(CNN) – Una picadura de un simple zancudo podría resultar en fiebre, dolor de cabeza y malestares. En muchos casos se podría experimentar una gran cantidad de síntomas que incluyen sangrado, shock, insuficiencia orgánica… y potencialmente la muerte.
No existe tratamiento o vacuna y no hay mecanismos reales que te protejan en países endémicos de la enfermedad.
Aunque alguna vez los países afectados eran pocos, hoy más de 100 albergan el riesgo de infección; eso pone a más de la mitad de la población mundial en riesgo y da lugar a 50 millones de infecciones cada año.
La infección es el dengue —antes conocida como “fiebre rompehuesos” a causa de los dolores articulares graves que causa— y se propaga por medio de uno de los zancudos más versátiles y hostiles de la naturaleza— y no es el que propaga la malaria.
“Vive, come y aspira humanos”, dice Duane Gubler, profesor de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina en la Universidad de Duke, Singapur. Gubler ha estado trabajando en el control del dengue por más de 45 años y fundó la división del dengue de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Él ha sido testigo de la expansión de la epidemia a nivel mundial… a través de los zancudos oportunistas que albergan la enfermedad.
“La urbanización proporcionó la ecología ideal para estos zancudos”, dice Gubler, haciendo referencia al aumento de la densidad de las poblaciones ya que las personas acuden a las ciudades en busca de empleo, llevando consigo un sinfín de suministros de sangre para los zancudos cargados que necesitan nutrir sus huevos.
El villano portador del virus del dengue es el zancudo Aedes y existen dos tipos: Aedes aegypti y Aedes albopictus, siendo el primero el que causa mayor grado de infección. “Estos se han vuelto altamente urbanizados y se han adaptado muy bien al humano”, dice Gubler.
Esta especie también puede portar el virus detrás de otras enfermedades, tal como la fiebre amarilla, la chikungunya y la filariasis linfática. Sin embargo, el dengue es la enfermedad que se ha extendido más ampliamente. Su éxito radica en su habilidad para picar durante el día —a diferencia del zancudo portador de la malaria—, lo cual quiere decir que son difíciles de evitar.
“El uso de mosquiteros no es particularmente útil en el caso del dengue”, dice Harold Margolis, actual jefe de la división del dengue de los CDC. Los mosquiteros han demostrado ser críticos en la lucha contra la malaria como la especie Anopheles del zancudo, la cual porta el parásito de la malaria y que pica principalmente en la noche.
Aunque las personas pueden cubrirse o recurrir a los repelentes, Margolis aconseja que las personas en las regiones afectadas simplemente limpien todo. Cualquier tipo de recipiente en el que podría acumularse agua superficial, proporciona el caldo de cultivo perfecto para un zancudo hembra en búsqueda de un lugar para poner sus huevos. “Pueden reproducirse en cualquier parte”, dice Margolis… incluyendo la superficie de los botes de basura, contenedores y neumáticos usados. “Cualquier cosa que acumule agua dará lugar a que los zancudos se reproduzcan en esa agua”, dice.
Se reproducen con facilidad
Las aguas superficiales, la sangre humana y las temperaturas cálidas proveen el ambiente perfecto para que estos zancudos prosperen.
Dado que aún no existe ningún medicamento o vacuna para su tratamiento, la principal forma de prevención de la enfermedad a la fecha ha sido controlar el zancudo… a través de la fumigación a gran escala. Los productos químicos han sido utilizados tanto en los espacios residenciales como en los públicos en un esfuerzo masivo por evitar la propagación de los insectos portadores de la enfermedad, llevándose también otras enfermedades transmitidas por estos zancudos. Sin embargo, los insecticidas no han sido capaces de vencer a sus oponentes versátiles, especialmente porque los seres humanos ayudan aún más a la propagación de la infección.
Hasta un 75% de las personas infectadas nunca desarrollan síntomas de dengue, por lo que es fácil que el virus sea transportado mientras la gente se desplaza de un lugar a otro. Cuando alguien que porta el virus en la sangre entra en un una zona nativa de los zancudos Aedes, llevan consigo la posibilidad de transmitir la enfermedad. “Los viajeros regresan con el mismo y se dan pequeños brotes”, dice Margolis.
En octubre de 2012, en Madeira, Portugal, hubo un brote de dengue que dio lugar a 18 casos confirmados y más de 190 posibles infecciones en un país donde por lo general no se ve dicha enfermedad.
“El dengue es responsable de aproximadamente el 10% de las personas que regresan de vacaciones con fiebre”, dice Erik Sloan, un médico en enfermedades infecciosas de la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, en el Reino Unido, quien ha visto un aumento en el número de casos que está tratando. “Actualmente, vemos más casos de pacientes con dengue que hace 10 o 20 años”, dice. El desafío para los médicos como Sloan no solo es diagnosticar la enfermedad —ya que muchas otras infecciones causan fiebres— sino que manejar a sus pacientes cuando no cuentan con un tratamiento para la misma.
El tratamiento de los pacientes requiere una estrecha vigilancia en caso de que la infección progrese y se vuelva más severa, con síntomas como hemorragias internas y múltiples insuficiencias orgánicas. “Por lo general, existe una alta probabilidad de que te recuperes por completo”, dice Sloan. Pero él no se siente satisfecho con eso. “Si el caso es grave, existe un riesgo del 12% de mortalidad”, añade.
Sin embargo, a pesar de su baja tasa de mortalidad y la capacidad de pasar desapercibido, el dengue se ha convertido en un problema de salud pública en todo el mundo. Antes de 1960, solo algunas personas en América del Sur y en el sudeste de Asia se encontraban en riesgo de contraer la enfermedad, pero ahora está presente en todos los continentes.
Gubler le adjudica la culpa a los viajes internacionales.
“Lo que hemos visto coincide perfectamente con la llegada del avión”, dice. El avión es un instrumento para transportar el virus —y el mosquito— a nuevas poblaciones que no son inmunes a la enfermedad. “Tres mil millones de personas se subirán a un avión y viajarán a algún lugar en el 2015”, añade.
Los viajes aéreos también han ayudado al traslado de las personas hacia los centros urbanos y al aumento de la densidad en las ciudades de todo el mundo. Más de la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades y se espera que esta cifra alcance el 70% en el 2050.
¿Qué se puede hacer?
“El dengue es una de las enfermedades contra la que no hemos podido luchar o que no hemos podido frenar con éxito”, dice Dirk Engels, director del departamento de Enfermedades Tropicales Desatendidas de la Organización Mundial de la Salud. “No contamos con herramientas fáciles para frenar la propagación del dengue”, dice.
Engels espera que las colaboraciones con productores de plaguicidas puedan permitir contar con programas mejor diseñados para matar los zancudos en el campo. Otra estrategia —más novedosa— es usar zancudos machos esterilizados para evitar la reproducción futura.
“Tenemos que evitar la transmisión”, advierte Gubler. Desde su punto de vista, las herramientas que se necesitan son: el control de los zancudos, medicamentos y una vacuna… este último está empezando a mostrarse prometedor en términos de protección.
Hasta la fecha, seis vacunas contra el dengue han llegado a las etapas de ensayos clínicos y Gubler predice que pronto se autorizarán tres de los principales candidatos. La compañía farmacéutica Sanofi, cuya vacuna demostró reducir la incidencia del virus en un 61% en los ensayos fase tardía, está liderando el campo.
Este nivel de protección es suficiente para hacer una diferencia. “A pesar de que solo es parcialmente eficaz, serán útiles en el campo de la salud pública”, dice Gubler, quien dice que aún falta mucho camino por recorrer para encontrar un medicamento que trate la enfermedad, ya que aún no se han efectuado los ensayos de eficacia… pero él mantiene la esperanza.
“En los próximos tres a cinco años también contaremos con uno o más antivirales”, dice.
Dado que finalmente los medicamentos y vacunas están en proyecto, podremos frenar la enfermedad… pero no la podremos detener por completo.
“Nunca la podremos erradicar”, dice Gubler. “Pero si podemos usar estas nuevas herramientas, la podemos controlar como un problema de salud pública”.