Por Harriet A. Washington
Nota del editor: Harriet A. Washington es investigadora de la Universidad de Nevada en Las Vegas; escribió los libros Medical Apartheid: The Dark History of Experimentation from Colonial Times to the Present y Deadly Monopolies: The Shocking Corporate Takeover of Life Itself – and the Consequences for Your Health and Our Medical Future
(CNN) — Una de las muchas interrogantes que rodean a la noticia de que los estadounidenses Kent Brantly y Nancy Writebol recibieron un suero experimental poco conocido para contrarrestar su infección de ébola es: ¿Por qué no escuchamos nada de eso antes y cómo lo obtuvieron?
El ébola no tiene cura, aunque algunos posibles medicamentos y vacunas están en diversas etapas de desarrollo. El suero ZMapp, producto experimental de Mapp Biopharmaceutical, no se ha probado en humanos, lo que significa que no cumple con el principal requisito de la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, por sus siglas en inglés), así que no sorprende tanto misterio.
Los estadounidenses se las arreglaron para obtener lo que más de 1.660 personas infectadas en Guinea, Sierra Leona, Liberia y ahora Nigeria no pudieron: un medicamento que aparentemente funciona, aunque aún no estamos seguros, claro. Algunos reportes indican que recibieron el ZMapp de acuerdo con la regla del “uso compasivo” de la FDA, que permite que se administren fármacos no probados a los pacientes que den su consentimiento y que de otra forma morirían. Este es un triunfo del sentido común y la compasión sobre la burocracia.
Una de las principales inquietudes que suscita el uso de medicamentos no aprobados es que no conocemos los riesgos: el fármaco podría no funcionar, podría funcionar pero con graves efectos adversos o podría ser tan letal como la enfermedad. Pero como médico, Brantly entendió los riesgos y, al igual que él, Writebol no tenía otra opción. La mayoría de la gente que tiene ébola muere.
El uso compasivo es ciertamente defendible desde un punto de vista ético. Pero parece que solo había tres dosis disponibles y se las dieron a unos occidentales. La falta de un acceso más amplio al ZMapp pone de relieve lo que a menudo es un error ético muy grave.
¿Por qué no le administraron este medicamento a Sheik Umar Khan, el médico en jefe de Sierra Leona que murió mientras trataba a los enfermos de ébola? Porque aquí está en marcha otro método para determinar quién recibe el medicamento: la deprimente y conocida estratificación del acceso a un fármaco con base en los recursos económicos y el ser occidental en vez de habitante del Sur del mundo.
Ningún trabajador de la salud quiere privar intencionalmente a los africanos de un fármaco necesario. Sin embargo, las redes médicas informales, de las que los africanos carecen, conectan a los occidentales acomodados con la información y los fármacos. Además, la industria farmacéutica ha declinado en otras ocasiones hacer pruebas para enfermedades del mundo tropical, cuyos habitantes no pueden, en su mayoría, pagar los altos precios.
No sabemos qué tan rápido se podrían fabricar grandes cantidades de ZMapp. Si se pusiera a disposición del público, ¿quién debería recibirlo? Algunas personas creen que deberían administrárselo a los médicos y cuidadores de enfermos de ébola, porque es esencial que sobrevivan para tratar y sofocar la epidemia. Esto tiene sentido, pero no es tan sencillo.
Primero que nada, viola el principio de la justicia distributiva: los beneficios del fármaco se distribuyen inequitativamente y lo más probable es que se beneficien los profesionales hábiles y con seguridad económica.
Además, ¿con qué parámetro decidiremos que el rol de los médicos los hace más valiosos, qué dicta que ellos deberían tener preferencia en la oportunidad para sobrevivir? El distribuir el fármaco por medio de un ensayo clínico nos permitiría saber si el medicamento funciona, si funciona bien y cuáles son las salvedades.
Los africanos deberían participar en cualquier ensayo clínico que beneficiaría a la empresa farmacéutica y a las víctimas del ébola. Esto significaría que su vida también tiene un valor irremplazable a la hora de decidir quién debe recibir el fármaco.
Entonces, ¿los africanos recibirán este medicamento potencialmente salvador?
Un funcionario de la ONU insinuó que el fármaco no se puede probar en plena epidemia, pero se equivoca. Esos ensayos se llevan a cabo todo el tiempo.
David Ho probó fármacos contra el sida en Uganda en pleno auge de la pandemia; el fármaco contra la meningitis, Trovan, se probó en Kano, Nigeria, en medio de una epidemia. Uno de cada tres ensayos se lleva a cabo en países en vías de desarrollo; los científicos a menudo aluden a la elevada mortalidad, incluidas las epidemias, como razón para llevarlos a cabo en esos lugares.
El problema no es probar el fármaco durante la epidemia. La cuestión es qué tan éticamente se efectúan esos ensayos.
En este momento solo hay cantidades limitadas de ZMapp, pero en cuanto pueda fabricarse en grandes cantidades, el fármaco contra el ébola debería quedar al alcance de los africanos de todas las regiones que están bajo amenaza de la epidemia sin importar su capacidad de pago.
Si fuera posible, debería distribuirse en ensayos clínicos para determinar si los medicamentos son seguros y eficaces.
Muchas personas asumen que esto requiere restringir los fármacos a un grupo de control, pero eso no necesariamente debe ser así. Los expertos deberían y pueden crear un estudio bien diseñado que permita que todos los que lo necesiten tengan acceso rápido al medicamento.
Pero si no pueden asegurar que la gente enferma reciba el fármaco de forma temprana, entonces el ensayo clínico no debería ser requisito para los africanos pobres, como no lo fue para Kent Brantly.
También es natural preguntarse si no es la amenaza del ébola al mundo occidental (no a los africanos) la que impulsa esta iniciativa porque hay muy pocos fármacos diseñados para los africanos.
Esto simplemente pone de relieve otra de las razones por las que deberíamos hacer nuestro mayor esfuerzo para proteger a la gente del ébola: nuestra interdependencia médica. Si el ébola llega a Estados Unidos, necesitaremos fármacos como el ZMapp tal como los africanos lo necesitan hoy.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Harriet A. Washington.