Por Andre Spicer
Nota del Editor: Andre Spicer es profesor de Conducta Organizacional en Cass Business School de la Universidad en Londres, Inglaterra. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor. CNN está mostrando la obra de The Conversation, una colaboración entre periodistas y académicos con el fin de proporcionar análisis de noticias y comentarios. El contenido es producido únicamente por The Conversation.
(Londres) — Tim Cook, el director ejecutivo de Apple, ha lanzado el tan esperado Apple Watch… el primer producto nuevo de su compañía desde el iPad. Cook dijo que el nuevo reloj, además de dar la hora, era un “compañero integral de salud y del estado físico”. Sin embargo, es muy poco probable que sepamos cómo usarán las personas este nuevo producto durante algún tiempo.
Nuestra investigación ha encontrado que los relojes inteligentes efectivamente tienen algunas ventajas para los usuarios. Pero también tienen un lado oculto y oscuro que seguramente las compañías que los venden no mencionarán.
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Como parte de un proyecto de investigación con Alberto Rizzoli, hemos tratado de entender qué es lo que motiva a la gente a invertir en relojes inteligentes. Uno de los participantes, un juez, esperaba poder estar al tanto de la gran cantidad de correos que recibía durante las largas horas que permanecía en la sala de tribunales cuando tenía que prestar atención… y tenía que parecer que prestaba atención.
El dilema es familiar para muchos de nosotros. Pasamos nuestros días ocupados en la interacción social. Una gran proporción de nuestro tiempo lo invertimos en reuniones o encuentros improvisados con colegas. Sin embargo, cuando estamos en estas reuniones, nuestro teléfono inteligente zumba para recordarnos que nuestra bandeja de entrada se está llenando. Posiblemente queremos revisar todos los mensajes entrantes, pero sabemos que sería irrespetuoso darle un vistazo a nuestro teléfono. Cuando uno de los primeros relojes inteligentes llegó al mercado, el juez pensó que había encontrado la solución a este problema.
Encontramos que los usuarios de relojes inteligentes valoraban el hecho de cómo los dispositivos los ayudaban a darle seguimiento a la información conforme llegaba, mientras que todavía parecían estar atentos desde el punto de vista social. También les ahorró a los usuarios la molestia de tener que escarbar a través de sus bolsillos o bolsos de mano para encontrar un teléfono que está zumbando. Lo sorprendente fue que solamente la mitad de las personas con las que hablamos en realidad utilizan toda la tecnología de monitoreo de salud que está integrada a sus relojes. Ellos estaban más interesados en mantenerse al tanto de su bandeja de entrada que de su conteo de calorías.
También observamos un aspecto preocupante en estos nuevos dispositivos, a medida que los grandes usuarios de los relojes los implementan en sus rutinas diarias, lo llamamos el “efecto del dispositivo fantasma”. Ellos suelen revisar su reloj de forma compulsiva, no solo para revisar la hora, sino para ver una amplia gama de información. En algunos casos, su nuevo aparatito se convertiría en una parte instintiva de su vida, al punto que cuando no lo llevan consigo tenderán a revisar su muñeca desnuda. Algunos podrían sentir un zumbido fantasma, notificándoles de un imaginario correo electrónico que están recibiendo.
El efecto “dispositivo fantasma” nos lleva a preguntarnos sobre cuán arraigados podrían llegar a estar los dispositivos en nuestras actividades diarias. Las investigaciones recientes han sugerido que los usuarios promedio de teléfonos inteligentes revisan su teléfono 150 veces al día, comenzando apenas minutos después de despertarse.
También sabemos que esto tiene el efecto de extender el trabajo a todas las áreas de nuestras vidas… al darle seguimiento a los mensajes de correo electrónico del trabajo hasta altas horas de la noche o durante los eventos sociales o familiares. Solíamos preocuparnos porque el estadounidense promedio veía televisión durante seis horas al día. Ahora aceptamos como algo normal el hecho de que estamos atados a nuestros dispositivos durante la mayor parte del tiempo que estamos despiertos. De hecho, muchos de nosotros vamos a dormir y nuestros dispositivos inteligentes controlan en silencio nuestros ritmos mientras dormimos.
Esto plantea la interrogante sobre qué impacto tendrá en nuestras vidas. A lo largo del trabajo que Carl Cederström y yo hemos hecho sobre los peligros ocultos de los “vestibles”, una de las preocupaciones realmente grandes es la privacidad.
El Apple Watch, como la mayoría de vestibles, esencialmente es un dispositivo de seguimiento, registro de la frecuencia cardíaca, de los patrones de sueño, el movimiento, de tu paradero y mucho más, dependiendo de las aplicaciones que tenga instaladas. Todo esto se agrupa y se transmite a los centros de datos para su análisis. ¿El resultado? Una base de datos de información personal que Stasi (Ministerio para la Seguridad del Estado) jamás imaginó.
Además de absorber información personal, los dispositivos vestibles podrían alimentar una obsesión enfermiza con el bienestar personal. Al ser bombardeados sin parar con información de salud y bienestar, nos empezamos enfocar demasiado en nuestros ritmos biológicos. Los datos que se habrían generado solo en las situaciones más inusuales ahora se vuelven algo habitual, al no solo hacer que la gente se preocupe por su salud, sino que también se obsesione por sí misma.
En lugar de revisar las redes sociales, pasamos más tiempo controlando nuestros propios ritmos corporales. Como resultado, otras personas comienzan a interesarse más en qué es lo que está sucediendo dentro de ellos, en lugar de lo que está sucediendo en el mundo.
Conforme le prestamos más atención a nuestra sección de biodatos personales, es posible que las cosas en las que antes nunca reflexionamos nos inquieten cada vez más. No caminar durante el tiempo establecido en un día o descubrir que tenías un deficiente patrón de sueño en la noche podría convertirse en una fuente significativa de culpa o preocupación personal. Como resultado, le prestamos más atención a llevar un registro y control de nosotros mismos que a darnos tiempo para hacer las cosas que realmente nos hacen felices.
Si las proyecciones de Apple son correctas y decenas de millones de personas compran los relojes inteligentes, es posible que estos provoquen un cambio radical en nuestras vidas. Ahora vemos cómo las personas publican como rutina información en las redes sociales que hace unos años solo habrían compartido con su médico.
El uso generalizado de relojes inteligentes podría significar que en lugar de aliviar nuestro aburrimiento al responder a correos electrónicos, la gente invertirá su tiempo examinando cuidadosamente su flujo de biodatos y planificando las maneras de maximizar sus calificaciones de bienestar personal. En lugar de hablar sobre lo que transmitieron en la televisión la noche anterior, la gente empezará a comparar las gráficas de sus patrones de sueño. Cuando esto suceda, sabremos que el Internet del “yo” ha llegado.