(CNN) — Hace seis meses era un partido político que había perdido.
El pueblo escocés rechazó decididamente la independencia de Reino Unido en un referéndum que el Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) exigió.
El líder del SNP y primer ministro de Escocia, Alex Salmond, quien dirigió a los nacionalistas escoceses durante más de 20 años y llevó a su partido de los márgenes al gobierno del país, renunció. Los sueños de su partido de tener una Escocia soberana parecían estar destruidos.
En ese entonces, los líderes de los principales partidos políticos de Reino Unido (los laboristas y los conservadores) debieron haber pensado que sus preocupaciones respecto a Escocia habían terminado por un rato.
Pero lo que ha ocurrido, mientras Reino Unido se prepara para unas elecciones generales el 7 de mayo, es todo lo contrario.
Desde el referéndum, el SNP, ahora bajo el mando de Nicola Sturgeon, ha gozado de una popularidad sin precedentes.
En marzo, este partido alcanzó los 100,000 miembros en un país con una población estimada de 5 millones 300,000 personas.
Si las encuestas están en lo correcto, el Partido Nacional Escocés podría llevarse todos los escaños disponibles en Escocia el día de las elecciones.
Nick Anstead, especialista en comunicación política y elecciones de la Escuela de Economía de Londres, dice que el SNP ha sido tácticamente inteligente. “Se las han arreglado para dar la impresión de ser parte del sistema y al mismo tiempo de estar al margen”, dice. “Dirigen un gobierno en Escocia y tienen la oportunidad de actuar como forasteros en el contexto de la política de Westminster”.
El Partido Nacional Escocés, que actualmente es el partido gobernante en Escocia, se formó en 1934 y su principio central es la independencia de Escocia. En 1998, luego de que el pueblo escocés votara a favor de la delegación de facultades, se creó un Parlamento escocés que tenía facultades para legislar en varias materias.
El gobierno nacional en Westminster conserva el control de materias como la política exterior, la defensa y la inmigración, pero el gobierno escocés tiene autoridad en materias como salud y turismo en Escocia.
La creciente popularidad del Partido Nacional Escocés también es un legado de la campaña para el referéndum por la independencia.
“Escocia llegó al referéndum con un partido independentista pero salió con un movimiento”, dice Iain Macwhirter, analista político y autor del libro Disunited Kingdom: How Westminster Won a Referendum but Lost Scotland.
“Eso ha causado un profundo cambio en las actitudes políticas en Escocia… y que el 45% (de los escoceses) que votaron (a favor de la independencia) se decidieran a traducirlo en votos para Westminster”, agregó.
Si lo logran, las cosas podrían cambiar radicalmente en la política británica.
Al momento de escribir este artículo, la cadena Scottish Television proyectaba que el partido podría ganar los 59 escaños que están disponibles en Escocia. Un triunfo de esas proporciones sería estremecedor: en las elecciones de 2010 se llevaron seis escaños y su máximo anterior había sido de 11, en 1974.
El nuevo poder del SNP en Westminster podría tener efectos secundarios considerables. Le quitaría la mayor parte de los votos en Escocia al Partido Laborista de centro-izquierda, que actualmente es el partido opositor en Reino Unido, con lo que posiblemente erradicaría la presencia de los laboristas en el que fuera uno de sus bastiones.
Un triunfo arrollador del SNP también fragmentaría el voto de los laboristas, lo que significaría que aunque ganara votos suficientes en el resto del país para ganar las elecciones, de todas formas necesitaría de otro partido para formar un gobierno.
“En este momento parece que es muy difícil construir una mayoría (en el gobierno) sin ellos”, dice Anstead.
El Parlamento británico tiene 650 escaños y el partido que controla más de la mitad forma el gobierno.
Cabe señalar que en las pasadas elecciones, en 2010, ni los laboristas ni los conservadores ganaron los votos suficientes para hacerlo solos, así que se formó un gobierno de coalición entre los conservadores y los demócratas liberales.
Esta vez, los partidos como el Partido Independencia de Reino Unido y el Partido Verde han ganado popularidad, aunque aún no se sabe si esto se traducirá en escaños.
Tradicionalmente, estos partidos tienen poca representación en el Parlamento y cualquier apoyo que obtienen representa votos que tradicionalmente ganarían los conservadores o los laboristas.
Además, el creciente apoyo al SNP en particular significa que es probable que tengan la mayor influencia en un gobierno de coalición.
Esto es particularmente problemático para los conservadores, ya que Nicola Sturgeon, lideresa del SNP, ha dicho que su partido “nunca, jamás” formaría una coalición con ellos.
Incluso ha dicho que quiere una mayoría “anticonservadora” en Westminster con el Partido Laborista, que pueda desarrollar una política que sea “algo mejor, más audaz y más progresista”.
En respuesta, los partidos de centroderecha de Gran Bretaña han emprendido una ofensiva y hablan de los riesgos de que los laboristas y el SNP lleguen a un acuerdo; dicen que un partido que quiere destruir al Reino Unido quedaría efectivamente en una posición de dominio.
Boris Johnson, alcalde conservador de Londres, dijo que sería una receta para el desastre y dijo que Sturgeon era “un escorpión”, la comparó con el rey Herodes, el asesino de bebés, y una revista sensacionalista la llamó “la mujer más peligrosa de Gran Bretaña”.
Pero el SNP tampoco le está facilitando las cosas al Partido Laborista. Lo más importante es que dicen que no formarán una coalición con los laboristas, pero no han descartado llegar a un acuerdo menos rígido.
Una forma de hacerlo sería con un gobierno “de confianza y asistencia” que permitiría que el SNP mantuviera a los laboristas en el poder de una forma menos formal.
“(Les daría) el poder para lograr concesiones votación por votación”, dice Anstead.
Sturgeon ha acusado a los laboristas de ser flexibles con los conservadores y dijo que “envalentonaría” al partido si el SNP finalmente obtiene un poder real en Westminster.
El líder de los laboristas, Ed Miliband, ha dejado bien claro que no hay posibilidad de llegar a un acuerdo. “Quiero dejar esto en claro. No habrá coaliciones, no habrá compromisos… Estoy en desacuerdo con ellos respecto a la independencia”, dijo a la cadena británica BBC.
Esto solo se suma a la multiplicidad de resultados posibles en las que han demostrado ser las elecciones más impredecibles de Reino Unido en muchos años.
En Escocia, la gente no está preocupada por nada de esto. En las oficinas, los pubs y las calles, los escoceses tienen una sensación de confianza renovada.
“La votación por la independencia hizo que todos despertaran”, dijo Jonathan Kane, propietario de un restaurante-bar en Edimburgo. Él votó por la independencia en el referéndum de 2014.
“Me di cuenta de que nadie sabía en realidad mucho de política hasta el debate de la independencia… y eso abarca a toda la gama de personas que conocí en el pub”, dice.
Pero durante los pasados dos años, la gente se ha informado más acerca de los asuntos económicos y políticos, explica.
Kane agrega: “por eso creo que en este momento hay un movimiento masivo, porque la gente que tal vez no estaba a favor de la independencia ahora (piensa) que hay que votar por el SNP porque así tendremos más voz. Nadie habría predicho que si todos votamos ‘No’ cimbraríamos a Westminster”.