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El impacto económico del cierre fronterizo
03:13 - Fuente: CNN

(CNN Español) – Cada media hora un bus de Transtáchira deja a una veintena de colombianos en el puente Simón Bolívar que une a Colombia con Venezuela. Y regresa con un número similar de venezolanos hacia su país. La rutina se repite durante ocho horas al día, el tiempo que la guardia de Venezuela permite el tránsito de ciudadanos hacia los dos países.

En el bus van y vienen personas tristes, indignadas, pensativas, desubicadas, cansadas. Como el empresario Jhon Mendoza, un venezolano con esposa e hijos colombianos. Mendoza tiene un negocio en Ureña y teme que no peda regresar a Cúcuta con su familia debido al conflicto diplomático. Pero tampoco está dispuesto a perder su negocio, la única fuente de ingresos para sostener a su familia.

“Es una situación muy difícil. Ir a Venezuela sin saber si puedo volver a Colombia. Es my triste lo que está pasando. Somos pueblos con vínculos económicos y familiares. Somos interdependientes, no podemos vivir los unos sin los otros. Y nos están dividiendo a la fuerza”, le dijo Mendoza a CNN en Español.

Una situación similar a la del microempresario colombiano Héctor Alfonso Porras quien dice que tiene siete empleados en San Antonio del Táchira en una pequeña fábrica de soportes para televisores. Está preocupado porque teme pasar al otro lado de la frontera.

“No he podido pagar el salario a mis empleados, todos venezolanos. Vea usted la ironía. Mi empresa la tengo hace 10 años y ahora no sé qué hacer. Yo he hablado telefónicamente con ellos y les he dicho que es muy posible que tenga que cerrar porque no quiero vivir en esta incertidumbre. Mi familia está acá en Cúcuta y no quiero alejarme de ellos en estas circunstancias”, sostiene Héctor Alfonso Porras sin ocultar su pesar.

Autoridades colombianas, “desbordadas” con la emegrencia

El calor en el puente Simón Bolívar llega a unos 38 grados centígrados. Los policías colombianos ayudan a los ancianos, mujeres y niños a llevar sus maletas hacia uno y otro lado de la linea divisoria. Todos deben esperar hasta tres hora haciendo fila para acceder al proceso de migración.

Cientos de deportados siguen llegando a los albergues de las localidades de La Parada y Villa del Rosario, también a la ciudad de Cúcuta. Pero cada vez es mas difícil darles atención a todos. “Estamos desbordados” sostiene Donamaris Ramírez, alcalde de Cúcuta. “Esto es una verdadera emergencia humanitaria. Estamos pidiendo a la comunidad internacional que se pronuncie. Es un atropello a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario lo que está haciendo el gobierno de Nicolás Maduro”.

El alcalde de Cúcuta ha sido uno de los funcionarios más vehementes en rechazar el cierre de la frontera ordenado por el presidente de Venezuela, quien ha justificado la medida como una manera de combatir los grupos armados ilegales y el contrabando en la zona, especialmente de gasolina y alimentos.

Las consecuencias del cierre

El efecto del cierre de frontera y el control de los cruces ilegales de combustible empieza a reflejarse en las calles de Cúcuta. Largas filas de vehículos y motocicletas se observan en las 28 estaciones de venta de gasolina en la ciudad.

“Hace una semana un galón de gasolina costaba 3.000 pesos (un dólar aproximadamente), ahora cuesta 12.000 (tres dólares aproximadamente)”, afirma visiblemente cansado después de varias horas en la fila para comprar gasolina el moticiclista Jhon Ospina, quien acostumbra a comprar el combustible en los cerca de 5.000 expendios ilegales que según la Alcaldía de Cúcuta hay en la ciudad y que son conocidos como “los pimpineros”.

El impacto económico también se nota en el comercio local. Almacenes y supermercados han reducido sus ventas en cerca de un 30 %, según la Cámara de Comercio de Cúcuta.

“A eso súmele todas las pérdidas por el cese de exportación de materias primas, alimentos y otros productos por la zona de frontera. Los camioneros están quebrados y al borde de cerrar sus empresas. El comercio està afectado porque los venezolanos venían aquí a comprar sus cosas y los colombianos iban allá a lo mismo por el cambio diferencial y la escasez en el vecino país”, le dijo a CNN José Miguel González, director de la Cámara de Comercio de Cúcuta.

El historiador cucuteño Pablo Emilio Ramírez dice que no hay antecedentes de una situación tan crítica. “Ni en las épocas de enfrentamientos verbales entre el ex presidente Álvaro Uribe y el expresidente Hugo Chávez sucedió algo así. Con el agravante de que no solo están desterrando a los colombianos que llevan años en el pueblo hermano, sino que les están marcando las casas y destuyéndoles todo, como en las épocas mas oscuras de la humanidad”, sostiene Ramírez.

La situación de los deportados ha despertado la solidaridad de los colombianos. Varias empresas en unión con organizaciones civiles están haciendo campañas de recolección de ropa, medicina, comida y frazadas para quienes lo perdieron todo… Menos la esperanza.