Por Lillian Leposo, CNN
KIGALI, Ruanda (CNN) — Cada año, al inicio de abril, el gobierno de Ruanda llama a sus ciudadanos a la “Kwibuka”, la palabra ruandesa para “recordar”, un homenaje a las cientos de miles de vidas perdidas durante el genocidio en el país en 1994.
Pero todo lo que Marie Jeanne quiere es olvidar.
Toda la familia de esta mujer de 36 años fue masacrada durante el periodo oscuro en la historia de su pequeño país en el Este africano.
La masacre vio milicias y civiles hutu matando un vasto número de miembros de la minoría étnica de los tutsi: hombres, mujeres y niños, varios de los cuales habían sidos sus vecinos antes de que comenzara el conflicto.
Los asesinatos finalmente terminaron 100 días después, cuando las tropas del Frente Patriótico de Ruanda (RPF), lideradas por Paul Kagame, derrotaron a los rebeldes hutu y tomó el control del país.
Para Marie Jeanne el final de la guerra también significó un final a las repetidas violaciones brutales a las que fue forzada en las manos de diferentes hombres.
“Donde quiera que fuéramos y encontráramos un reten en el camino, al menos dos podían violarte y liberarte”, dijo a CNN. “Algunos podían dejarte ir y otros podían retenerte”.
El genocidio dejó a Marie Jeanne emocionalmente y físicamente marcada, con VIH y embarazada. Tenía solo 16 años.
Los miembros de la comunidad le dieron refugio y asegura que algunas de las mujeres le dijero que la podían ayudar a hacerle el aborto que tan desesperadamente pedía.
Pero mientras el tiempo pasaba, se enteró que le habían mentido. Después los dolores del parto vinieron.
Marie Jeanne dijo que pasó un buen tiempo antes de que finalmente pudiera conocer a su hija recién nacida, a la que llamó Kirezi.
Y a 20 años, Marie Jeanne asegura que el cumpleaños de su hija aún es una fuente de dolor.
“No recuerdo su cumpleaños porque no había nada bueno en ello”, dijo. “Nunca he celebrado su cumpleaños porque gran parte del tiempo no lo quiero recordar”.
Kirezi mira el dolor de su madre. Sentada en una silla de madera en una pequeña sala, ella juguetea con un brazalete de cuentas en su muñeca. Sus labios tiemblan mientras intenta desnudar su alma con nostros. Su ansiedad es palpable.
“Nací a partir de cosas malas, así que siento que no me importa mi cumpleaños realmente. Los cumpleaños son solamente para las personas que son felices”, dijo.
“Es doloroso —me lastima, siempre me cuestiono y pierdo todo mi coraje. Me pregunto por qué existo. Y me pregunto por qué pasó. Y siento que no valgo nada. Eso me hace sentir mal”, lloró.
Marie Jeanne asegura que ama a su hija y haría todo por ella, pero hay veces que siente que su hija es un constante recordatorio doloroso de los horrores que pasó dos décadas atrás.
“En tan solo 30 minutos mi corazón puede cambiar y me siento mal contra ella en mi corazón”, dijo. “Donde quiera que la vea, recuerdo muchas cosas”.
Marie Jeanne abre una botella de plástico que contiene tabletas anti-retrovirales, que le ayudan a evitar los peores síntomas del VIH/sida. Por ahora.
“Durante el genocidio, la milicia deliberadamente infectó mujeres con VIH”, aseguró Odette Kayirere, coordinadora de la Asociación de las Viudas de Ruanda (AVEGA por sus siglas en inglés), explicó.
En las instalaciones de AVEGA en Kigali, los sobrevivientes del genocidio con VIH/sida se forman para recibir los anti-retrovirales.
Varios tienen historias similares a la de Marie Jeanne. Transmitido de un ataque a otro, contrajo el virus de sida. Para ellos, este es el legado del genocidio.
“Fue un plan”, dice Marie Jeanne. “Su objetivo fue llevar a cabo el genocidio”.
Pero Kirezi está determinada a terminar con la cadena del oscuro pasado. En cambio sueña con un futuro brillante.
“Quiero ser una persona importante”, dijo. “Para ayudar a personas en situaciones similares a la mía, gente vulnerable como los huérfanos, y también ser una ministra”.