La industria pesquera tailandesa enfrenta un crítico problema de esclavitud en la que se estima tiene más de 3 mil víctimas que trabajan en embarcaciones pesqueras

(CNN)  — Las horas serían largas y el trabajo duro, pero pasar un año como pescador le pareció una buena opción a Samart Senasook.

Los trabajos anteriores como guardia de seguridad en Bangkok habían sido esporádicos, así que cuando un hombre conocido como Vee le prometió a Senasook, de 40 años de edad,  un salario decente en un barco pesquero, él decidió aceptar la oportunidad.

Vee resultó ser un agente, un eslabón en la cadena del tráfico de personas que abastece a la industria pesquera de Tailandia y cuenta con miles de trabajadores inmigrantes, de los cuales a muchos los convierte en esclavos virtuales.

En lugar de pasar un año a bordo de un pesquero tailandés, Senasook dijo que pasó seis años y que lo hacían trabajar días de 20 horas bajo condiciones que ponían en riesgo su vida.

Su odisea no deseada terminó apenas el mes pasado, a miles de kilómetros de Tailandia, en la isla indonesia oriental de Ambon.

El barco en el que estaba fue confiscado por las autoridades indonesias por supuesta pesca ilegal, mientras que Senasook y sus compañeros de tripulación fueron puestos bajo custodia.

Seis años como un esclavo

Al recordar su terrible experiencia, la cual según dice duró de enero de 2009 a marzo de 2015, Senasook rara vez vio tierra, ya que el barco en el que estaba deambulaba más y más lejos de las aguas tailandesas en busca de pescado, el cual era cada vez más escaso.

La pesca que realizaban era parte de la multimillonaria industria tailandesa de marisco que abastece a decenas de millones en Europa y en Estados Unidos.

Senasook describe su vida a bordo como una que estuvo rodeada de intimidación, privación del sueño y frecuentes palizas por parte del capitán del barco.

“El capitán me pateaba y me golpeaba”, dijo. “Me sangraba la nariz y la boca. Aún tengo sangre coagulada en mis dientes. Me duele la mandíbula cada vez que mastico”.

Debido a que no había forma de escapar, consideró suicidarse.

“Pensaba en mi familia y en mi madre. Hubo momentos en que estuve a punto de saltar al mar para suicidarme”.

“Mi amigo de la sala de motores me detuvo. De lo contrario, hoy estaría muerto”, dijo.

Senasook dice que el capitán del barco retuvo todo el tiempo su identificación y la de la tripulación; básicamente, los tenía cautivos.

Los pescadores subieron a bordo de un avión militar tailandés en Ambon, Indonesia, el 9 de abril durante su repatriación.

Cuando Senasook finalmente tuvo en sus manos su documento de identificación en Ambon, se horrorizó al ver que tenía un nombre falso. Había pasado de ser un cautivo a bordo de un barco de pesca a quedar abandonado en una isla lejana.

“Muchos de mis amigos murieron en Indonesia. Y sus tumbas tenían nombres erróneos”, dijo Senasook. “Al igual que si yo hubiera muerto, en mi tumba no aparecería mi nombre, sino el de otra persona”.

En su desesperación, escribió una carta abierta al primer ministro tailandés pidiendo ayuda. Eso ayudó a que quedara libre de la custodia de Indonesia, pero aislado y sin dinero no podría regresar a su casa en Tailandia.

Él recibió un pago final de 1.750 baht (53 dólares) por parte del capitán del barco, pero luego le dijeron que tenía que pagar 20.000 baht (615 dólares) para la comisión del agente que lo llevó al barco en 2009.

El tamaño del problema: desconocido

Finalmente recibió ayuda de Labor Rights Promotion Network (LPN) [Red para la Promoción de los Derechos Laborales] y fue repatriado a Tailandia el mes pasado.

Él fue uno de los más afortunados. La LPN descubrió una situación similar en la isla cercana de Benjina, donde el grupo dice que cientos de otros pescadores de todo el sudeste asiático fueron atrapados y viven en condiciones apremiantes.

El grupo de derechos estima que podría haber hasta 3.000 víctimas de la trata que trabajan en embarcaciones en estos mares.

“Los pescadores en Ambon y Benjina han falsificado sus documentos o no cuentan con ellos, por lo que no pueden regresar a casa”, dijo Patima Tangpratyakoon, de LPN. “La situación es grave”.

Pero el problema de los esclavos de hoy en día en la pesca de mariscos, los cuales terminan en los platos de comida al otro lado del mundo, va más allá de estas pequeñas islas de Indonesia.

Es difícil calcular el alcance de esta situación. Según las cifras del gobierno tailandés, hay 145.000 personas que trabajan en su industria pesquera y el 80% de los trabajadores son inmigrantes, principalmente de Birmania, Camboya y Laos. Sin embargo, el grupo activista Raks Thai Foundation sugiere que hay más de 200.000 trabajadores no registrados que son víctimas de la trata.

También se desconoce la cantidad exacta de buques de pesca —según las cifras oficiales, hay alrededor de 57.000— ya que el registro es poco estricto. El número real podría ser el doble.

Atención internacional y respuesta del gobierno

El asunto de la esclavitud y los abusos de los derechos en la industria pesquera tailandesa se ha agudizado en los últimos años. A medida que ha aumentado la demanda mundial de mariscos, la economía tailandesa ha mejorado; así que, atraer a los trabajadores para que realicen trabajos peligrosos en los barcos de pesca ha sido cada vez más difícil.

El año pasado el Departamento de Estado de Estados Unidos bajó a Tailandia a la categoría más baja en su Informe sobre la Trata de Personas del 2014, lo cual podría llevar a que se retire la ayuda internacional.

El mes pasado, la Unión Europea llamó a Tailandia un país “no cooperante” debido a la deficiente supervisión y control de sus barcos de pesca y por comerciar en Tailandia pescado y mariscos de otros países.

A menos que se tomen medidas enérgicas sobre la situación, Tailandia enfrenta un embargo que perjudicaría económicamente sus exportaciones pesqueras a la UE a partir de octubre.

En respuesta, el primer ministro tailandés, Prayuth Chan-ocha, ha declarado la lucha contra la trata de seres humanos como una prioridad nacional.

En un comunicado en marzo, hizo un llamado a todas las agencias del gobierno para “limpiar sus hogares”. Los traficantes y los funcionarios del gobierno que se han confabulado con ellos “ya no tienen ningún espacio en la sociedad tailandesa”, dijo.

Según el Departamento de Pesca de Tailandia, se están implementando nuevas medidas de control.

Además de las inspecciones a los buques de pesca, los barcos que tienen un tamaño mayor a 60 toneladas y que viajan fuera de las aguas tailandesas tendrán que estar equipados con un sistema de localización de buques vía satélite (VMS). Sin este, a los barcos no se les dará una licencia de pesca. Sin embargo, solamente alrededor de 2.100 barcos de la flota de pesca tailandesa tienen este tamaño, según el Departamento de Marina.

Otra nueva iniciativa del gobierno que entró en vigencia en abril requiere que, antes de salir del puerto y cuando regrese, cada uno de los buques pesqueros detalle quién se encuentra a bordo, a quién se le está dando la licencia, el nombre del propietario y dónde operará.

Estas medidas para “salir y entrar al puerto nos permitirán reducir el riesgo de la trata de personas y reducir el riesgo de trabajo forzado”, dijo Warapon Prompol, director general adjunto del Departamento de Pesca.

Anteriormente no se exigía el manifiesto de la tripulación.

“Como Departamento de Marina, solo podemos revisar un determinado tipo de buque y también un determinado tamaño. Pero ahora el gobierno está tratando de reducir el tamaño del buque que podemos revisar”, dijo Chula Sukmanop, director general del Departamento de Marina.

Añadió que aplicar esa ley se hace cada vez más difícil porque los buques cambian tripulación con demasiada frecuencia una vez que salen del puerto.

Falta de aplicación de la ley, falta de claridad

Aunque existen leyes contra la trata de personas en el país —recientemente, en marzo, se aprobó una nueva Ley contra la Trata de Personas— a menudo la falta de aplicación de la ley es la que ha dado lugar a que continúe la explotación de los pescadores.

“Ha existido leyes que deberían penalizar a los empleadores y no solo a los mismos inmigrantes, pero muy rara vez se han aplicado en el pasado”, dijo Max Tunon, gerente senior del programa de la Organización Internacional del Trabajo, quien se especializa en los derechos de los trabajadores inmigrantes en el sudeste asiático.

“Hasta ahora se le ha dado más atención al asunto… desde el nivel más alto”, añadió. “Existe un mayor reconocimiento de que existe corrupción y que se deben implementar mayores regulaciones para la industria en relación a problemas más amplios de inmigración”.

Las exportaciones que hacen las compañías pesqueras tailandesas hacia Estados Unidos y Europa tienen un valor aproximado de 2.500 millones de dólares al año, siendo Thai Union Frozen Products (TUF) una de las más grandes… y propietario de las marcas John West y Chicken of the Sea.

En un comunicado en marzo, Khun Thiraphong Chansiri, presidente y director ejecutivo de TUF, se refirió a la trata de personas en su cadena de suministros como “totalmente inaceptable”, pero dijo que “todos tenemos que admitir que es difícil asegurar que la cadena de suministro de la industria pesquera tailandesa sea totalmente limpia”.

Se han hecho avances en cuanto a combatir los problemas de los trabajadores que han sido víctimas de la trata y del trabajo esclavista gracias a la presión del mercado y del comercio, dijo Tunon. Pero aun así, es difícil ver un verdadero cambio en el terreno.

“Ha sido un reto durante años y será difícil medir el progreso porque no se ha contado con una línea base de la que se pueda obtener información creíble sobre el problema”, dijo Tunon.

“Ahora, la atención está centrada en el sector de la pesca, ya que es particularmente vulnerable, pero esto podría ayudar a darle una mejor protección a los trabajadores inmigrantes en las secciones que no tienen presión de los consumidores o el comercio, que no son tan visibles ya que no alimentan la cadena de suministro mundial”.