Por Frederik Pleitgen

Nota del editor: Frederik Pleitgen, corresponsal internacional de CNN, ha reportado desde Siria en varias ocasiones durante el conflicto.

HOMS, Siria (CNN) — Ha pasado casi una semana desde que el gobierno sirio y los grupos rebeldes acordaron hacer un alto al fuego en Homs; conforme los combatientes de la oposición abandonan la Ciudad Vieja, miles de habitantes desplazados regresan.

Las calles del distrito están llenas de personas que sacan sus pertenencias o transportan sus objetos personales de vuelta a sus hogares.

La gente usualmente está ocupada y rara vez bromean o sonríen, pero en medio de esta escena sobresalía una mujer pequeña, delgada y de apariencia frágil. Su nombre es Zeinat Akhras; un grupo de personas la rodeó, la abrazó y la besó, casi lloraban de alegría.

Zeinat es una de las menos de 30 civiles que se sabe que sobrevivieron al sitio de Homs: más de dos años de bombardeos constantes, disparos de francotiradores y hambre.

“Tengo 49 años y peso solo 34 kilos”, me dijo Zeinat cuando me reuní con ella en una iglesia dañada en el Viejo Homs.

“Los bombardeos fueron terribles, ocurrían casi todo el tiempo. Me hirieron una vez en el brazo y en el hombro”.

Zeinat sobrevivió al sitio junto con su hermano Ayman. Se quedaron en un pequeño apartamento con la esperanza de que no lo derribara una bomba o de que los rebeldes islamistas no los mataran por ser cristianos, ya que la oposición considera que los cristianos respaldan el régimen del presidente, Bachar al Asad.

“A menudo me acusaban de respaldar al gobierno”, dijo Ayman Akhras, sentado en el departamento con su hermana Zeinat.

“Les dije: ¿A quién se supone que tengo que respaldar si estoy atrapado aquí? No respaldo a nadie”.

Ayman y Zeinat dedicaron todas sus energías a mantenerse vivos. Ayman se aventuraba a salir a las peligrosas calles casi todos los días en busca de material para quemar en la pequeña estufa que tienen en el departamento.

“Solo conseguía la madera que los rebeldes dejaban tras cortar los árboles. Nunca quemé muebles, solo usé los marcos rotos de las ventanas y las puertas que habían quedado destrozadas tras los bombardeos”.

Las ventanas del pequeño departamento que ocupan los hermanos también explotaron pronto, por lo que quedaron expuestos al frío, además de hambrientos y asustados por la guerra que se libraba a su alrededor.

Los rebeldes capturaron la parte antigua de Homs en 2011. Las fuerzas armadas de Siria emprendieron una enorme ofensiva para recuperar el territorio y usaron artillería pesada en la zona urbana.

Luego, las fuerzas del gobierno rodearon a los rebeldes y sitiaron el distrito, impidieron la entrada de alimentos y suministros médicos. Los habitantes de la zona occidental acusan al régimen de al Asad de recurrir al hambre en la guerra civil. La ONU señala que ambas facciones impidieron la entrada de suministros en los lugares sitiados, pero que el gobierno usa el hambre con mayor frecuencia.

Zeinat y Ayman pronto se dieron cuenta de que se les acababan las provisiones mientras el sitio continuaba.

“Al principio teníamos algunos alimentos enlatados, pero pronto se acabaron”, recuerda Ayman.

“Luego, los rebeldes llegaron y saquearon nuestro departamento. Tomaron muchos alimentos secos que nos quedaban, como harina,bulgur y arroz. Vinieron más de 30 veces, entraron a la fuerza y nos apuntaron sus armas a la cara. El estar dormido en la noche y despertar con un arma apuntada a tu cabeza es una sensación horrible”.

Cuando se terminaron los alimentos, Ayman se vio obligado a salir a buscar pasto y hojas para comer. Encontró las hojas que les salvaron la vida en un árbol en un cementerio.

“Son las que saben mejor. Las otras eran muy amargas”, dijo.

“Las comíamos durante el desayuno, la cena y el almuerzo, todos los días”.

Zeinat me mostró un tazón pequeño en el que medían la porción que tomaban en cada comida.

“Las cortábamos y las guisábamos para el almuerzo”, relató.

“Por las mañanas las comíamos frescas con un poco del aceite que quedaba; por las noches tratábamos de freírlas en la estufa, si teníamos madera. Estas hojas nos salvaron la vida”.

Los hermanos cuentan que también su fe les ayudó a soportar los dos años de confinamiento, violencia y hambre. Ambos son cristianos ortodoxos devotos.

“Algunas noches simplemente estábamos tristes”, dijo Ayman.

“Cuando solo piensas en que no has visto a tu familia en tanto tiempo, que tal vez no los vuelvas a ver y que no tienes idea cuándo podrás salir de allí, en esos momentos, a veces solo llorábamos”.

Pero al final, lograron sobrevivir a más de 700 días de asedio de la Vieja Homs.

Zeinat aún está débil y no puede estar de pie por mucho tiempo. Pasa la mayor parte del tiempo descansando o leyendo, sentada en el sofá en el departamento. Ayman está más fuerte, pero su ropa le queda holgada por haber perdido tanto peso a causa del hambre.

Tanto Ayman como Zeinat son sobrevivientes.

Dicen que aunque las penurias que han soportado los dejaron delgados y frágiles, su espíritu está más fuerte que nunca y esperan el futuro con optimismo.