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Por Gene Seymour

Nota del editor: Gene Seymour es un crítico que ha escrito sobre música, cine y cultura para The New York Times, Newsday, Entertainment Weekly y The Washington Post. Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Gene Seymour.

(CNN) — Una nominación a mejor película no es exactamente nada. Muchos afirmarían que es todo.

Sin embargo, hubo mucha molestia dentro y fuera de internet - ve el hashtag #OscarsSoWhite, después del anuncio de las nominaciones de los Premios de la Academia de este año la mañana del pasado jueves-  por el hecho de que Selma, el drama críticamente aclamado sobre la campaña de Martin Luther King Jr. por los derechos de votación en el sur, solo recibió dos nominaciones al Oscar, una por mejor película. (La otra fue por mejor canción: Glory, el himno ganador del Globo de Oro, coescrito por Common y John Legend, que uno puede decir seguramente que es el favorito en su categoría).

Gran parte del enojo se dirigió, especialmente, hacia la omisión de la directora de la película, Ava DuVernay, cuya nominación hubiera hecho historia como la primera mujer afroamericana en competir por el Oscar a mejor director.

La actuación de David Oyelowo como King también fue ignorada en la nominación a mejor actor mientras que el guión original de Paul Webb y la cinematografía de Bradford Young, ambos considerados dignos competidores por los críticos de cine, no recibieron el reconocimiento de la Academia en sus respectivas categorías.

Los partidarios de Selma clamaron contra el racismo de los votantes de la Academia, aunque algunos de estos críticos señalaron que era casi la misma Academia que hace un año dio los Oscar de mejor película, mejor guión adaptado y mejor actriz de reparto a 12 años esclavo.

Yo también estaba preparado para ofrecer esa perspectiva; hasta que noté una dicotomía angustiante en esta rama.

Una representación de afroamericanos en un cautiverio vergonzoso es una cosa; afroamericanos organizados en una rebelión abierta contra sus opresores es otra muy diferente.

La historia del cine tiene muchas películas con esclavos negros y víctimas negras. Es mucho más difícil pensar en una película de Hollywood en la que los afroamericanos son representados como los agentes activos de su propia salvación. Selma es una de esas películas. Y su relativa escasez de nominaciones dignas es vista, justamente o no, como una forma de ignorar colectivamente no solo a la película, sino a la visión de los afroamericanos de su propio empoderamiento.

Podría haber sido un mal momento, ya que el estreno nacional de la película fue solo el fin de semana pasado. Y muchos culparon al artículo de opinión de Joseph A. Califano Jr. en The Washington Post, que criticó la representación en Selma de su exjefe, Lyndon B. Johnson, como un impedimento en la campaña de King. Que algunos periodistas incluyeran las quejas de Califano en otros artículos sobre la película pudo contribuir a cierta moderación, al menos, en la campaña para un mayor apoyo al Oscar de Paramount, la distribuidora de Selma.

Pero uno se pregunta esto: estamos en una época en la que la legislación de derechos para votar que se aprobó hace 50 años con el apoyo activo de King y LBJ está bajo asedio en las cortes y en algunos estados. ¿Por qué las personas se enfocan menos en este peligro claro y presente y se quedan más atrapadas en las preguntas de veracidad histórica de una película de Hollywood?

Bueno… estamos a unas semanas de la votación final. Y sin importar cuánto se hable sobre Selma, aquellos que apoyan la película deberían de estar agradecidos de que se habla sobre llevar la película a la meta.

Con Hollywood, uno nunca sabe. Esa nominación a mejor película podría convertirse en una victoria como mejor película.

¿Por qué?, ¿Por qué no?