Nota del editor: Lina Khatib es directora del Carnegie Middle East Center en Beirut. Anteriormente, fue cofundadora en jefe del Programa sobre la Reforma Árabe y la Democracia en el Centro para la Democracia, el Desarrollo y el Estado de Derecho de la Universidad de Stanford.
(CNN) – Las últimas dos semanas tuvieron lugar dos significativos avances para los grupos rebeldes —y para ISIS— en Siria.
ISIS recientemente se apoderó de la mayor parte del campo de refugiados palestino de Yarmouk, cerca de Damasco. Una semana antes de eso, una coalición rebelde autodenominada Jaysh al-Fateh —compuesta principalmente por miembros de Ahrar al-Sham y Jabhat al-Nusra, grupos rivales de ISIS— se apoderó de la ciudad norteña de Idlib, convirtiéndola en el segundo centro urbano perdido por el régimen sirio después de Raqqa, donde ISIS tiene su sede.
Sin embargo, los dos avances son muy diferentes: mientras la caída de Idlib es una clara pérdida para el régimen del asediado presidente sirio, Bachar al Asad, el hecho de que ISIS tomara el poder de Yarmouk es una táctica bendecida por el régimen, aunque no necesariamente sea un éxito. Además, ambos indican que la posición del régimen sirio no es tan sólida como solía ser.
El régimen está ahora preocupadoras, ya que tras la pérdida de Idlib también podría perder la ciudad sureña de Daraa, donde los rebeldes del Ejército Sirio Libre (FSA, por sus siglas en inglés)—más moderados— han estado haciendo aumentos significativos. El régimen ha empezado a trasladar sus oficinas administrativas fuera de la zona, como lo hizo justo antes de la caída de Idlib.
Yarmouk se encuentra a solo 100 kilómetros de Daraa. Si ISIS, ahora en control del campo, lo utiliza como base para atacar a la FSA en Daraa, le ahorraría al régimen sirio tener que luchar esa batalla por sí mismo.
Esta táctica no es nueva. ISIS ha estado tratando de asegurar su posición en el sur de Siria controlado por el FSA durante varios meses y dependen del reclutamiento local de sirios y palestinos para tener presencia en un área. A lo largo de este tiempo, el régimen sirio, indirectamente, también ha estado permitiendo el acceso de ISIS al sur, ya que esto sirve para el objetivo del régimen de doblegar la oposición moderada de la zona.
Sin embargo, el escenario de Yarmouk también tiene como objetivo contrarrestar el reclutamiento de al-Nusra en Idlib. Incapaz de superar a al-Nusra militarmente, el régimen sirio trató de usar indirectamente a Yarmouk como una manera de desacreditar a al-Nusra al facilitar el acceso de ISIS al campamento.
Luego de que ISIS fuera provocado por una brigada palestina en el campamento de Yarmouk, Aknaf Bayt al-Maqdis —un grupo que había amenazado al grupo terrorista luego de acusarlo de asesinar a uno de sus líderes— el régimen no se interpuso en el camino de los combatientes de ISIS que allanaron el campo. El régimen ya había sitiado a Yarmouk durante varios meses e hizo pasar hambre a sus residentes, por lo que no fue uno de sus bastiones. El permitir que ISIS tomara el control del campamento solo fue un pequeño sacrificio para Asad.
A cambio, el régimen consideró que el hecho de que ISIS tomara el campamento lograría algo mucho mayor: desatar una desavenencia dentro de al-Nusra.
Aunque el grupo es oficialmente un enemigo de ISIS —este último ha declarado al-Nusra un apóstata— algunas brigadas de al-Nusra en el sur de Siria tienen conexiones personales con los líderes de ISIS.
El avance de ISIS en Yarmouk presionó a las brigadas de al-Nusra que simpatizan con ISIS para que lo ayudaran en el lugar. El ataque también obligó a las brigadas de al-Nusra que se oponen a ISIS a permanecer fuera de la batalla a fin de no provocar una peligrosa guerra entre los dos grupos, ya que eso impediría que alcanzaran sus objetivos (establecer un califato en el caso de ISIS y luchar contra el régimen en el caso de al-Nusra).
El régimen consideró que esta contradicción entre las acciones de algunas brigadas de al-Nusra y la “neutralidad” de los demás avergonzaría a los líderes de al-Nusra y menoscabaría la credibilidad del grupo.
De hecho, las críticas públicas en relación al aparente cambio drástico de al-Nusra en Yarmouk ya han comenzado a surgir… y grupos rivales ven en el escenario de Yarmouk la oportunidad de reafirmarse frente a al-Nusra.
Dañar la credibilidad de Jabhat al-Nusra es clave para Asad. A diferencia de ISIS, el cual se ha abstenido en gran medida de atacar al régimen ya que se concentra en crear su estado dentro de un estado; al-Nusra, en particular, siempre ha considerado la lucha contra Asad como su única razón de ser.
En Idlib, Jaysh al-Fateh —el cual, nuevamente, está compuesto por al-Nusra— está trabajando ahora en la creación de una administración civil y militar conjunta similar a la del modelo ofrecido por la FSA en el sur. Este modelo es más aceptable para la población local que un modo islámico de gobierno y es una forma de que tanto al-Nusra como el FSA demuestren que pueden ofrecer una mejor alternativa para el régimen. Por lo tanto, cualquier crecimiento adicional de al-Nusra significa una creciente amenaza concreta para el régimen sirio.
Por lo tanto, el control del campamento de Yarmouk ha sido una maniobra astuta y táctica de parte del régimen sirio. Pero su éxito está por verse. Hasta ahora, al-Nusra ha publicado una declaración en la que se desvincula de los eventos en Yarmouk, y le ha entregado al FSA el control del principal cruce de la frontera siria-jordana, cerca de Daraa. El hecho de que esto indique que el islamista Jaysh al-Fateh y el moderado FSA estén explorando una fórmula pragmática para aumentar su cooperación en el futuro es una incógnita.
A medida que se muestra la evolución en Yarmouk, Idlib y Daraa, en el conflicto sirio, la línea entre amigos y enemigos a menudo es borrosa Pero también señalan que el régimen se enfrenta a retos más graves en el norte y el sur como nunca antes… amenazas que no puede enfrentar por sí solo.
Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a Lina Khatib