Por Ben Brumfield
(CNN) — Un peldaño de la larga escalera a Marte se rompió el viernes, cuando un cohete de prueba en Texas terminó como una bola de fuego en el aire.
Los escombros del cohete Falcon 9 Reusable no tripulado de SpaceX, el cual estalló menos de 20 segundos después del lanzamiento, cayeron en llamas sobre un campo abierto fuera de McGregor.
Se presentó un problema durante el lanzamiento, y el “sistema automático de terminación de vuelo finalizó la misión”, indicó SpaceX en una declaración.
“No hubo heridas ni lesiones leves”.
Pero fue un intenso espectáculo pirotécnico para los espectadores que estaban estacionados en una carretera rural cercana… y para las cámaras de sus teléfonos móviles. KWTX, afiliada de CNN, informó sobre la explosión el viernes y publicó un video.
SpaceX dijo que revisará los datos del vuelo para determinar qué salió mal con la versión de tres motores del cohete.
Toda la información sobre el aterrizaje
No es la forma en que vuela, sino la forma en que aterriza lo que hace que el F9R sea una pieza fundamental para la misión a Marte. El cohete tiene un equipo de aterrizaje: cuatro patas que sobresalen como las de un insecto. Lo mismo ocurría con su predecesor más corto, el cual llevaba el nombre de Grasshopper (saltamontes).
Hasta ahora, los cohetes espaciales estadounidenses nunca habían sido diseñados para regresar de la misma manera o forma como partieron. La mayor parte del cohete era lanzada al océano, o desechada en la órbita baja para que pasara por el incinerador cósmico de la Tierra, o permanecía en el eterno vacío. Lo que quisieras conservar -cohetes aceleradores sólidos, cápsulas, astronautas- tenía que descender en ductos o planear en un trasbordador.
Éste no es el caso con el F9R. El cohete entero, en una pieza, desciende poco a poco a la plataforma de donde despegó, utilizando sus motores aceleradores, y cuidadosamente se pone nuevamente de pie.
Eso hace que sea reutilizable, una característica útil para una misión futura a Marte… claro, si alguien piensa regresar a casa una vez estando ahí.
Marte, aquí vamos
Un viaje al Planeta Rojo es el llamado visionario de la industria espacial. Mars One, una organización holandesa no lucrativa, ya está aceptando solicitudes para los pioneros espaciales que quieran hacer un viaje de solo un trayecto, quienes pasarían el resto de sus vidas en un asentamiento marciano permanente.
Elon Musk, el director ejecutivo de SpaceX, tiene una ambición similar: él prevé la colonización humana en Marte y otros planetas como el próximo paso en la evolución humana, según el sitio web de la compañía.
También hay una ventaja menos atractiva pero más inmediata respecto a los cohetes reutilizables: ahorran muchísimo dinero. Los grandes cohetes Falcon 9 de SpaceX cuestan más o menos 54 millones de dólares cada uno, dice la compañía.
Ese es más o menos el precio de un avión de pasajeros usado que se encuentre en buen estado. Pero un avión de pasajeros vuela varias veces. Hacer que los cohetes sean reutilizables reduciría el costo de los vuelos espaciales enormemente, dice SpaceX.
Esa ventaja competitiva podría resultar útil muy pronto.
SpaceX y tres otras compañías (Boeing, Blue Origin y Sierra Nevada Corp.) están en una carrera por desarrollar medios “seguros, confiables y rentables” para transportar a una tripulación a la órbita baja de la Tierra, según una declaración emitida por la NASA esta semana. La agencia espacial planea otorgar, este o el próximo mes, “uno o más contratos” para el transporte comercial hacia y desde la Estación Espacial Internacional.
Una tolva pequeña
Los cohetes F9R no retumban con el mismo estruendo como lo hicieron alguna vez los transbordadores espaciales o los cohetes Saturn V, y el F9R es relativamente pequeño, y está compuesto solo por una plataforma.
Se trata de una versión simplificada de su padre, el Falcon 9, el primer cohete de una compañía comercial en volar a la Estación Espacial Internacional, según SpaceX.
Nueve motores cohete se encienden para impulsar al Falcon 9 a la órbita de la Tierra. Solo tres impulsan al F9R, el cual solo ha volado a una altitud de 1.000 metros (3.280 pies). Eso es menos del doble de altura del One World Trade Center en Nueva York -una hazaña trivial para un cohete- pero regresar de ahí de una pieza no lo es.
La ciencia del espacio aplica incluso para los cohetes pequeños, y los fracasos en varias etapas de las misiones espaciales ocurren regularmente.
A mediados de mayo, un lanzamiento de un satélite ruso salió mal cuando el cohete se desvió de su trayectoria, lo que ocasionó que un sistema de emergencia cortara la propulsión. El cohete había viajado a 160 kilómetros de altura y supuestamente estalló en la atmósfera en su descenso.
Fue por lo menos el cuarto fracaso de un cohete Proton-M, una legendaria pieza fundamental del programa espacial ruso.
Como lo puso Musk en su tuit luego de que estallara el F9R:
“Los cohetes son complicados…”