(CNNMéxico) — Este viernes 24 de abril se cumplen 100 años del inicio de las detenciones que derivaron en el asesinato de más de un millón de armenios que vivían en el Imperio otomano, en la actual Turquía.
Armenia y la comunidad en la diáspora han pedido que se reconozca este hecho como un genocidio, pero Turquía se ha negado rotundamente.
“Para Turquía es aceptar un hecho brutal en su historia”, explica Jacobo Dayan, especialista en temas de genocidio y derechos humanos. “El asunto del genocidio es que, a menos que haya una derrota, el perpetrador suele negar los hechos”.
¿Qué fue lo que pasó?
En 1908, el grupo Jóvenes Turcos —con una postura política progresista e ideas ultranacionalistas— derrocó al sultán Abdul Hamid II. Con la agrupación, “surge una redefinición étnica del Estado que los lleva a perpetrar” el ataque contra millones de armenios, explica Dayan, quien fue director de contenidos del Museo Memoria y Tolerancia.
Entre 1,7 y 2,3 millones de armenios vivían en el Imperio otomano en ese momento, según las estimaciones de historiadores occidentales, citados por la agencia AFP. El 24 de abril de 1915, miles de armenios sospechosos de sentimientos nacionalistas hostiles al gobierno central fueron detenidos, y muchos de ellos fueron ejecutados o deportados.
En los años posteriores, el gobierno otomano autorizó la deportación de armenios y la confiscación de sus bienes; muchos fueron quemados vivos, ahogados, o envenenados, según informes de diplomáticos extranjeros y agentes de secretos de la época, citados por AFP.
El entonces embajador estadounidense en el Imperio otomano, Henry Morgenteau, describió en un cable diplomático al Departamento de Estado una “campaña de exterminio racial so pretexto de reprimir la rebelión”.
Los ataques hacia esa población específica terminaron en 1918, junto con el fin de la guerra, cuando el Imperio otomano se rindió ante las fuerzas de la Triple Entente (Reino Unido, Rusia y Francia).
Un intento de justicia
En febrero de 1919, un tribunal militar de Constantinopla declaró a varios altos funcionarios otomanos culpables de crímenes de guerra, incluyendo crímenes contra los armenios. Fueron condenados a la pena de muerte.
Al concluir “la primera Guerra Mundial, ellos iniciaron procesos judiciales después de la firma del Tratado de Sevres, que garantizaba la paz entre el Imperio otomano y los países aliados, y empiezan a hacer procesos judiciales por los crímenes cometidos”, explica Dayan.
Sin embargo, en 1923, cuando Mustafa Kemal Atatürk funda el Estado de Turquía y se convierte en su primer presidente, “se funda un nuevo tratado con las potencias aliadas, el tratado de Lausana, donde se dejan a un lado todos los procesos judiciales”. Es decir, Atatürk toma la decisión de negar que los hechos hubieran ocurrido.
¿Es o no es un genocidio?
“La discusión está en que ese crimen no puede ser juzgado como genocidio porque ocurre antes de que se reconozca el término genocidio”, explica Dayan.
La palabra fue acuñada por el jurista polaco Raphael Lemkin en 1944 para nombrar a un crimen que no tiene nombre, “pensando en los armenios y lo que estaba ocurriendo en la Alemania nazi ene se momento”, apuntó.
En 1948, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tomó el término para definir los actos “perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”, como matanza, esterilización, o sometimiento.
El problema es que “la palabra existe después del crimen, no puedes hacer retroactiva la ley”. Ni siquiera se podría hacer un juicio, pues “ya están muertos todos los responsables”, agrega el especialista.
La importancia del reconocimiento
“La negación de Turquía tiene que ver con muchos elementos. Primero, con negar un pasado horrible, oscuro de tu historia; la otra es contradecir al héroe nacional (Atatürk) en la decisión que tomó en 1923 de decir ‘esto no ocurrió’”, asegura Dayan.
“Es una negación que llega hasta la ley; el artículo 301 del código penal turco prohíbe difamar o poner en riesgo la identidad o los valores turcos”, explica el investigador. Uno de los casos más emblemáticos de los afectados por esta ley es el del Nobel de Literatura turco Orhan Pamuk, quien en 2004 “tuvo que sufrir un juicio largo por haber hablado sobre las víctimas y el ‘genocidio armenio’”.
Para los descendientes de las víctimas, lo importante es el reconocimiento del hecho. Mientras que los armenios estiman que hubo 1.5 millones de asesinados de forma sistemática, Turquía habla de que la guerra civil, sumada a la hambruna acabó con las vidas de unos 300.000 a 500.000 armenios y otros tantos turcos, según AFP.
“La falta de reconocimiento es una agresión a las víctimas”, indicó Dayan, quien aseguró que lo ideal sería que Turquía se comportara como Alemania, que constantemente toma acciones respecto al Holocausto en la Segunda Guerra Mundial.
“En el caso de Alemania, el perpetrador da la cara y dice: reconozco el crimen, seguimos buscando justicia para esta brutalidad cometida por nosotros. Y eso le da algo de reparación a las víctimas; tampoco es que estén pidiendo dinero”, agregó el investigador.
Sin embargo, algunos líderes turcos temen que el reconocimiento de un genocidio pueda llevar a demandas por enormes reparaciones económicas.
Aunque Turquía ha presionado fuertemente contra el reconocimiento del genocidio, logrando que países aliados, como Estados Unidos, se nieguen a usar el término y castigando diplomáticamente a quienes lo usen, como en el caso del papa Francisco—quien se refirió a la matanza como “el primer genocidio del siglo XX”— la cuestión le ha traído problemas con otras naciones.
Francia, Rusia y Austria lo reconocen, y “el parlamento europeo le ha pedido a Turquía que reconozca el genocidio; es una de las trabas que podría haber para que se hagan parte de la Unión Europea, entre muchas otras”.
En 2000, 126 especialistas, entre ellos el Nobel de la Paz Elie Wiesel, el historiador Yehuda Bauer y el sociólogo Irving Horowitz, afirmaron en un comunicado publicado por The New York Times que “el genocidio armenio en la Primera Guerra Mundial es un hecho histórico incuestionable”.