Por Jorge Eduardo Gómez

(CNNMéxico) — Flores amarillas celebran la vida del Gabo.

“Te dije que mañana me voy y no me has dicho nada —dijo la mujer.

         —Sí —dijo José—. Lo que no me has dicho es para dónde”.

A las afueras de la funeraria donde llegaron los restos de Gabriel García Márquez, el joven Omar López lee, con la voz entrecortada y con lágrimas, uno de los cuentos escritos por el Premio Nobel de Literatura.

¿A dónde ha ido el Gabo? Quizá a otro viaje como aquella larga travesía que hizo a la vieja casa en Aracataca que alguna vez describió en su obra. Mientras tanto, algunos lectores le dan un adiós.

Cuando Omar se encontró con las novelas de García Márquez quiso estar muy de cerca a él, y fue hasta ahora que tuvo esa oportunidad, aunque en una situación triste.

“Es uno de los que me guiaron por la literatura, no soy un escritor, pero soy lector, y lector de varios que lo inspiraron a él, un parte aguas en mi vida empezar a leer a estos personajes”, dijo el joven quien destacó que su año de nacimiento coincide con el Nobel que recibió el colombiano en 1982.

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Omar es de los pocos lectores de García Márquez que aparecieron entre el mar de reporteros que buscaban tener una buena toma en la funeraria ubicada al sur de la Ciudad de México.

Otros llevaban flores amarillas, el cual “era su color favorito”, repetían estos jóvenes que no pasan más allá de los 35 años, y que hacían acto de presencia, pese a saber que no entrarían al lugar.

“Alegra ver que estuvo aquí (en el DF), que tuvimos la oportunidad de tenerlo aquí”, dijo Beatriz, una estudiante de arquitectura que llevaba una rosa amarilla.

Para Miguel Galván, otro lector del Gabo, al escritor le hubiera gustado que lo recordaran con el amarillo, mas que con el tradicional negro de luto.

“Representaba para él la alegría, la suerte, un homenaje al escritor”, dijo el abogado oriundo de Guerrero, quien además llevaba una guayabera muy particular en las tierras del Nobel.

Unas pequeñas gotas caían del cielo en la tarde, pero no hubo lluvia como en Macondo. Entre los amigos de García Márquez que llegaron a la funeraria fue el arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, quien al recordar la reciente muerte de autores como Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, “se nos están yendo esas maravillas de plumas que ellos tenían”.

La circulación de la avenida San Jerónimo quedó reducida a dos carriles, y el congestionamiento provocó que algunos automovilistas tocaran desesperados sus cláxones, pero de pronto uno de ellos gritó “¡Viva Gabo!”

El cielo pronto se abrió como cuando escampa en sus novelas, mientras los medios estaban a la expectativa de si allí sería el velorio.

El caos vial que causó la muerte de García Márquez terminó con la calma de la calle de Fuego, donde vivía el novelista.

Un vecino miraba desde su alta barda blanca mientras el auto de la funeraria intentaba salir.

“Debieron despedirlo con aplausos”, dijo Carlos, refiriéndose al alboroto ocasionado por la prensa, en una calle que, asegura, nunca pasa nada.

Alrededor de las 17:00 horas el cuerpo de Gabo fue llevado a la funeraria de San Ángel para ser preparado y ser llevado de vuelta a su casa donde será velado, según dijo una sobrina del escritor.

Posteriormente, la familia informó que el escritor será cremado y recibirá un homenaje en Bellas Artes el próximo lunes a las 16:00 horas.

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