Nota del editor: Miguel Ángel Antoñanzas se encuentra en Brasil para documentar la verdadera experiencia de un hincha durante la Copa del Mundo. Equipado con una cámara Nikon Coolpix, saldrá fuera de la cancha para capturar la vida, los sonidos y el sabor de Brasil.

(CNN Español) – Finalmente el Mundial ha comenzado. Estoy en la habitación del hotel, piso 10 de una enorme torre en Belo Horizonte, cerca del estadio mundialista donde el sábado juega Colombia contra Grecia.

Un hotel que la taxista que me trajo del aeropuerto fue incapaz de encontrar, a falta de GPS, preguntó las coordenadas a una veintena de viandantes en un barrio de gente humilde. Derecha e izquierda, calle arriba y calle abajo, ahora mismo todavía no sé muy bien dónde estoy alojado, si en el centro o en las minas famosas que abrieron en canal este estado.

Pero la gente le iba diciendo con paciencia, gran virtud de este país, pesadilla de los impacientes, por dónde llevarme.

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En todo caso, esto es lo de menos, ahora allí abajo los vecinos llevan horas celebrando la victoria del equipo nacional a Croacia en el partido inaugural, como demuestra la música de los bares de una de las calles que dan a mi ventana. En realidad es también una victoria del fútbol sobre el descontento social, sobre el hastío de unos sectores de la sociedad que quieren, en cierta manera, un gesto más allá del circo, que preferirían que la inversión pública fuera para sanidad y educación en lugar de para el Mundial.

Pero el fútbol es poderoso, y ese joven Neymar en su partido 50, parece que ha logrado borrar al menos parte de esa resistencia y hasta el taxista que me traía de vuelta reconocía que es un buen comienzo.

Arranca este mundial con mi cobertura de hechos anecdóticos, de encuentros fugaces. No llevo una producción elaborada. Las historias a veces me aparecen solas, como las de aquel periodista argentino que me enseñó un balón con 40 firmas de los mejores jugadores del Mundial de todos los tiempos. O de esas personas en la calle, que te hablan, y te explican, la taxista, el señor del bar… Y sobre todo esos aficionados latinos, mexicanos, colombianos, chilenos, que están encantados de revelarte sus mejores jugadores, las tácticas, las posibilidades de su selección y su pasión por este deporte.

Llevo dos cámaras, un portátil y la suerte de contar con varias personas que conocen Brasil y que toleran mi ignorancia y torpeza a la hora de moverme por este enorme país.  Y espero que sean suficientes.

País del que sólo me he asomado brevemente, en Río de Janeiro, en Sao Paulo, y que me gustaría conocer más a fondo, porque es fácil de quererlo, a pesar de ese internet que hace mis jornadas tensas por no poder enviar el material a tiempo a Atlanta.

De momento mi trabajo es mirar, grabar con ese ojo electrónico de la cámara, y seguir a una afición, especialmente latina, que se ha dejado muchas veces muchos sueños pequeños para seguir este grande y estar con los suyos.

Y espero que mis miradas tengan algún valor, aunque sea un pequeño guiño del lector.

Ahora toca descubrir esta ciudad, pero también estar pendiente del encuentro este viernes entre mi país, España y Holanda, el mismo que la final de hace cuatro años. Espero que la Roja empiece como acabó en Sudáfrica: dueña de la victoria.