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Por Faraz Jaka, CNNMoney

(CNNMoney) – Me gradué de la Universidad de Illinois en 2007 y pasé los siguientes dos años viajando por el mundo jugando al póquer.

En el año 2009, a la edad de 24 años, fui coronado “Jugador del Año” por el World Poker Tour y obtuve 2,5 millones de dólares en ganancias del póquer. Pero me sentía exhausto y pensé que estaba listo para establecerme. No tardé mucho en darme cuenta que estaba equivocado.

Aterricé en Chicago y, por un breve período de tiempo, pensé que lo tenía todo: un apartamento en el piso 43 del galardonado edificio Aqua, con ventanales desde el piso hasta el techo y una vista hacia el Parque del Milenio.

Me llevó casi seis meses empezar a extrañar la carretera. Por desgracia, me sentí encerrado, con un contrato de arrendamiento de 18 meses y todos los muebles que había comprado. Además, recuperé mi grupo social y tenía amigos con los que podía ver deportes, asistir a fiestas en casas y salir a restaurantes.

Empecé a reconocer esa sensación familiar, estar “comprometido con el bote”. Es un dicho que tenemos en el póquer. Significa que has invertido una gran cantidad de fichas, e incluso si sabes que tu juego es malo, te quedas con eso.

Pero tienes que tener la disciplina de dejarlo y seguir adelante. Y eso es exactamente lo que hice.

Un avance rápido hasta 2012. He viajado a 45 ciudades, 13 países diferentes y he tomado 57 vuelos. Estaba trabajando sobre la marcha, participando en los principales torneos de póquer y jugando en línea, pero estaba experimentando mucho más.

En 2013, mis viajes me llevaron a un retiro de meditación silenciosa en un monasterio budista de una pequeña isla en Tailandia. Durante el tiempo del retiro, entregué lo que quedaba de mis pertenencias, entre ellas mi computadora portátil y el iPhone. Pasé los siguientes 10 días duchándome en una tina de agua y durmiendo en una litera de madera, sin ninguna de mis pertenencias.

Todo empezó a unirse: la recopilación de mis experiencias, lo que querían decir y lo que yo estaba buscando. Me sentía más feliz que nunca y no tenía absolutamente nada.

Resulta que no necesitaba un armario lleno de distintas opciones de ropa, sino simplemente el tipo de ropa adecuada. Todo mi armario está empaquetado estratégicamente con la ropa y los zapatos versátiles que puedo mezclar y combinar para estar preparado para cualquier tipo de ocasión. Tengo días laborales en las cafeterías de todo el mundo. A menudo me refiero a Starbucks como “mi oficina”.

Durante casi cuatro años, he estado viviendo con una mochila y una bolsa para traje con los siguientes artículos:

- 5 playeras

- 2 pares de zapatos (uno formal y otro para uso deportivo/casual)

- 3 chaquetas con botones y una chaqueta deportiva (en caso de que me encuentre en una mesa final en televisión o para una salida nocturna).

- Traje de baño

- Variedad de enchufes y adaptadores (para que pueda recargar y conectar los dispositivos a diversos monitores/televisores para así poder trabajar en el camino).

- Computadora portátil

No tienes que ser un jugador profesional de póquer para vivir el estilo de vida que estoy viviendo. A menudo escucho a la gente decir las mismas excusas: “Amigo, si tuviera el dinero estaría haciendo lo que haces”, o “No puedo simplemente dejar todo y viajar como tú, tengo amigos y familiares que se preocupan por mí y me necesitan”.

Mi respuesta es que siempre puedes encontrar una razón por la que “no puedes” hacer algo.

Vivimos en un mundo donde el Internet está en todas partes y puedes trabajar desde tu computadora. Vivimos en un mundo en el que, gracias a Airbnb, puedes alquilar el apartamento de alguien o vivir con un lugareño durante semanas a un precio muy asequible.

Incluso mantener contacto con amigos y familiares desde la distancia es mucho más fácil, ya que se cuenta con la posibilidad de realizar llamadas de vídeo desde cualquier lugar, como desde las montañas de Perú o muy arriba en la ciudad de Tokio   (también es una buena manera de convencer a la gente para que se te una).

Hacer cambios requiere un esfuerzo, y lo más importante, dejar ir las cosas. La realidad es que vivimos en un mundo cambiante. Y nunca ha sido más fácil liberarse.