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Por Elizabeth Cohen, CNN

Liberia (CNN) – Te presentamos al Dr. Gobee Logan, director de salud del condado de Bomi en Liberia.

Ahora ya conoces a la mitad del equipo médico del condado de Bomi.

Hay dos médicos en todo el condado. No quiero decir dos médicos para tratar a los pacientes con Ébola sino dos médicos, y punto.

Dos médicos para ocuparse de los pacientes con Ébola, más de 100 pacientes en su hospital general, además del resto del condado. Es decir, dos médicos para más o menos 85.000 personas.

Logan no se queja, aunque él ha estado trabajando las 24 horas del día desde junio, cuando apareció el primer caso de Ébola en este condado agrícola.

Sin embargo, le gustaría un verdadero centro de tratamiento del Ébola. Él ha estado atendiendo a los pacientes en un centro de detención, que tiene solo 12 camas. Algunas veces ellos tienen casi el doble de pacientes y el exceso de pacientes se quedan en colchones sobre el suelo.

Él no puede enviar a estos pacientes a centros auténticos de tratamiento de Ébola porque están todos llenos.

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Logan ha estado implorando al gobierno federal durante más de un mes una unidad oficial de tratamiento del Ébola, una con más camas y un área de cuarentena para personas que han entrado en estrecho contacto con pacientes del Ébola, pero que no están enfermos.

Mi equipo y yo – el director senior John Bonifield, el fotógrafo senior Orlando Ruiz y nuestro coordinador, el periodista liberiano Orlind Cooper– vimos de primera mano el martes por la noche cuanto realmente necesita un verdadero hospital.

Aproximadamente a las 7 de la noche, una ambulancia llegó al centro de Logan en Tubmanburg con cinco personas que, el día anterior, habían lavado los cuerpos de una madre y su hija que habían muerto por Ébola.

Después de lavar los cuerpos, su comunidad las sacó, nos contó Logan.

Ahora, los cinco familiares – tres adultos, un niño de 13 años y otro de 5 años – se quedaron en la ambulancia en el limbo del Ébola. Ellos no podían regresar a casa y no podían entrar en el centro porque podían infectarse.

Cerca de la luz de un sencillo foco en el exterior del centro, Logan convocó una improvisada reunión compuesta por él mismo, el superintendente del condado Samuel Brown y el oficial interino del condado para el campo, Frances Alesi.

Se decidió que buscarían un edificio de algún tipo gubernamental donde la familia pudiera pasar la cuarentena de 21 días. El departamento de salud del condado los alimentaría y se ocuparía de sus necesidades.

Pero no buscarían un lugar sino hasta el día siguiente. Los cinco familiares tendrían que pasar la noche en la ambulancia. Logan había pedido una segunda ambulancia para que pudieran al menos estirarse y dormir más cómodamente.

Logan y su equipo están haciendo un trabajo heroico al ocuparse de pacientes de Ébola bajo circunstancias difíciles. Él es estricto sobre el control de la infección – los trabajadores de cuidado de la salud no han muerto bajo su cargo – y hábilmente intenta con diferentes medicamentos para salvar a sus pacientes moribundos.

He aquí lo que no entiendo: ¿con los millones de dólares gastados en África Occidental en Ébola, por que no le dan a este hombre un centro de tratamiento?   Estos centros son la manera más importante para prevención de transmisión de la enfermedad, ya que aíslan a los que están infectados.

Dejamos Tubmanburg, a Logan y su ambulancia llenos de contactos para el Ébola y nos encaminamos a Monrovia. Me dormí en el carro al ritmo de los sonidos de One Direction en mi iPhone (tengo hijas preadolescentes).

Justo cuando los chicos me decían “What Makes You Beautiful”, el automóvil llegó a su destino, y oí los sonidos de un hombre gritando.

El inglés liberiano es bello y dulce y, en buena parte incomprensible para mí, especialmente cuando hablan a un volumen muy alto y con mucha testosterona y pasión. Pero supuse que este era un puesto de registro y los jóvenes con armas nos querían sacar y lavar nuestras manos y tomarnos la temperatura.

Cooper, nuestro coordinador y un consumado periodista liberiano, discutió con los guardias. Ellos no se retractaron. Ellos nos dijeron que la presidente de Liberia había estado en el mismo puesto de control más temprano en el día y que ella se había bajado del auto para lavarse las manos y someterse al registro. Cooper contestó de manera abrupta diciendo que eso estaba bien por ella, pero que nosotros no bajaríamos del auto.

Los gritos iban y venían y duraron unos 20 minutos. Finalmente, Cooper ganó. Visible y dramáticamente dentro del vehículo, nos rociamos las manos con desinfectante, y sacamos la cabeza por la ventana para que nos tomaran la temperatura.

El guardia colocó el termómetro en mi frente; “36.4”, dijo, y continuó viéndome. Tuve un momento de ansiedad – ¿por qué me mira así?   No uso centígrados a diario, pero sabía que mi temperatura era la normal. Le sonreí. Después de algunos momentos, el guardia siguió adelante.

Volví a invitar a One Direction a mis oídos y me quedé dormido el resto del viaje de vuelta a Monrovia.

John Bonifield, Orlando Ruiz y Orlind Cooper de CNN contribuyeron con esta historia.