Por Andrés Grillo
Nota del editor: Andrés Grillo es un periodista y escritor colombiano. Es editor internacional de la revista SoHo y fue jefe de redacción de Caras, redactor de Semana y Cambio16 y subeditor del diario El Espectador. Ha ganado dos premios Simón Bolívar.
(CNN Español) – Gabo contaba que decidió ser escritor después de leer La Metamorfosis, de Kafka. A mí me pasó lo mismo pero con un cuento suyo.
No recuerdo cuántos años tenía, pero acababa de iniciar el penoso tránsito a la adolescencia, cuando descubrí un libro negro, de tapa dura, en el que aparecía escrito con tinta verde el monograma del autor: Gabriel García Márquez.
Era una edición de 1976 que reunía los cuentos publicados en Ojos de perro azul, Los funerales de la Mamá Grande y La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. El primero que leí, que me llamó la atención por el título, fue Eva está dentro de su gato. Esas páginas me sumergieron en el asombro y seguí leyendo embelesado las historias de Blacamán el Mago, del negro Nabo, de los Amadises, del buque fantasma, de un hombre viejo con alas.
Me perdí en esas historias. Pocos años después llegó a mis manos Cien años de soledad y su lectura completó mi arrobamiento garciamarquiano.
Nunca pensé en conocer a Gabo. Lo vi por primera vez en un lejano día de enero de 1990 y no fui capaz de articular palabra para decirle la admiración que le tenía. De ese día solo me queda de recuerdo una foto para la que posó jubiloso.
Cinco años después una conjunción de sucesos me permitió ser su alumno en los talleres que dictó de crónica y reportaje en Barranquilla, Colombia, y Miraflores de la Sierra, cerca de Madrid, España.
Hoy, cuando tantos se lamentan de no haberlo conocido, yo me siento doblemente afortunado de haber compartido unos días a su lado. En ambas ocasiones narró, con el mismo tono de hechicero que tienen sus escritos, docenas de anécdotas e historias sobre su carrera y el oficio periodístico.
Uno de los detalles que más me impresionó fue oír que sus primeras regalías las recibió casi al filo de los 50 años. Hasta entonces luchó a brazo partido para ganarse el pan. En Madrid lo oí leer el primer capítulo de Noticia de un secuestro, el reportaje con el que volvió al periodismo. Fue un momento hipnótico.
La última vez que lo vi fue en marzo de 2007 en el apoteósico homenaje que le rindieron en el IV Congreso de la Lengua Española, en Cartagena. Una noche llegó a un coctel en una residencia y su presencia fue recibida con alborozo. En un momento que se quedó solo me acerqué, lo saludé y le hice una pregunta cualquiera. Él me habló durante un buen rato, me contó muchas cosas que ya olvidé y no importan pero me queda el recuerdo de su voz narrando y contando con la maestría del hechicero que siempre fue.
¡Adiós Gabo y gracias por tantas historias!