Por James Masters, CNN
(CNN) – Bajo la mirada del Cristo Redentor de Río de Janeiro, el hombre que sería rey espera su destino.
Diminuto y sin pretensiones, la fe de Lionel Messi en su habilidad nunca ha sido cuestionada, pero una sombra similar a Dios siempre lo ha rondado.
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Si Diego Maradona es una deidad para los argentinos, entonces Messi es un profeta.
“Él fue nuestra agua en el desierto”, dijo el entrenador Alejandro Sabella respecto a Messi, después de la victoria de su equipo en cuartos de final contra Bélgica.
Messi podría no ser Moisés (la habilidad de sacar agua de la roca es demasiado pedir incluso para le estrella del Barcelona), pero los poderes de su fútbol frecuentemente suscitan elogios sobrenaturales.
Después de sus dos goles en contra de Nigeria, el entrenador Stephen Keshi declaró que Messi era de otro planeta… específicamente de Júpiter, aunque no explicó por qué.
Los logros de Messi están bien documentados: 381 goles en 466 partidos para el Barcelona, 3 títulos en la Liga de Campeones y 6 títulos en la liga española solo cuentan la mitad de la historia.
En cuatro ocasiones ha sido nombrado el mejor jugador del año, mientras su rostro aparece en revistas por todo el mundo, y los patrocinadores claman por su firma.
Sin embargo, en el lugar donde todo empezó, no recibe el mismo cariño como lo hace en las calles de Cataluña.
“El nombre de Maradona siempre será una carga pesada sobre los hombros de Messi”, dice Cristina Pérez, una de las principales periodistas deportivas de Argentina.
Maradona solo ganó una copa española con el Barcelona, antes de dirigir al Nápoli a dos títulos de la liga italiana, pero fue en el escenario internacional donde realmente dejó su marca… lo más notable es que llevó a Argentina a la gloria de la Copa del Mundo en 1986.
“Los logros de Maradona como futbolista fueron absolutamente asombrosos”, dijo Pérez a CNN. “Él usó sus dones y sus agallas para vencerlos a todos uno a uno antes de ganar la Copa del Mundo en una actuación gloriosa”.
Así como su destreza en México 86, el hecho de que Maradona haya usado su mano para desviar el balón por encima del arquero inglés Peter Shilton en la victoria de Argentina 2-1 en los cuartos de final, sigue siendo un debate hasta la fecha.
¿Fue trampa o se trató de un profesional que iba a hacer cualquier cosa para darle la ventaja s su equipo?
Un poco de ambas, según Maradona. “Un poquito de la mano de Dios, otro poquito de la cabeza de Maradona”, es como describió su gol.
“Esa es la razón por la que las personas le perdonan casi todo y aún celebran el gol de la ‘mano de Dios’ como un emblema de astucia y hambre de triunfo”, dice Pérez.
Las actuaciones de Maradona en ese torneo asombran hasta el día de hoy.
La forma en que corrió entre la desconcertada defensa inglesa en Ciudad de México para anotar su segundo gol, justo minutos después de su primer esfuerzo controvertido, lo llevó a ser etiquetado como uno de los más grandes de la historia del fútbol.
En la semifinal, Maradona anotó dos veces contra Bélgica en una victoria 2-0, pasando por cuatro defensas belgas para marcar su segundo gol.
En la final, hizo un pase a Jorge Burruchaga, para anotar el gol de la victoria y derrotar a Alemania Occidental 3-2.
Sus actuaciones le aseguraron el estatus de héroe en Argentina y le permitieron desarrollar una gran cantidad de buena voluntad que se pondría a prueba más adelante cuando lo expulsaron de la Copa del Mundo de 1994 por drogas.
Maradona fue un hombre del pueblo, un niño que creció jugando fútbol en las calles de Buenos Aires, luchando cada día para abrirse camino en el mundo.
Había algo en él con lo que la gente podía relacionarse… algo que Messi, por todas sus cualidades, no poseía.
“Leo no tiene el carisma o el lado excéntrico que ayudó a construir los dones de Maradona como un jugador”, dijo Pérez.
“Tenía una personalidad provocativa y exuberante… todavía lo conocen como Dios”.
“Pero nadie puede vivir en el pasado, y el futuro depende de los talentos de Messi, de otra manera no habrá nada más que nostalgia”.
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Messi y Maradona no podrían ser más opuestos en carácter y estilo de vida.
En lo que precedió al triunfo en la Copa del Mundo en 1986, Maradona estaba aturdido.
Una pelea pública por un hijo ilegítimo con su amante amenazaba con destruir las esperanzas de la nación, mientras a lo largo de su carrera se le vinculó con la Camorra (la mafia napolitana) y, habiendo sufrido la derrota en la final de la Copa del Mundo en 1990 contra Alemania, se le expulsó por consumo de drogas en el torneo de 1994 en Estados Unidos.
Pero en 1986, por su propia cuenta llevó a una nación argentina, que aún se estaba recuperando del impacto de la guerra de las Malvinas, hacia la victoria. Fue el pináculo de su carrera internacional, la cual abarcó 91 partidos y 34 goles.
Messi es más el tipo privado y replegado; si bien no es tímido al momento de avanzar con el balón a sus pies, no dispone de la misma atención en la selección argentina que Maradona disfrutaba.
Gran parte de eso tiene que ver con la educación de Messi. Mientras Maradona creció y se dio a conocer en Argentina, Messi se mudó a Barcelona a la edad de 13 años.
Es bastante franco respecto a la decisión de salir de su ciudad natal de Rosario en Santa Fe y trasladarse al otro lado del mundo.
“Cuando tenía 11 años, descubrieron que tenía una deficiencia de una hormona de crecimiento, y tuve que iniciar un tratamiento para ayudarme a crecer. Todos los días tenía que inyectarme una aguja en las piernas, noche tras noche, todos los días de la semana, durante un período de tres años”, dijo en el libro “Messi”, por Guillem Balangue.
“Era tan pequeño, lo decían cuando salía al campo o cuando iba a la escuela, siempre era el más pequeño de todos. Fue así hasta que terminé el tratamiento y empecé a crecer adecuadamente”.
Y vaya si creció… no solo en altura, sino también en estatura.
Messi fue el punto focal de la revolución del Barcelona de Pep Guardiola y el surgimiento del fútbol tiki-taka, que dominó el fútbol español y europeo.
Sin embargo, mientras crecía su fama con el Barcelona con cada juego que pasaba, las personas en Argentina permanecían escépticas.
La acusación era que Messi no era uno de ellos. Este era un jugador que había abandonado su país de origen antes de haber logrado formarse cualquier tipo de identidad argentina… era Catalán.
“Aún quedan algunas personas… demasiadas personas en mi opinión, porque no debería haber ninguna, que no se sienten totalmente convencidas por él”, dijo a CNN el experto argentino en fútbol, Sam Kelly.
“Pero lo vociferante de sus celebraciones, la calidad de sus actuaciones desde que Sabella tomó el mando en particular, y su indudable centralidad para el equipo, se ha ganado a todos menos los críticos más pesados”.
“No da la misma sensación de ‘hombre común’ que Maradona, y es difícil imaginarlo haciendo tantos alardes, pero hay que tener en cuenta que acaba de cumplir 27 años, así que creo que algún día será considerado en el mismo nivel que Maradona el jugador, pero la calidez de sentimientos podría nunca compararse a Maradona”.
Hace cuatro años, cuando Messi y Maradona combinaron sus poderes en la Copa del Mundo de 2010… fue desastroso.
Messi no brilló, Maradona cortó una figura cómica en la banda como entrenador y Argentina fue derrotada 4-0 en los cuartos de final por una rampante Alemania.
Quizá llegó la hora de la venganza, ya que el domingo, Messi dirigirá a Argentina en la final de la Copa del Mundo -en su participación no. 93 con la Albiceleste- contra Alemania.
Ha anotado 42 goles en ese período de tiempo, cuatro de ellos se han dado en este torneo.
Ahora más que nunca, Argentina necesita a Messi; necesita la capacidad de escapar de los problemas que asedian al país, en particular un incumplimiento de 100.000 millones de dólares, en un momento en el que la economía está cayendo en un 11% y el desempleo está por los cielos.
Funcionarios de Argentina se reunirán con un mediador en Nueva York el viernes para ponerle fin a una larga disputa con los inversionistas que rechazaron los términos de restructuración sobre la deuda de la nación después de 2002.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner no ha perdido la oportunidad de sacarle ventaja a la Copa del Mundo, ya que el gobierno ha sacado anuncios nacionalistas en la televisión dirigida por el estado durante los partidos.
Si la táctica es distraer al público, entonces ha funcionado hasta cierto punto… y Messi ha jugado un papel importante.
Quienes celebran la perspectiva de una primera final de la Copa Mundial en 24 años, dejaron que sus preocupaciones desaparecieran al menos temporalmente, ya que celebraron el día de la independencia de la nación con fervor adicional.
Pero si Argentina no logra un acuerdo para el 30 de julio, caerá en su segunda deuda soberana en 12 años
Sin embargo, por el momento, las dificultades monetarias se hicieron a un lado mientras la nación fija su atención en la oportunidad de llegar a ser campeón mundial por primera vez en 28 años.
“No recuerdo tal sentimiento de alegría desde que era niño y regresó la democracia luego de la dictadura en 1983 y de nuevo cuando ganamos la Copa del Mundo en 1986”, añadió Pérez.
“En una época de crisis económicas y escándalos de corrupción en el gobierno, este momento brinda un enorme alivio en medio de la adversidad”.
“Así que llegar a la final nos da una verdadera alegría y hace que el país esté orgulloso”.
Alemania representa una desafío tremendo para Messi y su equipo.
Este cuadro, que arrasó con Brasil, el país anfitrión, con un marcador de 7-1 en la semifinal del martes, cree que este es el momento de finalmente alcanzar su potencial.
Pero para Argentina, esta oportunidad es una que no puede dejar escapar, después de haber esperado tanto tiempo.
“‘Brasil, decime qué se siente’ es la canción que ha estado circulando a lo largo del torneo por los aficionados argentinos que están seguros del éxito de su equipo.
Esas palabras se han convertido en más venenosas desde la vil salida de Brasil, y quienes habían soñado con una victoria en casa podrían estar a punto de presenciar la peor pesadilla del país anfitrión: una celebración argentina de la victoria en la Copa del Mundo en Copacabana.
Ese es el sueño que estará en las oraciones de 40 millones de argentinos, a manos de su profeta del fútbol.