(CNN) — Jack Tiwari, presidente de America Nepal Society, comienza casi todas las mañanas con una breve oración a más o menos doce deidades hindúes que se encuentran sobre el altar en su casa en Virginia del Norte. Él les agradece a los dioses por darle otro día, les ofrece algunos dulces y les pide buena salud y felicidad.
El sábado, sin embargo, Tiwari se despertó a las 5 a.m. con la noticia de que un fuerte terremoto había devastado su país de origen en el Himalaya. Durante varias horas, intentó desesperadamente ponerse en contacto con sus padres y su familia lejana, quienes todavía viven en Nepal, y estudió minuciosamente las fotografías de Facebook y otras redes sociales en busca de indicadores sobre su destino.
Afortunadamente, dijo Tiwari, su familia inmediata está a salvo. Pero al igual que a miles de nepaleses-estadounidenses, sigue estando preocupado por los muchos amigos cercanos y seres queridos que dejó atrás cuando se mudó a los Estados Unidos en 2005. A medida que reúnen fondos y suministros para enviarlos a las víctimas del terremoto, muchos hindúes y budistas, las creencias predominantes en Nepal, también están recurriendo a antiguos rituales y plegarias, están consultando con monjes y ancianos del templo e invocando la ayuda divina para dar bálsamo al profundo y generalizado sufrimiento.
Casi 4.000 personas han muerto en Nepal este fin de semana solamente, víctimas de un terremoto de magnitud 7,8 y de varias réplicas poderosas. Casi 100 personas en el Tíbet y la India murieron a causa del terremoto.
Altas torres y pagodas, monumentos a las profundas raíces hindúes y budistas de Nepal, fueron tumbadas y reducidas a escombros. El majestuoso templo dedicado a Shiva, la deidad hindú y su gemelo, el templo estilo pagoda de Narayan, los cuales durante siglos atrajeron a centenas de peregrinos a Katmandú, ahora están en ruinas.
Una tierra aislada pero diversa
Todd Lewis, un experto en religiones asiáticas de la Universidad Holy Cross en Massachusetts, dice que la historia religiosa de Nepal ha estado determinada por su aislamiento geográfico, su diversidad cultural y sus numerosos grupos étnicos. Más del 80% de la población es hindú; hay cantidades más pequeñas de budistas (9%), musulmanes (4,4%), cristianos (más o menos 1%) y practicantes de religiones animistas.
A medida que se difundieron las noticias del terremoto, líderes religiosos desde el papa Francisco hasta el Dalai Lama ofrecieron sus oraciones y condolencias. En Estados Unidos, varios grupos de nepaleses-estadounidenses celebraron vigilias con velas en la noche del domingo, y varios templos hindúes ofrecerán servicios especiales por las víctimas del terremoto, dijo Season Shrestha, director de Newah Organization of América. (Los newahs son un pueblo indígena de Nepal). Muchos servicios se dirigen a Brahma, la deidad creadora, especuló Tiwari. “Él es la persona que creó el mundo, así que esperamos que él también pueda salvar vidas”.
Pero a diferencia de las tradiciones abrahámicas, en las cuales se cree que un solo Dios es omnisciente y todopoderoso —y por lo tanto, en teoría, responsable de permitir desastres naturales— los budistas e hindúes tienen otra forma de ver los acontecimientos trágicos, explicó Lewis.
Algunos le atribuyen la culpa al karma: las acciones humanas que traen futuras consecuencias. Pero muchos otros solo ven los terremotos y tsumanis como eventos amorales, los cuales no son ocasionados por deidades molestas ni generados por pecadores que se lo merecen.
“Los textos budistas e hindúes dejan en claro que existe todo tipo de contingencias causales que simplemente ocurren”, sin ritmo o razón cósmica, dijo Lewis. En un famoso libro budista, “Las preguntas del rey Milinda”, el Buda enseña que la mayoría de las cosas que le ocurren a las personas, sean buenas o malas, no están relacionadas en absoluto con el karma. Dicho de manera simple: las cosas ocurren.
Entrar en acción
Aun así, los budistas y los hindúes no son fatalistas, no se sientan ociosamente mientras el mundo avanza hacia un final apocalíptico. Muchos miembros de ambas creencias han entrado en acción a medida que las noticias del terremoto se han difundido.
En Facebook, por ejemplo, un número de seguidores del budismo tibetano están enviando ayuda y plegarias a muchos monasterios de esa tradición en Nepal. Una frase se repite una y otra vez: Om mane padme hum, lo cual puede ser traducido de varias formas, pero más comúnmente como “joya en el loto”.
Conocido como el “mantra del corazón”, la frase invoca a Avalokiteshvara, la bodhisattva budista de la compasión. (Los bodhisattvas son seres iluminados que renuncian al nirvana para ayudar a otros). Cuando gritan el mantra, los budistas, particularmente en Nepal, creen que Avalokiteshvara aparece y ayuda a la gente que lo necesita, explicó Lewis. El terremoto se produjo mientras Nepal llevaba a cabo una ceremonia de siglos de antigüedad dedicada a Avalokiteshvara, dijo el erudito.
Ahora, en lugar de empujar el carro del bodhisattva, las víctimas nepalesas están construyendo piras funerarias para quemar a sus muertos. La práctica podría parecer extraña e incluso truculenta para los occidentales, quienes visten a sus muertos con bonitas ropas y los entierran en cajas.
Sin embargo, en Nepal, un país en el que no hay cementerios, Lewis dijo que las piras funerarias son consideradas como la forma más compasiva para tratar a los muertos, ya que tanto los hindúes como los budistas creen en la reencarnación; es decir, que tenemos ciclos no en una, sino en varias vidas. Cuando morimos, nuestros cuerpos pierden la vida pero nuestro espíritu —los hindúes lo llaman alma; los budistas lo llaman conciencia— prevalece y busca otro cuerpo para habitar.
Si el cuerpo no se destruye rápidamente después de la muerte, el alma perdura y queda atrapada entre reinos, por lo que se ve obligada a vagar por la Tierra como un fantasma inquieto. Cuando el cráneo estalla en la pira funeraria, eso significa que el alma ha dejado el cuerpo, dijo Lewis. Las cenizas luego son arrojadas al río Bagmati, el cual es sagrado para los hindúes y los budistas, y son trasladadas río abajo.
“El cuerpo se ha ido,” dice Tiwari, “pero el alma vivirá”.