Por Samantha Bresnahan y Thomas Page, para CNN
(CNN) – A unos 400 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) continúa su órbita del planeta.
Desde que la primera tripulación llegó en noviembre de 2000, más de 200 astronautas de 15 países diferentes han visitado la ISS. En su núcleo, se encuentra un laboratorio flotante en el que trabajan, hacen ejercicio, duermen… y comen seis miembros de la tripulación durante seis meses en cada ocasión.
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Suministrarles a los astronautas de la NASA una dieta nutritiva es el trabajo de los científicos de alimentos del Centro Espacial Johnson, en Houston. Allí, Maya Cooper es parte del equipo responsable de alrededor del 40% de los alimentos enviados a los astronautas. Ella dice que su equipo trata de lograr el equilibrio deseado entre las comodidades hogareñas y la comida saludable.
“Existen muchos elementos que hemos tenido en el menú que tenían muy buen sabor, pero recientemente hemos hecho una gran reducción de sodio, tratando de reducir el contenido de sodio en el menú para el espacio”, dice Cooper. “Así que hemos tenido que reformular muchos de esos elementos, conservando el sabor y los aspectos acogedores de la comida casera, mientras que aseguramos que la nutrición se encuentre justo donde necesitamos que esté”.
Si Cooper hace que la comida para el espacio parezca ciencia, es porque lo es. La ingravidez requiere más energía; tu cuerpo nunca está verdaderamente en reposo a una gravedad cero; así que, los astronautas tienen que comer adecuadamente, consumiendo 3.000 calorías al día.
En el ambiente controlado de la ISS, los científicos pueden estudiar los procesos fisiológicos de los astronautas con gran precisión. “Sabemos exactamente lo que están comiendo”, dice Cooper, “así que tenemos información más precisa en cuanto a cómo los alimentos impactan el cuerpo”.
Del mismo modo, los alimentos se ven afectados por los requerimientos del espacio. Los alimentos enviados a la órbita tienen que ser preservados por medio de un procesamiento térmico que, junto a su almacenamiento a largo plazo, hace que el alimento pierda algunos de sus valores nutricionales debido a la degradación de las vitaminas.
Superar estos obstáculos es uno de los desafíos que enfrenta Cooper, así como hacer que dicha comida adulterada sea apetitosa.
¿Alimentos a través de una pajilla?
En la cultura popular, los alimentos espaciales van desde comidas líquidas de diferentes viscosidades —como por ejemplo en la película “2001: odisea del espacio” de Stanley Kubrick— hasta una píldora milagrosa que contiene toda la nutrición de un día.
Al inicio del programa espacial, el Proyecto Mercurio de la NASA, de hecho experimentó con “semi-líquidos” en tubos parecidos a los de pasta de dientes, y cubos del tamaño de un bocado de sólidos recubiertos con gelatina para evitar que se escaparan las migajas. Como era de esperar, los astronautas informaron que “la comida era poco apetitosa”.
Hoy en día, la comida para el espacio es más un tipo “cordon bleu” que una mezcla.
“Hemos sugerido que la gente solo debe tener líquido, deben tomar una pastilla para consumir todas las vitaminas y minerales que necesitan”, dice Cooper. “El problema con esto es que existe una experiencia psicológica que viene con la alimentación. Además, la gente no quiere alimentarse únicamente a través de una pajilla, no quieren tragarse una píldora para obtener todos los nutrientes y la píldora no sería tan biodisponible como la comida en sí. Así que, es necesario, en términos de la experiencia humana, que la gente coma”.
Dicho esto, los alimentos de los astronautas no son idénticos a los que se sirven en la Tierra.
No existen congeladores en la ISS para que la comida pueda ser almacenada con cuidado para evitar su deterioro. Los artículos son deshidratados por congelación en la Tierra y luego son rehidratados en el espacio. “Los tamaños de las porciones son generalmente determinados por dos factores”, explica Cooper. “Nos limita el tamaño de la bolsa [en la que vienen los alimentos]… realmente no se puede poner más en el paquete, eso es justo lo que puede contener”.
En segundo lugar, y más provechoso para Cooper, están las calorías. “Sabemos cuántas calorías queremos que contenga un plato principal y cuántas calorías esperamos de un postre… todo eso se toma en cuenta en lo que se coloca en la bolsa”.
Así es, postres. Junto a platos tan saludables como tortas indias de curry de pescado y cangrejo, el menú de la NASA incluye pudín de chocolate, pastel de cuajada de limón y tarta de albaricoque. Incluso, a la NASA también se le conoce por enviar pasteles de cumpleaños a los astronautas. Y las razones por las que Cooper proporciona todas esas golosinas resonarán para cualquier persona a quien le guste lo dulce: “¡No puedes vivir sin postre!”, dice ella. “¡Es una experiencia psicológica!”