Tal vez los padres no se den cuenta, pero pueden inculcarle a sus hijos la idea de 'merecer' derechos especiales y un sentido de superioridad.

Por Ruben Navarrette

Nota del editor: Ruben Navarrette es un contribuidor de CNN y un columnista sindicado con el Washington Post Writers Group. Síguelo en Twitter:@rubennavarrette. Las opiniones expresadas en este comentario representan solo al autor.

(CNN) – La crianza de los hijos es nuestro trabajo más importante, sin embargo, muchos de nosotros no lo estamos haciendo bien.

Temerosos de ser demasiado duros con nuestros hijos, muchos de nosotros estamos siendo demasiado suaves. En lugar de ayudar a nuestros hijos, los estamos lastimando. En lugar de construir autoestima, estamos creando un defecto de carácter. En lugar de incitarlos a pensar globalmente y construir un mundo mejor, les estamos enseñando a enfocarse solo en sí mismos.

Estas personas abundan en nuestras vidas. Está la novia que se olvida del cumpleaños de tu hija porque surgió algo que para ella era más importante. Está el pariente que te deja plantado para cenar porque hizo planes con alguien más. Está el amigo que constantemente publica selfiesy comparte detalles personales en Facebook.

Los narcisistas veneran a la santa trinidad: yo, yo, y yo (Yo, Mí y Yo Mismo). Todo es sobre ellos, todo el tiempo. Y queda muy poco espacio libre en su conciencia para el resto de nosotros.

Ahora resulta que los narcisistas no nacen. Se hacen, de acuerdo con un nuevo estudio publicado por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. ¿Y adivinen quién hace a los narcisistas? Así es. Mamá y papá.

Esto significa que el narcisismo —un egocentrismo que el estudio define como sentirse superior a los demás, fantasear con el éxito personal y creer que uno merece un tratamiento especial— no es algo que sucede orgánicamente. No ocurre cuando los hijos salen de casa y van a la universidad o entran a la fuerza laboral. No es un comportamiento que se contagia de sus amigos, compañeros de trabajo o asociados. No es un mal hábito que adquieren en la escuela de leyes o en clubes exclusivos.

Este grave desorden de personalidad crece en casa. Resulta que decirle a tus niños constantemente que son especiales los puede hacer especialmente susceptibles al narcicismo.

Los investigadores siguieron y encuestaron a 565 niños de entre 7 y 11 años, y a sus padres –415 madres y 290 padres. Descubrieron que lo padres que “sobrevalúan” y elogian a sus niños durante estos años formativos, inculcando el sentido de merecer, son más propensos a criar narcisistas.

“Cuando los hijos son vistos por sus padres como más especiales y merecedores de más derechos que otros niños, pueden internalizar la noción de que son individuos superiores, una visión que es el núcleo del narcicismo”, de acuerdo con los investigadores.

Seguro tú ya sabías eso. Suena como sentido común. Pero extrañamente, en el mundo de la psicología, no lo es. A través de los años, la visión alternativa ha sido más popular —el narcisista no fue lo suficientemente reconocido al crecer, así que ahora compensan sobrevalorándose a sí mismos.

¿Y adivina qué? Los niños egocéntricos probablemente se convertirán en adultos egocéntricos. Esto no es bueno para nadie. Aparte del daño que el narcicismo le hace a la sociedad a través de relaciones personales raídas, los narcisistas también tienden a ser más agresivos y violentos que otras personas.

También tienen mayor riesgo de padecer de depresión, ansiedad y adicción a las drogas. Finalmente, tampoco es muy divertido estar cerca de ellos. Las habilidades sociales son un ingrediente importante en la receta para el éxito y es difícil ser sociable con la gente cuando no pueden soportar estar cerca de ti.

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Jean Twenge conoce este terreno muy bien. Profesora de psicología en la universidad estatal de San Diego, a quien he citado en columnas sobre la generación millennial, Twenge es la coautora, junto con el psicólogo W. Keith Campbell, de The narcissism epidemic: living in the age of entitlement (La epidemia del narcisismo: viviendo en la era del derecho propio).

Es un libro importante, con un gran título. Esta es realmente la era de los derechos especiales y el apogeo del narcicismo. Vivimos en una época en la que hay miles de maneras en las que puedes ordenar una taza de café, una hamburguesa o un sándwich. Y cuando terminamos de ordenar, la persona detrás del mostrador finaliza el ritual personalizando nuestra orden y escribiendo nuestro nombre en la taza o la envoltura. Podemos ordenar muñecas para nuestros hijos que se parezcan a ellos o programar nuestro celular con tonos, fondos de pantalla y configuraciones que son únicos para nosotros.

Oye, merecemos una hamburguesa, muñeca, teléfono o café únicos. Después de todo, como nos han dicho toda la vida, somos únicos.

En su libro, Twenge y Campbell enlistan algunas de las cosas que contribuyen al narcisismo: escuelas públicas que toleran la mediocridad; una cultura de educación en la que todos se llevan un trofeo; las redes sociales donde cualquiera con una opinión puede compartirla; una cultura de celebridades y reality shows que nos dice que cualquiera puede ser famoso. En la cima de la lista: la crianza de los padres.

Entonces, ¿cuál es el antídoto para esta epidemia de narcicismo? En una palabra: balance. Puedes elogiar a tus hijos, pero siempre asegúrate de que los estás elogiando por un logro real. No los felicites solo por participar. Eso se los dará la escuela, junto con un montón de medallas y listones de participación.

Por otro lado, no tengas miedo de establecer altos estándares, demandar que sean cumplidos, ofrecer crítica constructiva cuando sea necesario y recordar a tus hijos que –contrario a lo que escuchan de publicistas y el resto de la sociedad— el mundo no gira alrededor de ellos.

Aliéntalos a pensar en el bien colectivo y no a enfocarse únicamente en sí mismos. Recuérdales que es igual de importante cómo se sienten sobre sí mismos que cómo los demás se sienten respecto a ellos. Y, tan seguido como sea posible, déjales claro que aunque no deben permitir que nadie los menosprecie, ellos también tienen el deber de no menospreciar a los demás.

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¿Cuál es el daño en un poco de ‘auto-amor’?  Hay mucho.

“El narcisismo es absolutamente tóxico para la sociedad”, me dijo Twenge durante una entrevista. “Cuando son confrontados con recursos comunes, los narcisistas toman más para sí mismos y dejan menos para los demás. Tienden a ser avaros y toman muchos riesgos. Se sienten con derechos especiales, no piensan en las consecuencias y asumen que todo va a salir bien”:

Pero no todo sale bien.

Cuando se topan con un bache en el camino, o alguien les dice que no son tan especiales, los narcisistas tienden a caerse a pedazos. Cuando pierden un empleo, o reciben una orden de desalojo, o reprueban una materia, o llevan un negocio a la bancarrota, es muy probable que se desmoronen.

Después de todo, mamá y papá les deben haber dicho que son seres humanos perfectos. Pero seguro nadie les prometió que el mundo sería perfecto.