acuerdo con algunos analistas, es que cada vez depende más de un círculo íntimo en el que pocos manifiestan cautela o disenso. Hubo un indicio de esto cuando el ministro del Exterior de Rusia, Sergei Lavrov, se reunió recientemente en Londres con el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry. Los funcionarios estadounidenses se sorprendieron porque Lavrov —a pesar de su amplia experiencia— no tenía facultades para negociar o discutir siquiera ciertos aspectos de la crisis. Lavrov anunció el viernes que el presidente supervisaría personalmente la reintegración de Crimea.

Se sabe que Alexei Kudrin decía lo que pensaba cuando fue ministro de Finanzas, entre 2000 y 2011. Cree que las consecuencias de las sanciones y del nerviosismo de los mercados podrían costarle a Rusia 200,000 millones de dólares (dos billones 600,000 millones de pesos) en fugas de capitales. El rublo ya perdió el 10% de su valor este año y la agencia de calificación crediticia, Fitch’s, señaló el viernes que “como Estados Unidos y los bancos e inversionistas de la Unión Europea tal vez se resistan a prestar dinero a Rusia bajo las circunstancias actuales, la economía podría desacelerarse más y el sector privado podría requerir del apoyo del gobierno”. Los economistas esperan que la economía rusa se estanque y tal vez entre en recesión.

Eso lastima a la gente más cercana al presidente de Rusia: los multimillonarios que controlan grandes porciones de la economía rusa. Las empresas grandes como Metalloinvest y los bancos estatales como VTB necesitan tener acceso a los mercados de capitales. ¿Putin sentirá su dolor o los oligarcas deberán hacer sacrificios patrióticos?

Otra cosa que se desconoce es si el Kremlin siente que Occidente está dispuesto a aplicar sanciones graves y duraderas. Tras la incursión de Rusia en Georgia en 2008, cuando Osetia del Sur estaba prácticamente anexionada, hubo represalias breves y suaves. La lista de individuos a los que Estados Unidos y la Unión Europea sancionaron esta vez tal vez tenga un impacto mayor. Sin embargo, las vías de diálogo —a través de la OTAN, la Unión Europea, el G-8 y la ONU— se están cerrando.

Tal vez la principal pregunta es si Putin acepta que Rusia debe integrarse totalmente a la economía internacional en el siglo XXI como miembro de la Organización Mundial de Comercio, tener una moneda convertible y un estado de derecho que permita y anime a las empresas a hacer negocios en su territorio. ¿Acaso cree que Rusia es lo suficientemente fuerte como para permanecer distante a sabiendas de que el mundo (especialmente Europa) no puede vivir sin su petróleo, gas y minerales? De igual forma, ¿ve el valor de la cooperación internacional respecto al programa nuclear de Irán o a Siria?

Rusia no desea ver que Irán tenga armas nucleares ni que Siria quede en manos de los militantes yihadistas. Sin embargo, no coopera con Occidente.

A pesar de que se está sancionando a sus “cajeros” y de que sus intentos por evitar que Ucrania se acerque a Occidente han resultado contraproducentes, la desafiante demostración de poder de Putin —tan popular en Rusia y en Crimea— retrata a Occidente como el enemigo natural de Rusia y no como un socio potencial.