(CNN) — Veo señales de una revolución por todas partes.
Lo veo en las páginas de opinión de los periódicos, y en las papeletas estatales en casi la mitad de Estados Unidos. Lo veo en los políticos que alguna vez prefirieron irse por lo seguro en este tema tan controversial, pero ahora están dispuestos a arriesgar su futuro por él.
Veo la revolución en los ojos de científicos que antes se rehusaban a meter un dedo en este mundo tan estigmatizado, que ahora se avientan en el de cabeza. Lo veo en el nuevo cirujano general que cita información que muestra qué tan benéfica es.
Veo una revolución en la actitud del estadounidense promedio. Por primera vez, una mayoría, 53% están a favor de su legalización, 77% la apoyan por razones médicas.
El apoyo a la legalización ha aumentado en 11 puntos en los últimos años. En 1969, la primera vez que el Pew Research Center preguntó sobre la legalización, sólo 12% del país estaba a favor de ella.
Veo una revolución que arde entre la gente joven, pero que también se da en los padres y abuelos de la escuela de mis hijos. Un oficial de policía que conocí en Michigan es parte de la revolución, al igual que lo son los editores de la revista médica Neurosurgery.
Lo veo en las caras de buenos padres, desarraigando sus vidas para obtener medicina para sus hijos –y en los hijos mismos, como Charlotte, quien fue de 300 convulsiones a la semana a tan sólo una o dos al mes–. Sabemos que no tendrá siempre esos resultados tan dramáticos (o algún impacto en realidad) en otros, pero ¿qué medicina lo tiene?
Veo esta revolución de la marihuana medicinal en lugares sorprendentes.
Entre mis colegas, mis pacientes y mis amigos. Incluso he visto la revolución en mi propia familia. Hace unos años, cuando le dije a mi madre que estaba investigando el tema para un documental, recibí una pausa larga.
“¿Marihuana…?” Susurró entre preguntando y juzgando. Ella apenas podia decir la palabra y su actitud me llenó de dudas. Incluso como adulto, mi madre aún puede hacerme sentir avergonzado y destruir mi seguridad con una sola palabra. Pero tan solo la semana pasada, se detuvo a la mitad de la conversación y me dijo, “Estoy orgullosa de ti con todo ese asunto de la marihuana.” Esperaba un pero, pero no llegó. En lugar, ella añadió, “Probablemente ayudaste a mucha gente que estaba sufriendo”.
Creo que nunca habíamos tenido una conversación como esa. En ese momento, vi una revolución que te puede llevar a las lágrimas.
La palabra revolución viene del Latín revolutio, “cambiar de sentido”.
Tuve mi propio cambio de dirección hace un par de años y en ese entonces, era un lugar solitario para una posición de apoyo a la marihuana medicinal. Casi ningún trabajador del gobierno aceptaba sentarse conmigo para una entrevista. Incluso los pacientes con los que hablaba no querían compartir sus historias.
Puede ser engañoso, entendí, estar del lado correcto de la ciencia, pero en el lado incorrecto de la ideología.
Cuando pusimos el primer documental de “Weed” en la televisión en agosto de 2013, no sabía siquiera si alguien vería nuestra larga investigación. Lo que es peor, no sabía siquiera si les iba a importar.
Tan sólo dos años después, en “Weed 3”, somos testigos de una revolución en esplendor. Tú verás con nosotros el comienzo del primer estudio clínico aprobado federalmente en el uso de marihuana para el trastorno de estrés postraumático. Conocerás a pacientes como Sean Kiernan, un exitoso inversionista y Amelia Taylor, ama de casa.
Ellos son los sorprendentes y extraordinarios rostros de esta revolución –inteligentes, exitosos y sufriendo– negándose a aceptar el hecho de que los medicamentos prescritos comúnmente para el trastorno pueden ser peores que el trastorno mismo. Sean Kiernan casi muere, tratando de ponerse mejor.
Versa lo que la marihuana hace en realidad con tu cerebro, en imágenes claras. Esta vez, escucharás de voz de las agencias gubernamentales su punto de vista, de senadores demócratas y republicanos, e incluso la opinión del presidente de los Estados Unidos.
Así es como se ve una revolución.
Cuando “Weed 2: Cannabis Madness” salió en marzo de 2014, el psicólogo de Boston, Rick Doblin creía que las personas adecuadas lo estaban viendo. Sólo cuatro días más tarde, Doblin recibió una carta en el correo que había estado esperando por siete años que finalmente proporcionó la aprobación federal necesaria para su estudio sobre la marihuana. La granja federal en donde Doblin obtendría su marihuana está en el campus de Ole Miss en Oxford, Mississippi. En anticipación a una revolución científica, la producción de marihuana de grado de investigación se ha incrementado ahí en 30 veces tan sólo el año pasado.
De hecho, ahora podemos compartir con ustedes que más estudios que buscan los beneficios de la marihuana medicinal han recibido aprobación federal en los últimos 12 meses que en los 12 años previos.
No te equivoques, tenemos suficiente evidencia de que la aprobación y apoyo del gobierno federal puede hacer que esta revolución vaya más rápido de lo que hemos visto hasta ahora.
Fue el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas el que encabezó la investigación sobre la cura para el sida, al igual que frenó la propagación del virus del Nilo. Ellos también fueron responsables por la increíble hazaña de erradicar el polio y la viruela. Otro programa apoyado federalmente es el proyecto del genoma humano, la iniciativa BRAIN y la iniciativa de medicina de precisión. Sobran ejemplos en donde el gobierno ha sido el guardián de nuestras necesidades de salud pública, y podrías argumentar que la marihuana medicinal también podría calificar como una inversión valiosa.
Ahora hay investigación prometedora sobre el uso de la marihuana que podría impactar a decenas de miles de niños y adultos, incluyendo el tratamiento del cáncer, epilepsia y alzhéimer, por nombrar algunos. Con respecto al dolor, la marihuana podría reducir la necesidad de narcóticos y simultáneamente disminuir el número de muertes accidentales por sobredosis de analgésicos, primera causa de muerte previsible en Estados Unidos.
Mientras me sentaba frente a los senadores Kirsten Gillibrand (demócrata de Nueva York) y Cory Booker (demócrata de Nueva Jersey), supe que algo extraordinario estaba sucediendo.
Ellos hablaban de la historia de Charlote Figi e incontables otros niños. Ellos estaban citando información que compartimos de nuestras primeras investigaciones. Ellos estaban ensalzando las virtudes potenciales de la planta y todo ello fue antes de que empezara la entrevista. Había una impaciencia en ellos y ellos parecían tener prisa por hacer una abolladura en la reforma sobre la marihuana.
Ellos quieren que se reprograme la marihuana y lo quieren ahora.
Quieren que los doctores sean capaces de recetarla en los hospitales de todo el país. Lo quieren ahora.
Quieren que el dinero de la investigación sea libre para investigar la planta. Lo quieren ahora.
Quieren que sus colegas legisladores en los niveles estatal y nacional reconozcan lo que mucho del mundo, incluyendo a los ciudadanos de Estados Unidos, han sabido por largo tiempo ya: La marihuana es una medicina, que debería ser estudiada y tratada como cualquier otra medicina.
Y quieren todo eso ahora.
Pasé mucho de nuestra entrevista retándolos. Necesitaba recordarles que la gente, antes de mí o ellos, han intentado hacer muchas de esas cosas por cuarenta años y habían sido rechazados cada vez. Les recordé que los políticos no la tienen fácil para ganar elecciones en el tema de la marihuana pero menos dificultad para perderlas. Los reté en cada paso del camino. “Esta vez será diferente,” Booker me dijo confiadamente mientras salía de la habitación.
Sé lo fácil que es no hacer nada porque lo hice por mucho tiempo. Dale un buen vistazo a la información, edúcate y habla con los pacientes que están por lo regular fuera de opciones y encuentran su esperanza en la forma de una simple planta.
Los periodistas no deberían tomar una postura. Tiene sentido. La objetividad es esencial. Pero, hasta cierto punto, se deben resolver las preguntas abiertas. En su momento, los asuntos controversiales se resuelven. En un punto, prevalece el sentido común.
Así que aquí va: deberíamos legalizar la marihuana medicinal. Deberíamos hacerlo a nivel nacional. Y deberíamos hacerlo ahora mismo.