Por Jacopo Prisco, para CNN
(CNN) – ¿Qué tan grande es un satélite? ¿Tan grande como una lavadora? ¿Un auto? ¿Un autobús?
El tamaño promedio de los satélites de comunicación que se encuentran en órbita alrededor de la Tierra es de aproximadamente el tamaño de un auto. Pero hay extremos, como el NROL-32, un satélite espía lanzado por Estado Unidos en 2010, el cual tiene una antena de 328 pies de lado a lado, o casi 100 metros.
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Sin embargo, una nueva raza está desplegando sus alas en medio de los gigantes voladores.
Planet Labs, un emprendimiento de California que se inició en un garaje en 2012, está impulsando la miniaturización de los satélites al límite. El año pasado lanzaron Flock 1, un conjunto de 28 satélites que ahora conforman la constelación más grande del mundo de satélites que producen imágenes de la Tierra.
Reciben el nombre de Doves, y su misión es trazar un mapa de cada pulgada del planeta, y cada uno de ellos no es más grande que una caja de zapatos.
Un Sputnik con cámara
Chris Boshuizen es el cofundador y el director de tecnología de Planet Labs. El título de su empleo anterior para la NASA era de “Arquitecto de misiones espaciales”. Nada mal como punto de partida.
“Hasta donde recuerdo, incluso de niño, siempre me fascinó la luna, y me parecía irracional no poder ir ahí”, le dijo a Nick Glass de CNN.
Pero para la NASA, Chris no se dedicaba a planificar misiones multimillonarias a la luna. En cambio, trabajaba en el proyecto PhoneSat, cuyo objetivo era crear satélites súper económicos: “Literalmente construimos un teléfono inteligente Android, lo colocamos en una caja y lo pusimos en el espacio. En esencia, era como el satélite ruso Sputnik, pero más económico y podía tomar fotografías. Era un Sputnik con cámara”.
Aprender a volar
Así es como Boshuizen aprendió a ser frugal cuando diseña naves espaciales. En vez de crear una máquina compleja, costosa y grande, su enfoque es construir varias máquinas económicas, las cuales pueden funcionar juntas como un enjambre de insectos.
“Si cualquiera de nuestros satélites pequeños tiene alguna deficiencia, podemos compensarlo con la cantidad. Así que la primera aplicación que se nos ocurrió fue tomar imágenes de la Tierra: si podíamos poner cientos de cámaras en el espacio, en realidad podríamos hacer un monitoreo en tiempo real de la Tierra y su clima, a fin de ayudar a las personas a que tomen mejores decisiones sobre el impacto que tienen en el ambiente”.
En 2012, él fundó Planet Labs con unos cuantos amigos, y trabajaban desde un garaje en Cupertino, California. El comienzo perfecto para un emprendimiento.
Hoy en día, su misión está publicada claramente en el sitio web de Planet Labs: “Los datos actuales desde cualquier lugar de la Tierra son fundamentales para resolver desafíos comerciales, ambientales y humanitarios”.
Una caja de zapatos en el espacio
Los satélites de Boshuizen funcionan con energía solar y producen alrededor de 20W cada uno.
Su nombre, Doves (palomas), empezó como un chiste: “Estaba conversando con uno de nuestros ingenieros, Mike Safian, quien se estaba quejando de que la mayoría de los satélites militares tienen nombres malignos como Kestrel-Eye, Talon y Raptor. Él dijo: ‘¿Por qué no llamamos al nuestro Dove?’ Y fue solo una broma, pero lo que significa y la manera en la que hace referencia a nuestra misión es tan profundo, que en lugar de lanzar una constelación de satélites, lanzamos una bandada de palomas”.
A la actual bandada de 28 se le unirán unas 30 más en los próximos meses, con el objetivo de lograr una densidad de constelación de más o menos 100.
Eso sí, si el destino no interviene de nuevo.
La caída de la paloma blanca
El 28 de octubre de 2014, un cohete Antares que transportaba a 26 satélites Dove para ponerlos en órbita explotó 14 segundos después del lanzamiento. Aparte de eso, nadie resultó herido.
Los cohetes son máquinas increíblemente complicadas, y fallan: “Estaba viendo la transmisión en directo del video, y tengo esta fotografía genial en la que todos aparecen con la boca abierta como si dijeran ‘¿Qué es lo que acaba de ocurrir?’. Me acerqué a mi cofundador Robbie y simplemente le di un gran abrazo. Él solo dijo que esto tenía que pasar algún día”.
El contratiempo ha retrasado el avance tecnológico de Planet Labs, pero la compañía aún tiene planificado ofrecer sus servicios de forma comercial muy pronto, y los precios tendrán “al menos un cero menos que los satélites convencionales”.