(CNN) — Cuando la mina San José, en Chile, colapsó el 5 de agosto de 2010, la gente de todo el mundo estaba atenta al destino de los 33 mineros atrapados a 700 metros bajo tierra.
Estos mineros pasaron 69 días bajo la superficie de la tierra antes de que los rescatistas los sacaran a salvo.
Mientras todos celebraban el rescate de los 33 mineros, muchos decían que un poder superior (el minero 34) estuvo con ellos todo ese tiempo.
Después del rescate, los involucrados contaron que ocurrieron milagros inexplicables similares durante el tiempo que estuvieron bajo tierra y dijeron que Dios los había cuidado. Muchos dijeron que Dios había sido el minero número 34.
Una presencia reconfortante
Jorge Galleguillos, minero de Copiapó, Chile, recuerda que se persignaba frente a una imagen de la Virgen María que habían colocado cerca de la entrada a la mina. Cada turno, antes de descender a los niveles inferiores de la mina, los trabajadores le pedían que los protegiera.
El día del derrumbe, al igual que cualquier otro día, Galleguillos mostró su reverencia a la Virgen María y se dirigió a la mina.
Galleguillos cuenta que durante este turno en particular, escuchó unos crujidos que lo alertaron, pero siguió trabajando. Recuerda que vio “una especie blanca… una mariposa” que caía en diagonal a la mina “como si fuera de papel”.
Probablemente fue un pedazo de cuarzo, pero en la cultura local, un animal blanco indica la presencia de Dios.
Galleguillos cuenta que cuando la mina empezó a estremecerse y el aire se llenó de polvo, vio a su nieto de seis días de nacido en sus brazos y a su madre de pie frente a él.
“No voy a volver a ver a mi madre. No voy a conocer a mi nieto”, pensó.
Galleguillos dice que no es particularmente religioso. Sin embargo, aunque parecía que lo peor aún estaba por venir, dijo que sentía la presencia de Dios.
Galleguillos dice que se ha sentido más agradecido que nunca en los cinco años que han pasado desde el derrumbe.
“No hay palabras para seguir agradeciéndole a Dios”, dijo a Rosa Flores de CNN en una entrevista reciente.
Racionar los recursos
Alex Vega, minero de segunda generación, había sufrido por una úlcera gástrica desde un par de meses antes de que los mineros quedaran atrapados.
Como siempre, llevaba sus píldoras en su mochila. Tres. Las dividió en cuatro partes iguales para poder tomar un trozo cada día.
Como había poca comida, sus síntomas empeoraron y, en este momento, no tenían idea de si los rescatarían ni cuándo.
Los mineros comían una lata de atún por día, dividían cada lata entre los 33.
“Tienes que tener fe”, dijo Galleguillos. “Nunca puedes perder la fe. La fe es el alimento… la fe es la vida”.
Fe aún sin esperanza
El capataz del turno, Luis Urzúa, fue el primero al que escucharon cuando se hizo contacto verbal con los mineros. Sus primeras palabras fueron: “estamos bien y con la esperanza de que nos rescaten”.
Urzúa dice que no cree en la suerte, pero que cree en la fe, aun cuando parezca que no hay esperanzas.
“El diablo no podía hacer nada porque Dios estaba presente”, dijo.
Urzúa cuenta que una vez, uno de sus colegas enfermó. Dice que las oraciones de los otros mineros lo curaron.
“Oramos, oramos en frente de él”, dijo. “Al día siguiente estaba mejor… estaba mejor que el resto de nosotros”.
Ese poder de la oración se quedó con los mineros durante el tiempo que pasaron bajo tierra.
“Cuando rezamos, no rezábamos para que nos rescataran; rezábamos para que la gente de afuera no nos abandonara”, dijo. Esa oración también obtuvo respuesta.
El rescate se reanuda inexplicablemente
Tras varias semanas de perforaciones, los rescatistas se estaban acercando a los mineros. Luego, el barreno se detuvo a unos cuantos metros de los mineros. No avanzaba ni retrocedía.
“Pensamos: ‘llegamos tan lejos y pasamos por todo esto y ahora esta maldita cosa se queda atorada’”, dijo Richard Soppe, gerente de Center Rock Inc.
Luego, sin que los rescatistas se esforzaran, algo se reventó y el barreno empezó a moverse de nuevo.
Brandon Fisher, copropietario de Center Rock, encabezó el equipo de expertos en perforación para ayudar a liberar a los mineros.
“Recuerdo que se escuchó estallido fuerte en la parte posterior del panel de control”, cuenta Fisher. “Todos se detuvieron y en un momento dado miraron a su alrededor”.
“Todavía no sabemos qué fue ese ruido”, dijo.
Ariel Ticona, un minero, dijo que cuando escuchó que la broca había entrado, sabía que “había sido gracias a la intervención de Dios que había ocurrido un milagro”.
Mientras Ticona estuvo atrapado, nació su hija, Esperanza.
Jonathan Franklin, autor del libro 33 Men: Inside the Miraculous Survival and Dramatic Rescue of the Chilean Miners (33 hombres: la maravillosa supervivencia y el dramático rescate de los mineros chilenos), dijo que el nacimiento de Esperanza había sido un milagro porque dio esperanza a los mineros. Ella encarnó el sueño de los mineros.
El rescate de los mineros
Luego de muchos preparativos y oraciones, comenzó la última parte del rescate.
Florencio Ávalos fue el primer minero en salir. Lo sacaron a la superficie en una cápsula de 56 centímetros de ancho.
Empezaron las celebraciones, pero los rescatistas y los mineros se enfrentaron a la realidad de que otros 32 mineros necesitaban el mismo milagro para vivir.
Los rescataron, uno tras otro.
Vega dice que abrazó y besó a su esposa como si no quisiera dejarla ir.
Ticona conoció a su hijita Esperanza en el hospital.
Urzúa dijo que Dios salvó a los 33 mineros por una razón, pero se ha estado preguntando por qué desde el rescate.
“Hoy, a donde quiera que miramos hay miseria, hambre, terribles acontecimientos naturales”, dijo Urzúa, quien especuló sobre el motivo que Dios tuvo para salvarlos. “Tenemos que cuidar nuestro medio ambiente, cuidar a nuestros niños para que tengan una vida mejor, darles lo mejor”.
Luego de que los rescatistas regresaran a casa, estudiaron los detalles del rescate.
“Estas herramientas no deberían haberse doblado para sortear algunas de esas curvas. Es decir, no hay duda en mi mente de que la fe en Dios y la fe del mundo que oraba porque rescataran a estos hombres fue un factor importantísimo”, dijo Fisher. “Se aplicaron la ciencia, los conocimientos y la voluntad, pero a final de cuentas, el de arriba tuvo todo que ver con que este rescate tuviera éxito. Creo eso de todo corazón”.