Nota del editor: Chip Knappenberger es el director adjunto del Centro para el Estudio de la Ciencia en el Instituto Cato. Las opiniones expresadas son suyas.
(CNN) – El lunes, al dar a conocer los últimos detalles sobre su Plan de Energía Limpia, el presidente Barack Obama estableció los tres últimos objetivos de su acción federal: mitigar el peligroso cambio climático, proteger la salud pública y brindar un liderazgo internacional. Como añadidura, también mencionó una cuarta aspiración: proteger al planeta para nuestros hijos.
¿Cómo podría uno oponerse a objetivos tan irrefutables?
Desafortunadamente, tras realizar una inspección minuciosa, el impacto real del clima resulta ser en gran medida indetectable y los beneficios para la salud pública, endebles, en el mejor de los casos. Es difícil dejar el mundo en mejores condiciones para las generaciones futuras al reducir deliberadamente el ritmo del desarrollo humano, y esto es lo que este plan pide, desafortunadamente.
Cuando se trata del cambio climático futuro, las proyecciones científicas generalizadas, las cuales parecen ser demasiado cálidas, predicen un calentamiento de más o menos 2,5ºC para el final del siglo como resultado del dióxido de carbono emitido a partir de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural). Se espera que casi el 90% de este calentamiento provenga de países en desarrollo como China, India y países en África subsahariana. Del calentamiento restante, el cual asciende a más o menos 0,3ºC, alrededor de la mitad provendrá de emisiones de Estados Unidos.
Esto significa que si nosotros en Estados Unidos dejáramos de emitir dióxido de carbono de este día en adelante, el calentamiento global futuro solo se reduciría en más o menos 0,15ºC para el final del siglo. Eso es todo. Esta es la razón por la que las acciones incrementales como el Plan de Energía Limpia, el cual solo busca una reducción del 10% en las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030 no tendrán un impacto apreciable en el curso futuro del clima, solo en más o menos 0,02ºC. En pocas palabras, a la hora de mitigar el cambio climático, Estados Unidos tiene un papel pequeño por desempeñar.
Mientras tanto, los beneficios para la salud humana del plan del presidente no provienen en gran medida de la reducción de emisiones de dióxido de carbono. Después de todo, el dióxido de carbono es un gas incoloro y sin olor que no es peligroso de respirar. En cambio, ellos vendrán de los “co-beneficios” de reducir algunas formas de contaminación ambiental que se emiten al momento de quemar los combustibles fósiles. Sin embargo, estas emisiones de subproductos ya son sujetas a las regulaciones existentes y están siendo doblemente consideradas por el presidente. Además, los impactos directos para la salud por el cambio climático son difíciles de determinar —y son etéreos— ya que las medias adaptivas pueden más que eliminarlos.
Debido a la importante conferencia de la ONU sobre el clima que se llevará a cabo en París este año, el presidente Obama está ansioso por impresionar a los líderes mundiales al decirles que el cambio climático es un problema serio que requiere de la cooperación mundial para ser abordado, y que Estados Unidos va a hacer lo que le corresponde a fin de enseñarles el camino. Pero hay algunos problemas.
En primer lugar, los líderes mundiales saben que para el presidente Obama va a ser difícil convencer a su propio país de que apruebe sus planes. Antes de que si quiera se anunciara el Plan de Energía Limpia, una coalición de estados había demandado para detenerlo. Y aunque un tribunal federal consideró que ese esfuerzo era prematuro, ahora que el plan ha sido finalizado, se han prometido otras demandas, al igual que acciones del Congreso y rechazos a nivel estatal.
Sin embargo, Obama podría tener un obstáculo aún mayor por superar a nivel internacional. Para los países en desarrollo, reducir las emisiones de dióxido de carbono implica reducir el crecimiento económico y el progreso humano. Las tecnologías renovables disponibles son extremadamente insuficientes para ajustarse a las necesidades inmediatas y crecientes de un mundo donde más de mil millones de personas no tienen acceso a electricidad, mucho menos en una cantidad y calidad suficiente. Para las poblaciones en esas partes del mundo, limitar las emisiones de dióxido de carbono al restringir el uso de combustibles fósiles de hecho podría ser peligroso, mucho más que las consecuencias de un cambio climático. Restringir el uso de combustibles fósiles significa restringir el transporte, la electricidad, el aire acondicionado y otras tecnologías de importancia fundamental. Para las personas que no viven en riqueza y abundancia, esas restricciones pueden tener serias consecuencias para los humanos en cuanto a la salud y el bienestar.
A la larga, y cuando se analiza con un ojo crítico, el Plan de Energía Limia no será efectivo para mitigar el cambio climático y mejorar la salud pública. Y lo que resulta peor, indica un deseo de que el presidente Obama desvíe al mundo del mejor camino para asegurar el progreso y bienestar humano.