Nota del editor: Malika Saada Saar es la directora ejecutiva de Rights4Girls, una organización de derechos humanos que trabaja para erradicar el tráfico sexual infantil en Estados Unidos. Las opiniones expresadas son exclusivamente las de la autora.
(CNN) – La semana pasada se estrenó el documental “Children for Sale: The Fight to End Human Trafficking”, el cual expone las realidades ocultas del tráfico sexual infantil en Estados Unidos. Es un documental poderoso. Pero la historia va mucho más allá.
Mientras lo veía, pensé en muchas de las jóvenes a quienes he conocido a lo largo de mi trabajo en la lucha contra el tráfico sexual infantil, chicas que han sido compradas y vendidas por sexo y cuyos nombres reales siguen siendo desconocidos. Pensé en Camille, una chica que conocí la semana pasada, quien había sido vendida a hombres adultos, había sido violada en repetidas ocasiones y aun así, había sido arrestada por prostitución a la edad de 15 años. Pensé en Michelle, cuyo traficante le tatuó su nombre en la mejilla para dejar en claro que ella era su propiedad.
Como lo destaca “Children for Sale”, las historias de estas niñas de violencia sexual y tráfico en Estados Unidos no son muy distintas a las de naciones como India, Camboya o Nigeria. De hecho, de acuerdo con el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados, se calcula que al menos 100.000 niños estadounidenses son traficados por sexo cada año. Son secuestrados o atraídos por traficantes que se alimentan de su confianza. Son violados rutinariamente, los golpean para someterlos y cuando tratan de huir, los traficantes a menudo los torturan o los violan en grupo. O ambas. Se supone que muchos de estos niños deberían ser atendidos por nuestro sistema de hogares temporales.
Pero lo que la policía, los fiscales y los legisladores no logran abordar adecuadamente son las mismas personas responsables de este problema: los compradores. ¿Qué pasa con las personas que compran a nuestros niños por sexo? En cualquier otro contexto, lo que hace un “John” cuando compra a una chica debe interpretarse como violación de menores o agresión sexual a una menor. No debería haber diferencia entre violar a una niña y pagar por violar a una niña.
Y sin embargo la hay: existe una cultura de impunidad para violar a los niños cuando alguien paga por el acto. Quienes compran sexo con niñas menores de edad rara vez son arrestados, y si efectivamente son arrestados, normalmente es por requerimiento de delitos menores —ellos generalmente evitan el mismo tipo de castigo— y desdén, dirigido a adultos que molestan o violan niños.
En su lugar, la persona que es criminalizada y avergonzada es la niña, quien será tratada como delincuente en lugar de víctima; además, será nombrada y arrestada como una niña prostituta. De manera inquietante, más de 1.000 niños al año son arrestados por prostitución, aunque muchos de ellos no tienen la edad legal para dar su consentimiento para tener sexo.
La detención de niños por prostitución también afecta desproporcionadamente a los afroamericanos. Según el FBI, en cuanto a las detenciones por prostitución de menores de 18 años, los niños afroamericanos comprenden el 59% de todas las detenciones relacionadas con prostitución en Estados Unidos.
Sin embargo, las chicas que están sujetas a repetidas violaciones, abuso y explotación no son niñas prostitutas… son las víctimas y sobrevivientes de la violación infantil, y merecen todas las protecciones, respaldos y servicios legales que se les brinda a otras víctimas infantiles de abuso.
Lo que debemos hacer, en el lenguaje y en la ley, es erradicar la noción de la niña prostituta, y esta es la razón por la que he lanzado la campaña No Such Thing, la cual busca erradicar el término niña prostituta de nuestro lenguaje y del diálogo público. Y de la ley.
Se lo debemos a Camille y Michelle, el dejar en claro que la victimización y abuso que han sufrido no es distinta o más tolerable que otras formas de abuso sexual infantil. Se lo debemos a las niñas que aún han quedado atrás, las niñas que están a la venta, el que podamos hacer que quienes las han comprado y violado rindan cuentas de sus actos. Lo que debemos crear para estas niñas, quienes son poderosas y fuertes al mismo tiempo, y aun así están tan heridas, son oportunidades para que sanen y alcancen su potencial.
En pocas palabras, no existe tal cosa como una niña prostituta.