Por Beatriz Lucas, especial para CNN en Español

Cuando Juan Pablo Villarino y Laura Lazzarino llegaron al fin del mundo no podían creer que una mano gigante con el dedo hacia arriba les diera la bienvenida. El mismo gesto que les había servido para llegar hasta allí desde la Guyana francesa. Porque, aunque parezca increíble, estos dos argentinos habían atravesado todo Sudamérica y llegado a la base ucraniana de Vernadsky haciendo ‘autoestop’.

Esta es la historia de un viaje por carreteras secundarias y caminos invisibles que los matuvo 18 meses descubriendo el continente en el que habían nacido y gastando apenas 7 dólares al día para los dos.

Si estás en un móvil mira las fotos aquí

“Llevábamos un buen rato en la ruta en la frontera de Perú y Brasil esperando a que nos levantaran. Entonces paró un camión repleto de campesionos. Nos pusimos contentísimos, como si nos hubiera tocado la lotería”, así explica Juan Pablo Villarino uno de los episodios del viaje que ha llevado a recorrer Sudamérica por las carreteras secundarias a este psicólogo de Rosario y a su novia Laura, guía turística profesional.

“Nos subimos y pasamos dos días increíbles con ellos. Bajaban de la sierra a la selva vendiendo sus productos en la ruta así que iban parando de pueblo en pueblo. Aprendimos algunas palabras en quechua y les estuvimos ayudando a vender en los mercados, donde se intercambiaban productos del altipano por los de la selva. Fue extraordinario y experiencias así sólo están al alcance de tu pulgar, lo levantas y esperas”, explica este nómada vocacional.

Un estilo de vida

Para ellos, viajar haciendo ‘autoestop’ es una apuesta por un estilo de vida, que en el caso de Juan Pablo comenzó hace una década. “Es una herramienta sociológica que me permite espiar y conocer mucho más las sociedades por las que voy viajando. Se filtran historias mínimas de los conductores, te invitan a sus casas, compartes con ellos y eso es mucho más enriquecedor”, explica.

Juan y Laura contaron su experiencia en las II Jornadas Hostelworld de los Grandes Viajes que se están celebrando en Madrid del 7 al 28 de mayo. Puedes ver su conferencia y la del resto de ponentes on line desde el canal de youtube mochileros.tv.

Para dormir suelen hacer ‘Couchsurfing’ (una red de intercambio de acogida en casas donde la gente ofrece su sofá o su salón gratis). “También llevamos una carpa y siempre hacemos amigos que nos invitan a acampar en sus prados. Como escritores no nos sirve quedarnos en un hotel, porque queremos estar con la gente, desde el campesino, al ingeniero nuclear pasando por el maestro. Así conocemos todo tipo de personas. Les miras a los ojos y te ayuda a pensar”, detalla este psicólogo y escritor.

Sobreviven gracias a su pasión

Villarino empezó con un gran viaje en 2005 desde Irlanda del Norte hasta Tailandia íntegramente haciendo ‘autoestop’ por Irán, Irak, Siria y Afganistán. Publicó entonces su primer libro,Vagabundeando en el Eje del Mal. Laura leyó su libro, le conoció, se enamoraron y se unió a su aventura. Ambos viven de sus viajes: “No es que haya dejado de trabajar para viajar, trabajo escribiendo de mis viajes para revistas y periódicos, vendiendo mis libros”.

Desde entonces ha recorrido ya 130.000 km en 60 países haciendo ‘autoestop’. “El reto era hacer de nuestra pasión nuestro medio de subsistencia y después de 10 años hemos demostrado a todos los que nos decían que estábamos locos y que acabaríamos como vagabundos, que sí, que es posible vivir viajando”, cuenta a CNN en Español.

Seguridad

La seguridad para ellos no es un problema y otro de los objetivos de sus aventuras y sus libros es documentar la hospitalidad por el mundo. “Frente a la visión del miedo que nos imponen, que nos invitan a guardar todo bajo llave y cuidarte del otro como potencial agresor, haciendo ‘autoestop’ lo único que recibimos fue ayuda y gente amistosa que nos invita a conocer a sus familias”. Una experiencia tan enriquecedora que la han convertido en programa educativo y han creado el proyecto Nómadas, que los lleva a impartir conferencias sobre sus viajes en centros escolares de todo el mundo.

En su amplia experiencia viajera acumulada hablando con otros viajeros han comprobado que la mayoría de los robos o asaltos suceden en buses, en trenes y en lugares de concentración de turistas que es donde se espera a las víctimas los malechores. “De hecho el ‘autoestop’ es más seguro y menos predecible, y además te asesoran locales y cuando llegas a los sitios eso es una garantía”. En su ‘vagabundeo’ por el mundo a lo largo de una década, solo han sufrido dos asaltos: uno en Venezuela, un hurto por despiste en un camión del que alguien se llevó su mochila en un control de carretera; el otro, en Francia.

Su aventura también les ha ayudado a derribar mitos sobre el ‘autoestop’, como que se pasan horas en la carretera esperando: “Lo normal es que en 30 o 40 minutos te levanten”, asegura Villarino, salvo en lugares muy poco transitados. “Por ejemplo, en el Tibet tuve que cambiar mi plan de viaje porque no pasaban transportes y mi visa se iba a agotar”.

Sudamérica de cabo a rabo

En su recorrido de 18 meses por todo Sudamérica no han dejado de sorprenderse. Laura y Juan Pablo relataron su experiencia en un libro, Caminos Invisibles, de venta en sus blogs Acróbatas del Camino y Los viajes de nena. En él explican cómo empezaron su viaje en San Nicolás, un pueblo, cercano a Rosario, Argentina, donde tienen su base de operaciones.

Comenzaron bajando a la Patagonia hasta Usuahia (capital de Tierra del Fuego), donde convencieron a un capitán de barco para que los llevara a la Antártida, a l regresar desde el fin del mundo subieron a Paraguay, “un país muy poco visitado y dejado de lado porque no tiene grandes iconos turísticos, pero con una zona rural muy interesante”. Allí hicieron una parada larga en las colonias menonitas: “Es extrañísimo porque son descendientes de alemanes, hablan alemán, tienen casas de estilo alemán, pero estás en Paraguay”, describen.

De Paraguay saltaron a Bolivia, donde llegaron hasta Santacruz de la Sierra, Potosí, Sucre, y las comunidades quechua parlantes por caminos y senderos incas. Luego Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, y las Guyanas, que “para llegar por tierra es toda una odisea. Hay que bajar a Brasil y, desde el norte, atravesar la selva; y a los tres días y tras 400 km llegas a la capital Georgetown”, relata Juan Pablo.

Desde allí visitaron Surinam y Guyana francesa, un territorio apasionante. “Tiene bastante población de origen hindú, con vacas sagradas, y templos hindúes y donde se come arroz con curry, aquello fue inesperado”. Y desde las Guyanas emprendimos el regreso a través de Brasil navegando el río Madeira, hasta Portobelo y de ahí ingresamos a Perú, a la parte de Cuzco, luego bajamos por Chile y volvimos a Argentina.

Lo que más les impactó de su viaje por el continente fue su experiencia en la selva ecuatoriana. “Estuvimos diez días con los shuar, los jíbaros reductores de cabezas, y estuvimos pescando con ellos, aprendimos el ritual de la ayuhuasca… fue todo un viaje a otra civilización”. Lo más desagradable de esta aventura fue su paso por Venezuela. “Vivimos la tensión social y la violencia por todas partes, la gente estaba muy agresiva, tuvimos dos intentos de asalto en la ciudad, y nos entristeció ver el país así”.

Lugares que no están en el mapa

Cuando viajan tienen diseñado un 50% de su recorrido, el resto, van dejando que el ‘autoestop’ los lleve por lugares inesperados.

En algunas etapas, como en el eje cafetero de Colombia, una colorida chiva colombiana -un camión tradicional- los fue llevando por aldeas y pueblos que ni siquiera sabían que existían porque no salían en los mapas. “Esa es la magia de un viaje así, poder seguir sorprendiéndote cada día”, concluye.