(CNN) — Jennifer Kempton es una mujer fuerte. Ha visto (y vivido) lo peor de la gente y se liberó de una vida de esclavitud sexual y adicciones.
Kempton dice que a cada vez que se veía en el espejo, recordaba su pasado.
Eso se debe a que sus antiguos proxenetas la habían marcado.
Las “marcas” son tatuajes que un proxeneta hace en una mujer para indicar que es de su propiedad… como si fuera ganado.
Los cuatro tatuajes en el cuerpo de Kempton le recordaban a diario todo lo que había pasado.
Al igual que muchas víctimas de trata, los problemas de Kempton empezaron durante su niñez: abusaban de ella y la descuidaban.
Dijo que el momento crítico fue cuando el hermano de una amiga la violó cuando tenía 12 años. Eso provocó que tomara un rumbo peligroso de prostitución forzada y adicción a las drogas en su ciudad natal, Columbus, Ohio (Estados Unidos).
Kempton pasó más de cinco años en las calles. Soportó golpizas constantes y la obligaron a tener relaciones sexuales con cientos de hombres. En abril de 2013, después de la violación más violenta que haya soportado, Kempton decidió que ya había sido suficiente.
Se rodeó el cuello con un dogal con la idea de poner fin a su vida. La soga se reventó y, en ese momento, encontró una razón para vivir.
“Dios vino a mí y me habló; dijo que tenía una misión para mí y que no era morir en el sótano de un picadero.
No ha sido fácil recuperarse de su adicción a las drogas y Kempton cuenta que ha recaído más de una vez. En parte, los tatuajes eran un recordatorio constante de lo que había vivido y no podía olvidarlo.
Kempton finalmente ganó dinero suficiente para hacerse un tatuaje nuevo que cubriera las marcas.
“Fue muy liberador quitar su nombre de mi cuerpo y poner lo que yo quisiera”, cuenta Kempton. “El amor que había estado buscando durante toda mi vida, lo obtuve con ese tatuaje”.
Kempton cubrió la marca con un tatuaje de una cruz elaborada con las palabras “Amor” y “1 Cor 13 4:13”.
El versículo bíblico comienza con la famosa cita: “El amor es paciente, el amor es amable” y termina con la frase: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
Kempton dijo que el tatuaje nuevo cambió la forma de verse, pero aún tenía otras tres marcas: una en el cuello, una en la espalda y una justo sobre la entrepierna en la que se leía: “Propiedad de Salem”, un traficante que tuvo gran influencia para llevar a Kempton a la vida que ha dejado atrás.
Le contó a un defensor de las víctimas de trata sobre este tatuaje. Esta persona contactó a un familiar que estaba dispuesto a pagar para que le cubrieran el resto de sus tatuajes.
Así empezó Survivor’s Ink.
Kempton quería que otras sobrevivientes probaran la libertad que ella había encontrado, así que inició una organización benéfica que paga para que cubran los tatuajes de las sobrevivientes de trata con tatuajes nuevos de su elección.
“Es en gran medida una forma de sometimiento psicológico”, dijo Kempton. “Te ata a esos recuerdos y te ata a esos sentimientos que tenías cuando te lo pusieron y para poder liberarte de la esclavitud y luego tomar la decisión activa de pensar: ‘esto es lo que quiero en mi cuerpo, no el nombre de este hombre ni el símbolo de esta pandilla, quiero el nombre de mi hija, quiero una flor hermosa, quiero una escritura religiosa, quiero una mariposa que demuestre que tengo alas y que puedo volar’”.
Conforme desaparecen las cicatrices físicas, las psicológicas también sanan.
“Todo empezó cuando cubrí el que tenía en el cuello y, a la mañana siguiente, cuando me vi en el espejo, no recordé que trabajé para pandillas y que fui parte de esa clase de vida; tener esta flor hermosa y floreciente me dio un nuevo aire de vida”, cuenta Kempton.
Desde que Survivor’s Ink comenzó a operar en 2014, Kempton ha ayudado a muchas mujeres a cubrir sus marcas, entre ellas a Angela Ritter.
Ritter compara su vida anterior con la de June Cleaver: “Ya saben, la mamá de todos, involucrada en todo lo que mis hijos hacían; muy respetada en mi comunidad”, cuenta. Pero cuando cumplió 30 años, su vida dio un giro sombrío y terminó como “una callejera adicta”, según sus propias palabras.
Ritter pasó 13 años bajo el control de los traficantes. Era adicta a las drogas y dijo que la obligaban a tener relaciones sexuales con más hombres de los que podía contar.
“Llegué a un punto en el que me sentí morir, literalmente me sentía morir cada día”, dijo. “Es como si Dios me estuviera gritando que si no buscaba ayuda y me salía en ese momento, moriría allí”.
Como sabía que su proxeneta no la dejaría ir voluntariamente, Ritter le dijo que iba a la tienda, pero en cuanto lo perdió de vista, corrió.
Al igual que Kempton, Ritter ha recuperado su vida y ha vivido con el recordatorio constante de su vieja vida: la marca de una pandilla que la vendía por sexo. A menudo se pone un curita en su brazo para cubrir “una gran zona de vergüenza sombría” en su cuerpo. En el tatuaje se lee: “Black’s Beauty” y un signo de dólares.
“Bueno, eso indica que soy la puta de alguien”, dijo Ritter. No podía darse el lujo de cubrirlo hasta que se enteró de la existencia de Survivor’s Ink.
“¿Quién se habría imaginado que habría alguien dispuesto a dedicar su tiempo, su material, ya saben, para liberarnos de un pasado desdichado y oscuro? Gracias a Dios por Jen, gracias a Dios por Survivor’s Ink, gracias a Dios por la oportunidad de ser esa sobreviviente”, dijo Ritter.
El tatuador Mike Prickett dona su tiempo a Survivor’s Ink y ha sido testigo del efecto que las marcas tienen en las mujeres.
“Creo que con todo, particularmente con los tatuajes porque son permanentes, hay ciertas cosas que van a impedir que hagas lo que quieres hacer o que te recuerdan constantemente algo negativo que hiciste o que te pasó”; dijo. “Poder borrarlo y comenzar de nuevo, creo que es una oportunidad que todo el mundo merece”.
Ritter y Prickett crearon un diseño lleno de significado que ella estará orgullosa de mostrar.
“Finalmente seré yo otra vez. No perteneceré a nadie más que a Dios, y así debería ser”, dijo Ritter. “No todo el mundo tiene la oportunidad de ser sobreviviente y allá afuera hay chicas que en este momento ni siquiera saben que son víctimas… Tal vez, solo tal vez verán a alguna de nosotras, escucharán a alguna de nosotras y sabrán que hay ayuda, que hay esperanza y que hay una forma de salir”.