Danny Cevallos es analista legal de CNN, abogado criminalista y socio de Cevallos y Wong, quien ejerce en Pensilvania y las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Síguelo en Twitter: @CevallosLaw. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.
(CNN) – Ciento cincuenta años después del fin de la Confederación y la Guerra Civil, la bandera de los estados confederados es noticia importante. Es una imagen perdurable, pero constantemente divisiva en Estados Unidos. Y ya debería llegar a su fin.
Existe una polémica respecto a si un gobierno como el de Carolina del Sur debería seguir mostrando la bandera y ondearla como de costumbre, en lugar de a media asta, luego del asesinato a sangre fría de nueve personas en la iglesia AME Emanuel en Charleston, a manos de un hombre que dijo, había llegado “para matar a personas negras”.
Casualmente, en un caso de Texas, la Corte Suprema de Estados Unidos revocó el jueves una decisión de un tribunal de primera instancia, y concluyó que el estado de Texas podía legalmente negarse a autorizar un diseño de placa que mostraba la bandera conocida como la “Cruz del Sur”, presentada para su aprobación por los Hijos de Texas de los Veteranos Confederados.
Por supuesto, nuestra indignación colectiva ha sido inconstante en los últimos años. Desde 1979 hasta 1985, una exitosa serie de televisión de larga trayectoria mostraba a héroes que conducían un Dodge Charger de 1969… con una bandera de la Confederación en el techo, y una bocina musical. No solo fue “The Dukes of Hazzard” un éxito, los niños en todas partes a principios de los años 80 querían un auto de juguete similar al de General Lee… con bandera y todo.
Y sin duda, las series de televisión y los autos en escenas peligrosas son materia de la expresión privada, y siempre y cuando el público aceptara la programación, a nadie parecía importarle las referencias no tan sutiles a la Confederación… además, Bo, Luke y Daisy Duke eran una mina de oro para los índices de audiencia.
Por otro lado, las placas y las banderas en edificios del capitolio, son materia de la expresión del gobierno. Nuestros gobiernos tienen el poder para seleccionar su propia expresión y deberían usar este poder simbólico de manera prudente, ya que ellos hablan por sus electores.
En primer lugar, hay mucho debate en torno al hecho de que la bandera de la Confederación aún ondea en las instalaciones del parlamento en Columbia. ¿Debería Carolina del Sur seguir incorporando la bandera de la Confederación como parte de las imágenes del gobierno?
Fue trasladada de la cúpula del capitolio al monumento de la Confederación en el año 2000. Pero esta bandera aparentemente ondeó primero sobre el capitolio en 1962 en respuesta al impulso por los derechos civiles desde Washington.
Si ese es el caso, entonces esta bandera gira más en torno a la segregación, y no a la rebelión histórica o a los derechos de los estados. Mientras tienes el derecho a ondear la Cruz del Sur sobre tu casa o en el techo de tu Dodge Charger como un ciudadano privado, los gobiernos estatales probablemente deberían evitar cualquier símbolo de segregación, e incluso secesión si vamos al caso.
Texas es otra historia. Ese estado luchó hasta llegar a la Corte Suprema, y ganó, por su derecho a rechazar la bandera de la Confederación en sus placas. La Corte Suprema reconoció que las placas especiales de Texas son la expresión del gobierno, y no un foro de expresión privada sin restricciones. Cuando el gobierno habla, los derechos conflictivos a la libertad de expresión de los ciudadanos no pueden dictar el contenido de esa expresión del gobierno.
Aunque Texas efectivamente acepta las solicitudes de organizaciones no lucrativas para los diseños de placas, y aunque con mucho gusto recauda dinero de los ciudadanos para colocar esos diseños aprobados en sus placas, la expresión le pertenece al estado, y constitucionalmente puede rechazar el diseño de placas de los Hijos de los Veteranos Confederados.
Aun así, vale la pena leer la opinión discrepante del juez Alito. Alito señala que si el estado recauda dinero y permite que los ciudadanos elijan entre cientos de opciones de placas distintas, entonces prácticamente hablando, son los ciudadanos quienes se expresan… no el estado.
En la opinión de Alito, Texas, eligió convertir el espacio en las placas especiales en “pequeñas vallas móviles” para mensajes selectos. Texas rechazó uno de los mensajes que un grupo privado quería publicar en algunas de estas pequeñas vallas por ninguna otra razón aparte de que el estado pensaba que muchos de sus ciudadanos pensarían que el mensaje sería ofensivo. Alito tiene el siguiente punto: eso parece ser una flagrante discriminación de puntos de vista… incluso si el mensaje que se reprime, de hecho, resulta ofensivo para muchos.
La opinión discrepante del juez Cevallos sería corta y escasa en cuanto al análisis legal:
Texas y otros gobiernos estatales: dejen de ser avaros. Dejen de inducir a sus ciudadanos a gastar el dinero que no tienen en cosas que no necesitan, especialmente cuando esas cosas te involucran en prolongadas e innecesarias batallas en tribunales de la Primera Enmienda sobre el espacio publicitario en las placas.
Y eso es todo.
Ofrecer espacio para la venta en las placas es un mal negocio. Es igual a promover un comportamiento adictivo de juegos de azar como si se tratara de una lotería patrocinada por el estado. El gobierno sabe que está mal, pero simplemente no puede evitar quitarle dinero a los ciudadanos que quieren comprar un producto o servicio poco económico.
La única razón por la que este caso desperdició recursos judiciales y estatales es porque Texas y otros estados venden espacio de “pequeñas vallas” en sus placas, algo que los involucró en el negocio de la expresión. Texas estaba en el lado correcto de la ley cuando rechazó la bandera, pero ofrecer placas especiales a la larga es solo una forma sutil de recaudar dinero por parte del gobierno.
Ya sea en Texas, Carolina del Sur, o en cualquier otro lugar, nosotros como nación tenemos que decidir qué es lo que la bandera de la Confederación en realidad representa, de una vez por todas.
Lo acepto, yo soy una de esas personas que durante mucho tiempo pensó que la bandera representaba tanto el flagelo de la esclavitud, mientras por otra parte también representaba conceptos más inofensivos y no relacionados con aspectos raciales, como la rebelión y los derechos de los estados.
Eso fue hasta que el conocido historiador de la Guerra Civil y abogado Gordon Rhea me educara mientras estuvimos juntos en un juicio mediante jurado. “Una serie de razones motivaron a los sureños de la era de la Guerra Civil a convertirse en soldados, entre ellas los conceptos del deber, honor y hombría… pero al unirse a la máquina de guerra de la Confederación, todos ellos, independientemente de sus motivaciones personales, promovieron la agenda política de su nación: la perpetuación y expansión territorial de la esclavitud humana y la miseria que conllevó”.
Por supuesto, decirle al pueblo una cosa para encubrir el verdadero propósito de la guerra no es nada nuevo: ya sea los derechos del estado o veteadas fotos de armas de destrucción masiva, el gobierno ha estado enredando a los ciudadanos en la guerra durante siglos. Pero parece que el Sur luchó en la Guerra Civil por la esclavitud, y que la bandera de la Confederación representaba esa misión política.
Desafortunadamente, el simbolismo del apartheid de la Cruz del Sur no puede ser separado de sus otros significados. Es interesante: en una época en la que nos mostramos ansiosos por mascotas deportivas como los Washington Redskins o los Coachella Valley Arabs, evidentemente nos mostramos indiferentes acerca de la bandera de la Confederación. Si quieres una en una placa de Texas, no está permitido. Pero si la exhibes en un capitolio estatal, podría no haber problema.
Los ciudadanos deberían tener la libertad de colgar cualquier mala decisión que quieran en su pared; nuestros gobiernos deberían ser más discriminatorios cuando de simbolismo se trata… y de venderle malas decisiones a los ciudadanos.