Por Ruben Navarrette
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Nota del editor: Ruben Navarrete es colaborador de CNN y un columnista de Escritores Grupo de Washington.
SAN DIEGO, California (CNN) — Señor presidente, las elecciones intermedias ya pasaron. Ya no tiene excusas. Ya no puede seguir postergando y ya es tarde.
Es hora de que cumpla su promesa y haga lo que prometió que haría antes de que terminara el verano: usar las facultades legislativas de la presidencia para arreglar parte del sistema inmigratorio y brindar alivio a millones de indocumentados.
Claro que hay mucho debate respecto a cómo sería el arreglo. Parece que usted está tomando en consideración dos objetivos específicos: reducir la cantidad de deportaciones y fortalecer la seguridad fronteriza.
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La primera podría implicar dar permisos temporales de trabajo a uno o dos millones de personas. La segunda es la más fácil ya que tanto los demócratas como los republicanos están ansiosos por destinar dinero a las fronteras para contratar más agentes y construir más muros.
El problema es que los activistas quieren mucho más: una suspensión total a las deportaciones y una ampliación del programa de Acción Diferida para los Llegados durante la Niñez para que incluya no solo a sus beneficiarios originales (jóvenes indocumentados que llegaron durante la niñez), sino también a los padres de los beneficiarios del programa que tengan hijos nacidos en Estados Unidos. Quieren que se entreguen permisos de trabajo a hasta cuatro o cinco millones de personas.
Como lo he dicho antes, francamente no creo que algo de esto vaya a pasar. Las elecciones ya pasaron, pero siempre hay otra serie de elecciones a la vuelta de la esquina. En vista de que muchos estadounidenses todavía se resisten a la idea de recompensar las actividades ilegales con el otorgamiento de un estatus legal para los indocumentados, otros demócratas creen que recurrir a la acción ejecutiva tiene inconvenientes considerables. ¿A quién le preocupa? A Hillary Clinton, por ejemplo, ya que está ansiosa de postularse a la presidencia en 2016 pero no de asumir la culpa de las acciones ejecutivas que haya emprendido el presidente anterior.
Además, Sr. Presidente, veamos qué les dijo a los reporteros en la conferencia de prensa de esta semana. Usted dijo: “no me queda duda de que a algunos republicanos se sentirán furiosos o frustrados con cualquier acción ejecutiva que pudiera emprender”.
¿Pudiera emprender? ¿No habrá querido decir emprenderé?
Además, si me equivoco y algo ocurre en el frente ejecutivo, es probable que no sea lo que los activistas de la inmigración quieren. Tal vez les arroje unas migajas y los leales demócratas latinos que han defendido a su administración declararán que es una barra de pan completa.
Una y otra vez ha prometido que emprendería acciones ejecutivas a los electores latinos que quieren una reforma y que están furiosos con usted por haber deportado a dos millones de personas en cinco años. Quienes tenemos buena memoria nos damos cuenta de lo irónico que es esto, ya que pasó gran parte de su primer mandato aduciendo que usted no era “un rey” e insistiendo en que no tenía las facultades que ahora está ansioso por usar.
Mientras tanto, Sr. Presidente, ha usado la promesa de emprender acciones ejecutivas como un plan cínico para distraer a los detractores y reunir apoyo para los candidatos demócratas a puestos de elección popular. Lo triste es que funcionó por un rato.
Pero mire los resultados de las elecciones. Ya no está funcionando. Los hispanos no volverán a votar en grandes cantidades en las elecciones intermedias. Es más, la participación de este año fue menor de la usual.
Según algunas encuestas de salida, los votantes hispanos representaron solo el 8% de los votantes en 2014. En 2012 representaron el 10%.
Eso no sorprende. Si quiere que la gente vote, tiene que hacer que se emocionen, que se interesen y que se involucren en el resultado de las elecciones. Los demócratas no hicieron eso con los votantes latinos. Tal vez eso se deba a que, en sitios como el Sur, estaban ocupados fingiendo que eran republicanos.
Y hablando de los republicanos, no hay duda de que su leal oposición es parte del problema. Un día después de haber recuperado el Senado, ya estaban vociferando contra lo que llaman su plan de “amnistía ejecutiva”.
Qué sinsentido. Para empezar, la amnistía es una solución legislativa permanente y todo lo que el presidente puede hacer es ofrecer un alivio temporal. Por otro lado, si los republicanos están tan preocupados de que el presidente actúe respecto a su propia reforma inmigratoria, deberían hacer algo que se han rehusado a hacer durante décadas: redactar una propuesta de ley que ofrezca un estatus legal a al menos algunos de los 11 millones de indocumentados que se estima que hay en Estados Unidos.
¿No es exactamente eso lo que Mitt Romney, el candidato republicano a la presidencia en 2012, predijo que ocurriría si los electores volvían a poner el Senado en manos de los republicanos?
Bueno, pues considérelo como un hecho. Ahora, si se nos permite preguntar, ¿en dónde está la voluntad de los legisladores republicanos para aprobar una propuesta de reforma inmigratoria en vez de continuar con la demagogia en este asunto?
Al igual que la Casa Blanca, a los republicanos se les acabaron las excusas. Ya no pueden seguir postergando y ya es tarde.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ruben Navarrette.