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Nota de editor: Tim Kane es un investigador en Hoover Institution, de la Universidad de Stanford y ha participado dos veces como economista en el Comité Económico Conjunto del Congreso de EE.UU. Es coautor con Glenn Hubbard del libro “Balance: The Economics of Great Powers from Ancient Rome to Modern America”, disponible recientemente en una edición de bolsillo. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.

(CNN)– Al ver la avalancha de niños inmigrantes de América Central, que buscan entrar a Estados Unidos, nos golpea el caos en todos los niveles. Es una crisis, pero no es una sorpresa.Los datos del gobierno de Estados Unidos muestran que 10.000 “niños extranjeros no acompañados” de países no fronterizos llegaron en 2012, el triple del nivel normal. El año pasado, en 2013, llegaron 20.000. En lo que va del presente año han llegado más de 40.000.

Sin embargo, el número de deportaciones de tales niños disminuyó durante el mismo período de tiempo: las deportaciones en 2013 fueron un quinto del nivel en 2008, según Los Angeles Times. El número de niños deportados de países no fronterizos se redujo de 600 a sólo 95.

Yo, como la mayoría de economistas, creo que la inmigración es una gran ganancia para la economía de los Estados Unidos. Creo que los argumentos en torno a que los inmigrantes roban puestos de trabajo y deterioran la cultura son una tontería. Creo que la generosa asignación de Estados Unidos de más de 100.000 refugiados por medio de nuestras embajadas cada año es correcta en todos los sentidos. Pero no de esta manera.

La crisis en la frontera es injusta y explotadora. Como lo señaló el senador John McCain, ¿cómo sería esto justo para los refugiados que huyen de Siria, Irak o el Congo?

La realidad es que las economías de Honduras, El Salvador y Guatemala están creciendo tanto en términos netos como per cápita. La causa del caos no es la violencia en esos países, sino la incoherencia en Washington.

¿Culpar a las familias más pobres de Centroamérica por enviar a sus hijos a la frontera de Texas? Yo no.

Esta no es la inmigración ilegal como normalmente se constituye. Es una inmigración caótica. Cuando esencialmente el 100% de los niños no acompañados de ciertos países se tratan como víctimas del tráfico humano y se les permite entrar, pero menos del 3% son deportados al final, ese es un incentivo para el caos. Miles de niños serán atraídos por esa oportunidad, a pesar del peligro, y algunos de ellos morirán en el camino.

La petición del presidente de 3.700 millones de dólares en nuevo financiamiento no será efectiva porque irá destinada a detención y cuidado, más o menos 70.000 por niño. La administración ha insinuado, pero ha vacilado en torno a resolver los incentivos políticos que le pondrían fin al aumento inmediatamente.

Según mis cálculos, el 97% de los niños que llegan de los países no fronterizos pueden quedarse permanentemente, lo que significa que no los deportan. La mayoría de estos niños evitarán las audiencias de deportación y se convertirán en inmigrantes ilegales, lo que los vuelve aptos para una mayor explotación. Pero considerando la situación en Honduras, las abrumadoras probabilidades de una entrada exitosa superan cualquier tipo de advertencia del presidente Obama. En otras palabras, la política habla más que mil palabras.

Sería útil, como mínimo, que la Cámara y el Senado actuaran. La ley de 2008 que requiere el cuasi-asilo es el punto crucial del problema, pero la acción ejecutiva de 2010 del presidente Obama, conocida como DACA, también juega un papel importante.

La posición política de sentido común es que el Congreso permita que los agentes de control fronterizo traten a los niños no acompañados de países no fronterizos de la misma forma en que se trata a los niños mexicanos y sencillamente negarles la entrada. Cualquier medida menor es un incentivo inhumano para que el caos continúe. Los políticos sin duda temen que una medida tan simple parezca insensible, pero fácilmente puede ser reparada al incluir en el mismo proyecto de ley un aumento en el número de refugiados a quienes se les permita el ingreso a Estados Unidos a través de sus embajadas.

Tradicionalmente, a 150.000 refugiados y personas que buscan asilo provenientes de países afectados por la guerra alrededor del mundo se les otorgó residencia permanente en Estados Unidos. ¿Por qué no aumentar eso a 200.000? ¿O 300.000?

El truco es que los refugiados tendrían que aplicar a la antigua, en la forma en que ha funcionado durante años, a través de las embajadas de Estados Unidos. Tal política humana no solo honraría nuestra herencia, sino también trataría a los niños de África y Asia equitativamente mientras se contiene una situación que se está haciendo cada vez más peligrosa.