Nota del editor: Sally Kohn es activista, articulista y comentarista para televisión. Síguela en Twitter en @sallykohn.
(CNN) — Para usar un cliché, la década de 1970 fue una década de sexo, drogas y rock and roll. Pero se puede decir que la parte del sexo tuvo el efecto más profundo y duradero en la sociedad estadounidense.
En la década de 1970 convergieron varios fenómenos relacionados con el sexo, la sexualidad y el género. Se dio el movimiento de liberación de la mujer: las mujeres y las niñas a las que les habían dicho desde siempre que eran el sexo inferior salieron a las calles, a los tribunales y a las casillas para reafirmar su igualdad.
En 1970, se llevó a cabo la primera Conferencia para la Liberación de las Mujeres en Inglaterra. Ese mismo año, Germaine Greer publicó el libro El eunuco femenino y Robin Morgan publicó La hermandad femenina es poderosa: una antología de textos del Movimiento por la Liberación de las Mujeres. Al año siguiente se llevó a cabo la primera marcha por la liberación de las mujeres.
También se dio la liberación sexual, que aunque tenía que ver con que las mujeres se liberaran en la alcoba, tenía más qué ver con restar severidad a las normas que rodeaban al sexo. En 1960, la mitad de las mujeres solteras de 19 años no habían tenido relaciones sexuales. Para fines de la década de 1980, como señaló Nancy Cohen, dos terceras partes de las mujeres habían logrado la hazaña al cumplir 18 años.
Cohen también notó que la invención de la píldora de control de natalidad, en la década de 1960, ayudó a aplanar el camino. A los cinco años de que saliera al mercado la primera píldora, en 1960, seis millones de mujeres estadounidenses la estaban tomando. Estas mujeres y sus parejas entraron a la siguiente década con una experiencia radicalmente diferente del sexo y la libertad, literalmente. Tan solo en 1972 se publicaron libros tan revolucionarios como El placer de Amar y Matrimonio abierto.
Los setenta también pusieron al sexo no heterosexual bajo los reflectores. En 1969, cuando la Policía hizo una redada de un bar gay en Nueva York, estallaron las protestas y los Disturbios de Stonewall se volvieron el punto de partida del movimiento por los derechos de los gays, que seguiría creciendo a lo largo de las siguientes décadas.
Para los estadounidenses gays, lesbianas, bisexuales y transgénero, los setenta fueron una era de creciente despertar y visibilidad, así como de represión y persecución. En 1970, se llevó a cabo el primer desfile del orgullo gay para conmemorar los Disturbios de Stonewell y en 1973, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría finalmente consideró que era adecuado retirar la homosexualidad de la lista oficial de trastornos mentales.
Se puede decir que una de las canciones emblemáticas de los setenta captura todas las perspectivas de la revolución sexual.
La canción más popular de la banda Chic, en 1978, decía: Aaaaaah, FREAK OUT!. Aunque la vieja guardia ciertamente se escandalizaba por el cambio rápido y salvaje en el terreno de los valores estadounidenses tradicionales, quienes impulsaban el cambio disfrutaban del paseo. La canción casi se burla de quienes se escandalizan y convierte su angustia en un frenesí dancístico. Anda, ven a divertirte de verdad (come on along and have a real good time), invita Chic. Piensa que las bases morales que se cimbran bajo tus pies son más bien una ondulación sensual y déjate llevar por el ritmo.
Es fácil mirar atrás y ver los límites de los anhelos de la época. La Guerra de Vietnam en los setenta y el sida en los ochenta cobraron la vida de la gente y se volvieron asuntos preocupantes de vida o muerte, con justa razón. La liberación sexual total y el valiente mundo nuevo y pacífico que una generación ansiaba chocaron de frente con la cruel y dura realidad.
En retrospectiva, los movimientos de la década de 1970 trataron más sobre triunfos culturales que sobre cambios legales y políticos. La idea de la igualdad de las mujeres se acepta más como una victoria hoy que hace 40 años. Sin embargo, el que las mujeres sigan ganando una fracción de lo que los hombres ganan en promedio y que las mujeres de color ganen aún menos; el que la violación y las agresiones sexuales sigan generalizadas, y el que el acceso al control de la natalidad, al aborto y a la educación sexual sigan siendo temas tan polémicos son recordatorios de lo mucho que tenemos por andar.
“En los setenta, la revolución sexual estaba mayormente centrada en el sexo”, escribió Hanna Rosin. “Pero ahora, la revolución sexual se ha profundizado hacia una especie de poder permanente para las mujeres”. O más precisamente, al menos a una sensación de poder personal, creo. Sin embargo, el empoderamiento no se ha traducido necesariamente en influencia económica y política real.
¿Hay más mujeres a cargo de empresas importantes, hombres transgénero y mujeres estrellas en producciones de Hollywood, padres que nutren la sexualidad sana de sus hijos y ahora el derecho nacional a la igualdad en el matrimonio? ¡Sí! Pero a nuestro alrededor —desde la historia de Bill Cosby hasta las violaciones en los campus universitarios, pasando por el asesinato de Kristina Gomez Reinwald, una de las muchas personas transgénero víctimas de asesinato— hay recordatorios casi a diario de la realidad de la subyugación con base en el género, la raza y la sexualidad.
No cabe duda de que las mujeres y las personas gays, así como los hombres heterosexuales, experimentaron más libertad individual en la década de 1970. Pero eso no significa que todos estemos liberados. Un solo presidente negro o una presidenta no significan que ya no exista el racismo o el sexismo.
Por eso, tal vez el principal legado de los setenta no haya sido que nos dirigieran rumbo a un destino (al que claramente no hemos llegado aún), sino que definieron el deseo, deseo no solo por la autonomía individual, corporal, la autoexpresión y el placer, sino un deseo de que la sociedad reflexione totalmente y respete nuestra libertad. Sea donde sea que estemos ahora respecto a los derechos de las mujeres, los derechos de los LGBT y la libertad sexual, se trata de una consecuencia directa de la década de 1970. El que aún no estemos satisfechos también es legado de esa época.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Sally Kohn.