(CNN)– Las preocupaciones sobre una emergencia humanitaria en Haití están aumentando debido a que una cantidad cada vez mayor de haitianos que regresan a su país, de la vecina República Dominicana, viven en ciudades de carpas que están creciendo rápidamente y cuentan con pocos recursos.
El gobierno haitiano y las organizaciones internacionales han identificado al menos tres ciudades de carpas que han surgido a lo largo de una zona afectada por la sequía al sur de Haití, cerca de la frontera. Aquí, los haitianos que han regresado recientemente —o recién deportados— están limpiando la tierra y están viviendo en campamentos improvisados sin ningún tipo de servicio.
Dos de los sitios, ubicados al norte de la ciudad fronteriza haitiana de Anse-a-Pitres, han triplicado su población durante el último mes, de acuerdo a estimaciones de los trabajadores humanitarios que han visitado dichos sitios.
Se ha confirmado un tercer campo al norte a lo largo de la frontera en Malpasse.
Dado que dependen de alimentos donados y que cuentan con poca agua, a las agencias internacionales de ayuda humanitaria les preocupa que si no se toman medidas rápidas, estos campamentos podrían aumentar y la desesperación podría ser mayor.
Una isla, dos naciones y una larga disputa
Durante años, Haití y la República Dominicana —dos naciones que comparten una isla— han peleado por el tema de la migración y por los estrictos esfuerzos de control migratorio encabezadas por el gobierno dominicano.
Gran parte de la lucha ha sido por los efectos de una ley dominicana que exige que todos los inmigrantes indocumentados se “legalicen” o que se enfrenten a la deportación. Al mismo tiempo, se implementó otra ley de registro para restaurar el estado de decenas de miles de dominicanos de ascendencia haitiana que fueron despojados de su derecho a la ciudadanía por nacimiento luego de un fallo judicial en el 2013.
A pesar de las críticas de la comunidad internacional, el gobierno dominicano se ha mantenido firme en cuanto a sus leyes de inmigración. Estas fueron diseñadas para solucionar dos problemas: lidiar con el gran número de inmigrantes indocumentados que viven en la República Dominicana y el restablecimiento de los derechos de los más de 200.000 dominicanos que perdieron su ciudadanía a consecuencia del fallo del 2013.
En un reciente viaje a través de ambos países, muchos haitianos le dijeron a CNN que estaban a favor de un proceso para obtener un estatus legal y para registrarse con el gobierno. Sin embargo, la mayoría también dijo que los requisitos establecidos en las leyes para obtener el estatus legal son demasiado onerosos.
Especialmente en el caso de los inmigrantes haitianos más pobres, el costo y el tiempo necesario para reunir los documentos es demasiado para muchos de ellos. Dado que se vencieron los plazos, los temores de posibles deportaciones masivas han presionado a muchos haitianos — incluyendo a algunos nacidos en la República Dominicana— a abandonar voluntariamente el país.
No se han aprobado las operaciones masivas para detener y sacar a los migrantes, pero el miedo persiste.
Norte y sur
A los grupos humanitarios les preocupa qué pasará con las personas que viven en carpas en la zona afectada por la sequía al sur de Haití en caso de llegar más refugiados.
Hasta el momento el flujo de personas que regresan a Haití se ha podido manejar. Pero el hecho de descubrir que ciudades de carpas están apareciendo y aumentando al sur de Haití es preocupante, dicen las agencias de ayuda humanitaria.
Kara Lightburn, directora ejecutiva del grupo de voluntarios Social Tap, ha hecho dos visitas a los campamentos cerca de Anse-a-Pitres, una el 28 de junio y la segunda el 20 de julio. La población de los campamentos que visitó aumentó casi tres veces entre esas fechas, dijo.
La mayoría de los haitianos que emigraron a la República Dominicana en décadas pasadas eran del norte del país. Las personas que son deportadas o que regresan voluntariamente a la parte sur del país han llegado a un lugar donde la economía está deprimida y una sequía que duró meses ya había gravado a los residentes locales.
“Están llegando a un ambiente que no tiene recursos y no cuentan con ese peldaño que les permita mejorar la situación. Le falta ese conector, esa pieza del rompecabezas”, dijo Lightburn.
Por el contrario, en el cruce norte entre los dos países, el flujo de repatriados hasta el momento ha sido absorbido con éxito por las comunidades locales, en parte debido a que los repatriados que llegan al norte tienen mayores posibilidades de contar con recursos familiares cercanos.
En el sur, ese no es el caso.
‘Está empeorando’
“Para mí, está empeorando”, dijo Jean-Sebastian Jerome, el funcionario de registro nacional de la Organización Internacional para las Migraciones en Haití.
El gobierno haitiano, dijo Jerome, se rehusa a llamar a las ciudades de carpas “campos de refugiados” y por ahora prefiere usar el término “sitios”. La distinción no es insignificante, ya que el gobierno prefiere manejar la situación por sí mismo y una crisis de refugiados atrae la atención e intervención internacional.
Una ofensiva contra la inmigración ilegal en la República Dominicana —y el temor de las deportaciones que podrían tener lugar— ha dado lugar a que decenas de miles de haitianos regresan voluntariamente a Haití.
En una reunión de coordinación la semana pasada, los representantes del gobierno le dijeron a la OIM y otros organismos internacionales que tienen un plan para reubicar a las personas que viven en los campamentos, dijo Jerome. Los detalles del plan se discutirán en una reunión de seguimiento el miércoles, dijo.
La falta de coordinación significa que en algunos lugares, en el lado haitiano, nadie está preparado para recibir a los repatriados o deportados, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Haití, Lener Renauld.
“En Anse-a-Pitres, es un desastre, ya sabes. A veces ni siquiera sabes cuántos están ahí abajo”, dijo.
El alcalde de Anse-a-Pitres está buscando financiamiento para proporcionar dinero en efectivo a las personas que viven en los campamentos a fin de ayudarlos a llegar a sus ciudades de origen, dijo Silver Decayette, quien habló con el alcalde este mes.
Decayette es nativo de Anse-a-Pitres y ahora vive en Jacmel, donde dirige varios negocios.
“Es algo miserable”, dijo al referirse a los campamentos. Las iglesias locales les estaban dando tarjetas a los pobladores que podían canjear por arroz y frijol, dijo Decayette.
Los haitianos que regresaron recientemente y que están en estos campamentos no parecen haber alcanzado un punto de desesperación, dijo Decayette, pero se pregunta qué podría suceder si el plan para reubicar esta población se prolonga durante semanas o más tiempo.
“Lo que podría pasar es que la gente va a morir”, dijo. “No cuentan con alimentos ni agua. ¿Cómo van a sobrevivir allí?”
Mariano Castillo de CNN informó desde Haití y la República Dominicana con el apoyo del Centro Internacional para Periodistas.