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Por Jeanne Sahadi

NUEVA YORK (CNNMoney) — Los jefes podrían ser quienes realizan las evaluaciones anuales de desempeño. Pero no nos engañemos: sus actuaciones están siendo juzgadas a diario por quienes trabajan para ellos.

Y cuando el jefe es un fanfarrón desconsiderado o una persona incompetente y malintencionada, las evaluaciones serán, este… ¡crueles!

Les pedimos a los lectores de CNNMoney que nos dijeran qué hace a un jefe despreciable.

Con base en sus respuestas, los gerentes realmente horribles parecen encajar en una de seis categorías:

Un lambiscón sin carácter: esta raza especial son “unos imbéciles en todo sentido, al mismo tiempo que son verdaderos ángeles para sus superiores”, escribió L. Tolbert de Wichita, Kansas.

Si ellos perciben que los altos directivos no están contentos con tu trabajo, te darán la espalda.

Ellos “no pueden resistir la presión política de arriba, y ceden de inmediato, siendo incapaces de luchar por o defender a su gente”, dijo Colin Adams, de Somerville, Massachusetts.

Jekyll y Hyde: los lectores estaban extremadamente decepcionados de los gerentes que mostraban favoritismo y aplicaban una “descarada doble moral”.

El jefe verdaderamente despreciable “tiene a unos cuantos favoritos y otros podrían ser porquería de perro”, dijo un lector de Virginia.

Narcisistas rabiosos: estas personas encantadoras exhiben un excesivo egocentrismo, acompañado de maldad.

Un lector dijo que había tenido dos jefes despreciables en el pasado, y ambos habían sido “narcisistas sociópatas” y “mentirosos consumados”.

“Todo giraba en torno a ellos y no tenían capacidad para relacionarse con los demás o tener empatía por los demás”, dijo John Balestrieri de Wisconsin.

Jonathan Houck de New Jersey lo planteó así: ellos son “los niños problemáticos de una cultura empresarial que recompensa el fracaso, la deshonestidad, la indiferencia, el egoísmo, el narcisismo y la falta de visión”.

Mojigatos que no hacen nada: no hay nada peor que romperte el lomo en un proyecto solo para ver que tu jefe asuma todo el crédito, y apenas mencione a las personas que realmente hicieron el trabajo.

Peor aún, cuando la persona a cargo te da instrucciones incorrectas, rechaza tus ideas y además nunca reconoce que podrías haber estado en lo correcto después de todo.

“Un mal jefe nunca puede admitir que está equivocado ni se disculpa con los empleados si es necesario”, escribió Ken Hopkins de Dallas.

Luego, por supuesto, está el enfoque de “carne fresca” para la gestión.

Tales jefes “no proveen ningún valor. Cuando los buscas para pedir asesoría, te dicen que te las arregles o te envían con otro contacto. No dan seguimiento y es difícil ponerse en contacto con ellos. Pero están listos para regañarte cuando el desempeño no es el adecuado”, dijo Williams de Oregon.

Un inútil que hace todo mal: los jefes necesitan interactuar con las personas a las que dirigen.

Sin embargo, aparentemente el jefe que evita el contacto y se aísla no recibió ese memo.

“Se encierra en una torre de marfil donde todo el mundo tiene miedo de acercarse y hablar con él, por lo que no se comparten ideas. No se da cuenta de los problemas hasta que ya es demasiado tarde. Y tiene cero relación con sus empleados”, dijo Dave de Mayland.

Controlador que toma esteroides: por supuesto, demasiada participación activa volverá locos a los empleados. La cólera especial fue reservada para la “microgerencia”.

Un lector de Pensilvania se quejó de uno de sus jefes que le asignó un proyecto escrito sin darle demasiadas instrucciones. Luego, el jefe lo volvió a escribir todo “como si él fuera el único que podía hacerlo con claridad. Subestimó mi capacidad y confianza”.

Kimberly Moore de California hizo referencia a una jefa que “llegaba en sus días de descanso, solo para asegurarse de que estábamos haciendo todo a su manera”.

La conclusión para los empleados, dijo Moore: “ella no confiaba ni tenía fe en nuestra capacidad para hacer las cosas, no importando cuánto tiempo teníamos de estar en la compañía”.